SEÑOR DIRECTOR
El escepticismo frente a la posibilidad de poder conocer la verdad, la ausencia de un pensar auténticamente metafísico, el emerger de la subjetividad del individuo por sobre el carácter objetivo de la realidad, sumado a un anhelo desenfrenado de autonomía en desmedro del bien del otro y del bien común, ha llevado a que Chile avance hacia la autorización del aborto. Las evidencias científicas de que en el útero materno está presente un ser humano que tiene vida propia, la experiencia de otros países que comenzaron con tres causales pero al final terminó siendo libre, demuestran que en este proyecto lo que se presente es sentar las bases de una sociedad en la cual los conflictos, los dramas humanos, pueden resolverse con violencia, eliminando al más débil. Un embrión, un feto, es lo que fuimos cada uno de nosotros. Y hoy quienes vieron la luz, lo cuestionan.
¿Cómo no hacer ver esta situación en un tribunal donde no debiesen primar las ideologías, los gritos rimbombantes, los carteles amenazantes, los insultos y cientos de opiniones, sino que lo que nos sostiene como Nación y como fundamento constituyente, la Constitución? ¿Cómo no acercarse a un lugar donde se vuelva a recordar que la ley protege la vida del que estar por nacer, independiente de su condición social, de salud, sexo? ¿Cómo no abrigar la esperanza que la razón prevalecerá por sobre la pasión, el derecho por sobre la ideología y el bien común por sobre los deseos personales?
Somos muchos los que creemos que esta ley hiere a Chile profundamente, resuelve conflictos reales con la violencia al eliminar a un inocente y se cierra a la esperanza y solidaridad de otros. Esperamos que el Tribunal Constitucional haga prevalecer el Estado de derecho que se conculcó -por estrecho margen- en el campo legislativo y vuelvan los niños en el útero materno a estar sanos y salvos y los médicos vuelvan a ejercer la medicina según las artes médicas y no según el mandato de la ideología de turno.
+Fernando Chomali Garib
Arzobispo de Concepción