Cristián se tomó su primera piscola a los 13 años. Y lo hizo frente a su padre. Como si fuera una tradición familiar, Alberto permitió a su hijo estrenarse en la ingesta de alcohol destilado mezclado con bebida Cola en un multitudinario almuerzo familiar de domingo con abuelos, tíos y primos. La premisa detrás de esa decisión era clara: "Que tome donde mis ojos lo vean", cuenta Alberto.

Esa permisividad es reconocida por los especialistas. "En los sectores más acomodados se condona más fácilmente el consumo de alcohol y, sobre todo, de tabaco", dice Ramón Florenzano, siquiatra, director de Investigación de la U. del Desarrollo y autor principal de un estudio a más de 2.300 adolescentes de las regiones de Antofagasta, Biobío y Metropolitana. ¿La conclusión? Los adolescentes de colegios particulares presentan un mayor consumo de alcohol y tabaco que sus pares de establecimientos particular subvencionado y municipal.

En la escena actual, un mayor poder adquisitivo no es pasaje directo a drogas más duras. Ese escenario, explica Florenzano, quedaba reflejado en los estudios de la década de los '90 con una curva en "u": mayor consumo de drogas en comunas acomodadas, descenso en los estratos medios y otra vez alza en las comunas más vulnerables. ¿Qué cambió? "Los grupos aspiracionales están mucho más conscientes del riesgo de la marihuana y la droga", dice el siquiatra de la UDD. Por eso no son tan estrictos cuando se trata del alcohol y cigarrillos. "A pesar de sus efectos en la salud, el tabaco no es tan visto como algo muy dañino", insiste el especialista. Un dato: el mismo estudio arroja que el consumo frecuente de cocaína y otras drogas duras llega a 4,6% en establecimientos municipales, 2% en particulares subvencionados y apenas 0,8% en particulares.

CAMINOS CONOCIDOS
La actitud de los padres que describe Florenzano está graficada en el Séptimo Estudio Nacional de Drogas en Escolares 2007 de Conace. Cuando se les pregunta a los alumnos si estiman que sus papás reaccionarían muy molestos si supieran que toman alcohol, los de colegios particulares respondieron que sí en un 29,4%, los de subvencionados en 40,5%, y los de municipales, en 44,3%. La tendencia es similar en las madres: 33,5%, 46,4% y 49,2%, respectivamente.

El estilo parental entrega otra pista a estos resultados. A mejor nivel educacional de los padres hay un control conductual más cercano de los hijos. Más asociado a la protección y más afectivo. En los estratos medios y bajos esa relación es más drástica: se ve mayor castigo físico y distancia emocional.

Y, obviamente, también entran en juego las posibilidades de aspirar a algo en la vida, explica el autor. Los grupos medios saben que hay camino: si estudian, les va bien en la PSU, tienen opciones de llegar a la universidad y de salir adelante. Y así pueden acceder a las metas aspiracionales: el departamento, el auto, el viaje. Los adolescentes vulnerables no ven ese camino y aparece el consumo asociado a que la única manera de salir adelante es la conducta antisocial.