Los investigadores del sueño han clasificado a las personas según sus hábitos a la hora de dormir. En el mundo existen dos categorías: las denominadas búhos, acostumbradas a trasnochar, y las alondras, caracterizadas por ser madrugadoras.
Horacio de la Iglesia, profesor de biología de la U. de Washington, dice que la extensión del horario de verano en Chile resulta perjudicial, en especial para los búhos.
“Existen predisposiciones genéticas que hacen que algunas personas (alondras) funcionen mejor a horas tempranas mientras que otras (búhos) funcionen mejor a horas tardías. El horario que describes es sólo bueno para las alondras”, explica el biólogo a La Tercera.
Agrega que el nuevo horario, es particularmente nocivo y va en contra de la biología de los adolescentes, que tienen un reloj biológico y ciclo de sueño retrasados con respecto al de los adultos y niños.
“Horarios tempranos, como empezar la escuela secundaria a las 7:30, llevan a la deprivación del sueño, que resulta en enfermedad física y psíquica. Es por esto que hace un año la American Academy of Pediatrics recomendó que las escuelas secundarias deben comenzar no antes de las 8:30-9:00”, señala.
Saber cuál es el porcentaje de personas alondras y búhos es complejo. Horacio de la Iglesia señala que la cifra parece variar un poco de acuerdo a la región geográfica, probablemente de acuerdo a las etnias. Sin embargo, estima que aproximadamente el 50% de las personas no tienen una preferencia muy fuerte de horarios, otro 25% son alondras y el restante 25%, búhos.
“En algunos países el porcentaje de búhos llevó a cambiar los horarios de trabajo para acomodar horarios más tardíos. La gran mayoría de los adolescentes son búhos. Pedirle a un adolescente que empiece su día escolar a las 7:30, es equivalente a pedirle a un adulto que empiece a las 5:30”, advierte el investigador.
De la Iglesia realiza por estos días un estudio en dos comunidades argentinas para determinar qué impide les impide conciliar el sueño. Hasta ahora los resultados muestran que los habitantes que cuentan con electricidad duermen hasta una hora menos.
La electricidad no fue lo único que afectó el sueño: ambos pueblos dormían más tiempo en los meses de invierno que en el verano. Los investigadores sugieren que hay un controlador biológico que hace que nos exigimos más cerrar los ojos en los meses más oscuros.