Quería el bicampeonato Ignacio Casale. No le bastaba ser el primer chileno en ganar alguna de las categorías del Dakar, sino que quería más. Sin embargo, ese sueño se frustró. No ayer, que abandonó en la décima etapa, entre Calama y Salta, en Argentina, sino mucho antes, cuando comenzó esta suma que dio como resultado un piloto adolorido, asustado, abatido y, finalmente, renunciado. "Triste, pero contento de haberlo dado todo por Chile", resume.

El Perro partía el día como el más veloz. Lideraba. Y, en un momento, desapareció de los radares. Los pilotos informaban que lo habían visto botado. Estaba reparando la cadena de su quad, que se había roto. Tras horas, lo logró y siguió su camino. Más adelante le advertían que el motor estaba roto. "Vi que mi Dakar se esfumaba. Quedo tranquilo, porque, al momento, de abandonar era el líder", analiza.

Ya la victoria del santiaguino, en 2014, había sido sacrificada. Menos que la campaña de este año, claro. Pero los dolores en las manos hicieron que el triunfo en Valparaíso tuviera cierto corte épico. Durante el año, Casale se trató su enfermedad. Decía que no era necesario operarse, sino que llegaría bien a Dakar 2015. En septiembre, entrenando, tuvo una caída que agravó su situación: a poco de comenzar un nuevo desafío, debió pasar por el quirófano. Todo eso significó que hiciera menos kilómetros previos sobre la moto.

Llegó a Buenos Aires sabiendo que debería medicarse para estar bien. Pero valía la pena. Ayer, en Salta, decía que nunca le dolió tanto. O, más bien, menos que en 2014. Pese a que en la segunda etapa un espectador lo chocó. La caída lo dejó con fuertes malestares. Un chequeo al final del día era claro: estaba en condiciones de seguir corriendo. Estaba feliz.

Otro momento duro llegó el domingo 11, en el ascenso desde Iquique a Uyuni, en Bolivia, donde alcanzó a decirle a varias personas que quería retirarse. En el camino se había mojado mucho, según cuenta casi le cae un rayo, y pidió refugio en una casa en el Altiplano. Encima, rompió el estanque de bencina y parte del combustible se metió por una bota, sufriendo algunas quemaduras.

La moto estaba también dañada. Era de noche, y Casale -por reglamento- debía repararla sin ayuda de mecánicos. "Si no tengo las herramientas, no sigo", reclamaba, renunciando al Dakar por segunda vez en un día.

A la mañana siguiente, las condiciones en Uyuni eran imposibles, y el Perro se sumaba al grupo de pilotos que pedía no partir. Ya estaba demasiado asustado. Pero la ASO no escuchó.

"De los seis Dakar que llevo, éste es el más duro, por el choque, el frío en Bolivia, pero no le quitaría nada", comenta ahora, ya fuera de carrera.

La suma indica cero. Señala que Casale se va, y el mejor chileno del Dakar pasa a ser Pablo Quintanilla, en Motos (ver pág. 32), y que Víctor Gallegos es el mejor en quads. Casale sabe que, ahora, serán otros los protagonistas.

De aquí al Dakar 2016 habrá que ver cuál es el ánimo del Perro, que tiene un proyecto para correr fechas de la Copa del Mundo: "Tengo la moto, pero ahora no puedo responder qué haré. Aún estoy bloqueado. Pero sigo en quads, hay Casale para rato".