Joan del Alcàzar, académico de la Universidad de Valencia, viajó a Chile en 1992. Especializado en historia de América Latina y miembro de "una generación que vivió el Golpe del 1973 como una tragedia política y personal", un colega le comentó acerca de Palomita blanca, de Raúl Ruiz, y de su accidentada trayectoria: la rodaron en 1973, pero recién podía estrenarse entonces, casi 20 años después.
Del Alcàzar vio la película y, como propuesta estético/narrativa, no fue de su agrado. Sin embargo, le sería de utilidad para un acercamiento histórico mediado por el audiovisual, en el entendido de que éste provee una aproximación a la historia que complementa el de la historiografía tradicional, llenando vacíos, proveyendo sentido y generando nuevas preguntas. Y así fue como, dos décadas después de ese visionado, anotaría que "no nos interesa profundizar en la capacidad metafórica ni en la predictiva de Raúl Ruiz (…). A nuestro parecer, y por eso nos interesa, el filme es una exposición sobre la desigualdad en una sociedad escindida".
Este texto puede hoy encontrarse dialogando con observaciones y disecciones de otros filmes, así como con enjundiosas contextualizaciones, en Chile en la pantalla. Cine para escribir y para enseñar la historia (1970-1998). Publicación conjunta de la U. de Valencia y el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la Dibam, es por de pronto una obra original y señera. Y hay quien piensa, como el académico del Instituto de Historia UC Alfredo Riquelme, que "Del Alcàzar ha dado vida a una espléndida historia de Chile a través de la pantalla cinematográfica, que será desde ahora una obra de referencia, tanto para la historia contemporánea del país como para la metodología del trabajo historiográfico con fuentes fílmicas".
"El cine, el de ficción y el documental, habla mucho", comenta el autor a La Tercera. "Si lo aceptamos como fuente histórica y si sabemos interrogar a esa fuente, obtenemos información sobre lo que el documento audiovisual nos muestra, pero también sobre cómo es la sociedad en la que ese documento ha sido producido. Pero eso no sólo nos permite entender, también nos ayuda a explicar".
¿De qué forma? Por ejemplo, si se estudia el período de la Unidad Popular, puede echarse mano a la entrevista con el ex embajador de Washington en Santiago Edward M. Korry, tal como se la presenta en el documental Salvador Allende (2004), de Patricio Guzmán. "¿No es ese breve diálogo más expresivo que todas nuestras abstracciones?", se pregunta Del Alcàzar. "O al menos, ¿no es un complemento ideal para nuestras explicaciones?".
Ahora, si se trabaja con la ficción, se puede recurrir a Valparaíso, mi amor (1969): en el contexto de un abismo social y cultural, el autor hace suya una afirmación de Ascanio Cavallo y Carolina Díaz en cuanto a que "es difícil imaginar una idea más pedagógica de la desigualdad" que la presentada por el filme de Aldo Francia.
En este y otros ítems, la distancia geográfica del observador juega un rol. "Hay algo que siempre me ha llamado la atención en buena parte de la historiografía chilena", señala Del Alcàzar. "Me ha sorprendido ver a historiadores hablando de procesos y acontecimientos chilenos como si nunca se hubiesen producido en otro lugar". En esa cuerda, observa cómo el período de la UP parece quedar encapsulado en las imágenes del golpe militar. Cómo "se tiende un manto sobre el proceso, sobre las contradicciones internas, sobre la desacreditación que muchos hicieron de Allende. Eso cambia a partir del 11 y hay una especie de elevación de Allende a los altares laicos de los santos revolucionarios". Es lo que el autor ha llamado la "leyenda dorada", sometida acá a escrutinio gracias a filmes como Compañero Presidente (1971), de Miguel Littín, donde el líder socialista parece rendir cuentas ante Régis Debray, y Metamorfosis del jefe de la policía política (1973), de Helvio Soto, que retrata las divergencias entre las izquierdas "reformista" y "revolucionaria".
Pistas de la transición
Para hablar de los complejos inicios de la transición democrática, en tanto, comparece Caluga o menta (1990), de Gonzalo Justiniano, en especial por la escena donde un joven marginal dice que "ahora recién se acuerdan de los locos". El pasaje, señala Del Alcàzar, muestra cómo se plantea "un verdadero problema para unas autoridades que necesitan transmitir a la ciudadanía que las formas dictatoriales son cosa del pasado".
Y si se trata de rescatar "la memoria obstinada y la ignorancia persistente", ahí comparece Machuca (2004). Del filme de Andrés Wood se rescatan dos secuencias, entre ellas la que muestra a Gonzalo Infante, el amigo del protagonista, haciendo ver a un militar, el día 11, que no debería ser detenido junto a un grupo de pobladores. Que lo mire bien, que él es distinto. "Con ese '¡míreme!', Gonzalo reclama su posición de cuna, de clase", se lee en el libro. Y con ello la película termina haciendo ver que, en efecto, las peras son distintas de las manzanas.