La relación entre el FBI y el Presidente Donald Trump se encontraba tensa desde el inicio de su Presidencia. El mandatario estaba sumamente enojado con el ahora ex director del organismo, James Comey, por no apoyar su idea de que Barack Obama había pinchado sus teléfonos durante la campaña. También se encontraba furioso, según The Washington Post, por su intención de continuar la investigación sobre los vínculos de su equipo de campaña con Rusia, un fantasma que lo acecha desde el comienzo.
Incluso Trump presionaba al FBI a indagar la fuga de información desde la Casa Blanca hacia la prensa, señaló el Post. El mandatario se sentía cada vez más "frustrado" y "enojado" con Comey, porque según la Casa Blanca se enfocaba "sólo" en la intromisión de Moscú en las elecciones presidenciales y no en los otros asuntos que a le incumbían a Trump.
Pero la verdadera guerra se desató el martes, luego de que Trump despidiera Comey a través de un memorando de tres páginas, en el que señalaba el mal manejo que el director del FBI había tenido en la investigación sobre Hillary Clinton y su utilización de su correo personal cuando era secretaria de Estado. Según funcionarios y el mismo documento, el memorando fue redactado por el fiscal general adjunto, Rod Rosenstein, que con el fiscal general Jeff Sessions le habían recomendado al Presidente deshacerse del director del FBI.
El número dos del Departamento de Justicia amenazó este jueves con dimitir luego de que la Casa Blanca lo apuntara como culpable. Pero el jefe de Estado aseguró que el despido había sido su decisión, contradiciendo así la versión de la Casa Blanca. El vocero presidencial había señalado que Trump dio ese paso siguiendo el consejo de Sessions y las indicaciones de un memorando elaborado por su "número dos", Rod Rosenstein.
En una entrevista con NBC, el mandatario afirmó que "iba a despedir a Comey. (Fue) mi decisión. Lo iba a despedir independientemente de una recomendación", afirmó. La portavoz adjunta del gobierno, Sarah Huckabee, incluso dijo que Trump había considerado despedir a Comey antes de las elecciones de noviembre.
El torbellino no acabó allí. El jefe de Estado volvió a su retórica sin filtro y dijo que Comey era un "arrogante" y "fanfarrón" e insistió, tal como lo afirmó al anunciar su despido, que Comey le había señalado en tres ocasiones que no estaba siendo investigado por los contactos con los rusos. Además, apuntó que el FBI "era un descontrol" desde hace casi un año.
"El FBI ha estado en medio de una agitación. Ustedes lo saben. Yo lo sé. Todo el mundo lo sabe", señaló el mandatario. La Casa Blanca había apuntado además, que Comey había perdido la confianza de los agentes del buró y de la opinión pública.
Pero luego, vino el "contraataque" del director interino del FBI, Andrew McCabe, quien objetó las declaraciones del mandatario. Ante una audiencia ante el Senado McCabe afirmó que habitualmente el FBI no revela si una persona está siendo investigada o no.
Además, aseveró que "no es cierto" que Comey perdió la confianza y que "el director gozaba de un amplio apoyo dentro del FBI y aún hoy lo goza". Además, sostuvo que la investigación que se lleva adelante sobre la supuesta intervención rusa en la campaña electoral es "altamente significativa", al contrario de lo que había dicho el gobierno y aseguró que la destitución de Comey no afectaría en su resultado. Agregó que no toleraría ninguna interferencia de la Casa Blanca, dando cuenta de un enfrentamiento total.