No recuerdo exactamente a qué edad visité por primera vez un casino, pero sí que en esa época se jugaba con fichas. Tenías que andar con una canasta porque si ganabas caían cientos de fichas. Quizás fue hace unos 20 años.

Nunca jugué durante mi matrimonio pero cuando enviudé y se me vinieron un poco los años encima, le comencé a tomar el gusto al casino. La primera vez fue en Viña del Mar, ya que mi familia es de allá y es nuestro lugar de vacaciones.

A mis 98 años jugar en el casino es la única entretención que tengo. Y como estoy casi sana, sólo con pequeños problemas de hipertensión y de audición en un oído, no hay impedimento. Uno se entretiene, se te olvidan los problemas y dolores. Es mi terapia de relajo. Más que ganar o perder, me gusta vivir la emoción de estar ahí, con el ruido y personas alrededor.

La gente suele pensar que porque estás vieja tienes que estar acostada, viendo tele y tejiendo, pero yo no lo creo. Además, tampoco existen muchos panoramas para la tercera edad, entonces me tuve que buscar mi propia y única entretención. Ahora, si me dices que habrá un show de Plácido Domingo, prefiero mil veces ir a verlo a él. Tampoco soy la única persona mayor que juega. He visto a algunas abuelitas, incluso mayores que yo, en las máquinas con tanques de oxígeno o en silla de ruedas. Recuerdo a una que se sentó a mi lado y cuando la miré se había quedado dormida.

A mis hermanas les carga el tema y mi familia me critica mucho: "Nena, estás botando la plata. Mejor gástatela en comer en buenos restaurantes o viajar", me dicen, pero ya viajé y comí todo lo que quise, ahora sólo me queda disfrutar lo que yo quiera.

Al principio me costó acostumbrarme a la modernidad de las máquinas, ahora son touch, con vouchers que valen dinero y tarjetas para acumular puntos. Eso no pasaba antes, pero igual me las arreglo para entenderlas. Mi casino favorito es el Monticello. Siempre voy acompañada por mis hijos, pero les pido que me dejen sola, que no me estén cuidando. Ellos creen que me puede pasar algo, pero siempre estoy alerta. Algunas veces me pierdo adentro, me desoriento y como no tengo celular -ya que nunca aprendí a usarlo- saco de mi cartera un papel con el teléfono de mis hijos y le pido a algún mesero que los llame para que me ubiquen. Generalmente los espero en el restaurante mientras me tomo un té.

No soy una persona con muchas cábalas, sólo tengo la costumbre de darle una pequeña palmoteada a la máquina para que me dé juego gratis, pero he visto a personas que entran con un pie específico al casino, llevan velas y esencias o tocan las pantallas. ¡Hasta tocan a los guardias! Creo que eso es una exageración, al final todo es suerte.

Al sentarme a jugar, lo primero que hago es sacar un papel con la fecha del día, anoto la cantidad de plata que traigo y lo que voy a apostar, después escribo cuánto he ganado y al final hago un arqueo para saber la cifra con que me quedé. Nunca he ganado un gran premio, lo máximo ha sido medio millón de pesos, pero también he perdido. Cuando estás ahí, olvidas el valor del dinero y sólo piensas en entretenerte pero no me hago problema porque no le pido nada a nadie para jugar, uso mi pensión para todo. Como trabajé muchos años pagando sueldos en Obras Públicas, me acostumbré a ser muy ordenada con mis platas.

Con los años he visto que el juego se apodera de algunas personas y se descontrolan. Incluso le terminan pegando patadas a las máquinas. Se les olvida que el sentido que es ir a entretenerse y no a pasar rabias. Uno debe estar consciente de que no se va a hacer rico en el casino.

No voy a negar que algunas veces he sacado ventaja por mi edad, específicamente con los baños porque quedan muy lejos, entonces le pido al guardia que me deje pasar a los del sector VIP. Siempre me mira y me dicen: "Bueno, pero sólo por esta vez".

Antes iba casi todas las semanas con mi yerno y pasábamos hasta ocho horas seguidas, pero ya no puedo estar más de tres porque me incomodan las sillas. Además, me gusta moverme entre varias máquinas, y a veces termino con dolor de espalda, pero emocionalmente relajada y feliz.

El lunes me voy a vivir a una casa de reposo. Ahora estoy en la casa de mi hija y creo que es tiempo de que descanse y pueda hacer sus cosas. Lo estaba evaluando hace meses y finalmente me decidí. Para mudarme tuve que hacerme muchos exámenes e ir a varios doctores, entre ellos una geriatra. Cuando me preguntó qué me gustaba le conté sobre mi entretención favorita. "¡A mí también!", dijo ella. Ahora nos llevamos excelente.

Del hogar voy a poder salir cuando quiera, pero desconozco si mi cuerpo y ánimo me dejen ir tan seguido al casino. Conocí a una abuelita que vive hace seis años allá y me dijo que jugaban cartas y lotería, pero no sé si me entretenga tanto. ¿Qué voy a hacer entonces antes de cambiarme? Llamé a mi hijo y mañana vamos al casino.