Una adolescente británica se ha convertido en un paradigma de la ciencia al sobrevivir a una serie de intervenciones para curarla de la enfermedad cardíaca con la que nació.
La última de ellas fue para extirparle el corazón de un donante, que le habían injertado junto al suyo.
La historia de la galesa Hannah Clark, que actualmente tiene 16 años, se cuenta hoy en la versión de internet de la revista médica "The Lancet", donde los cirujanos que la trataron extraen conclusiones sobre la experiencia.
Clark nació en 1993 con una cardiomiopatía que impedía a su corazón funcionar con normalidad, por lo que con dos años de edad tuvo que ser operada para trasplantarle el corazón de un donante, que se le injertó junto al suyo.
Las cardiomiopatías aparecen en 1,2 a 1,4 niños de cada 100.000, y es de 8 a 12 veces más común en el primer año de vida que en años posteriores.
Los trasplantes son la única alternativa para la supervivencia (actualmente se desarrollan corazones mecánicos), pero incluso con éstos el pronóstico era malo, si bien existe la posibilidad teórica de que el propio corazón se recupere si el niño vive lo suficiente.
Esto es lo que ha ocurrido en el caso de Hannah, a quien se le unió un corazón ajeno al suyo, hasta que el suyo se recuperó.
La operación para extirparle el corazón del donante se hizo 10,5 años después de que se le implantara, cuando era un bebé y, tres años y medio después de la segunda intervención. Actualmente, la joven está bien de salud, señalan los expertos en la revista.
El cirujano Magdi Yacoub, del Imperial College de Londres y el hospital Harefield de Middlesex (a las afueras de la capital), y el cardiólogo Victor Tsang, del hospital infantil londinense Great Ormond Street, concluyen, entre otras cosas, que, en casos de cardiomiopatía infantil, el corazón del paciente puede recuperarse si se le da tiempo.
LOS RIESGOS
Pese al éxito final, la historia de Hannah no ha sido fácil.
Con el injerto del corazón del donante, se descargó la parte izquierda del suyo de sus funciones, lo que le permitió, con el tiempo, recuperarse.
Sin embargo, como con todos los trasplantes de órganos ajenos, existe un riesgo de rechazo que debe neutralizarse con fármacos supresores del propio sistema inmunológico.
Esa supresión de las defensas aumenta drásticamente el riesgo de incidencia de cánceres, especialmente el síndrome linfoproliferativo posttrasplante asociado al virus EpsteinBarr (EBV PTLD, por sus siglas en inglés).
Unos 4,5 años después del trasplante, tanto el corazón de Hannah como el del donante funcionaban bien, pero se consideró prematuro extirparle el segundo.
Cuando la niña tenía 8 años, los episodios de EBV PTLD se convirtieron en muy graves y el mal se le extendió, por lo que tuvo que someterse a diferentes tratamientos de quimioterapia y fármacos hasta que el mal remitió.
En el año 2003 los síntomas volvieron, por lo que se la volvió a tratar durante dos años más.
INEDITA INTERVENCION
En 2005, un ecocardiograma indicó que, si bien su corazón funcionaba bien, el del donante estaba fallando, debido a que los médicos habían tenido que reducir los medicamentos inmunosupresores para ayudarla a batallar el cáncer, lo que había provocado un rechazo de su cuerpo al órgano.
Viendo que el cáncer no se estaba curando pese a la eliminación parcial de los fármacos, los doctores decidieron extirparle el corazón del donante, para poder prescindir totalmente de los medicamentos.
Desde entonces, Hannah se ha recuperado también del EBV PTLD: "Gracias a esta operación, llevo una vida normal como mis amigos", afirma en la revista.
Yacoub señala que el caso de esta joven ha ofrecido numerosas lecciones "relevantes para la biología, trasplantes, recuperación cardíaca y enfermedades malignas".
Por su parte, Tsang subraya que, además de la historia humana, este caso demuestra que, en casos de cardiomiopatía infantil, "es posible que el corazón del paciente se recupere totalmente si se le da el apoyo necesario para que lo haga".