Hay un 30 % de probabilidad de que Philae caiga en una zona del cometa 67/P Churyumov-Gerasimenko que no es adecuada para el aterrizaje, dijo a EFE el jefe del Departamento de Ingeniería de Sistemas de tierra de la Agencia Espacial Europea (ESA), Juan Miró.
La sonda europea Rosetta ha lanzado hoy el módulo Philae sobre el cometa 67/P Churyumov-Gerasimenko, cuando se encontraba todavía a una distancia de 22 kilómetros y en el que aterrizará unas siete horas después de la separación del satélite para estudiar su composición.
"La zona de aterrizaje es una zona más o menos plana de un kilómetro cuadrado de superficie, que está en uno de los lóbulos del cometa, pero el punto exacto del aterrizaje no lo podemos predecir porque el cometa emite gases y pueden perturbar la trayectoria de Philae", según Miró.
El aterrizaje se producirá sobre las 16.00 horas GMT, horario al que hay que descontar los 28 minutos que tarda en llegar la telemetría a la Tierra, previsiblemente en una zona llamada Agilkia, que está situada en una parte del cometa a la que le da el Sol porque el módulo se alimentará con energía solar.
Un 30 % de ese kilómetro cuadrado tiene elementos que son agujeros, obstáculos o pequeñas montañas, explicó Miró.
Añadió que "a partir de ahora lo más importante es que pueda llegar a un punto donde no haya un cráter o una gran piedra".
"Philae puede aterrizar en una superficie plana que tenga una pendiente de hasta 30 grados pero si hay un agujero es algo que no podemos controlar y sería muy mala suerte", dijo el ingeniero español.
"La separación, entre el satélite -que sigue su trayectoria- y el módulo Philae -que va a aterrizar-, fue un momento crucial para que se pueda realizar el aterrizaje, para no perder la línea en la dirección en la que nos estamos moviendo", explicó Miró.
La sonda cae por inercia y por la gravedad del cometa y por ello era muy importante dejar la sonda en la dirección adecuada en la maniobra de separación para que llegue al cometa siete horas después, según Miró.
"La velocidad de llegada a la superficie del cometa es de un metro por segundo, una velocidad no demasiado elevada para que no se rompa el sistema y suficiente para que se quede bien anclado en la superficie del cometa", destacó el subdirector del Centro de Control de Operaciones de la ESA en Darmstadt.
Miró dijo también que "hemos pasado muchos momentos difíciles, sobre todo las últimas semanas y meses, cuando hemos tenido que familiarizarnos con este cometa, cuyo campo gravitatorio era totalmente desconocido y su forma muy peculiar".
"Esos han sido los momentos críticos a nivel de ingeniería: el llegar a una órbita adecuada y el poder inyectar Philae en la dirección adecuada", según Miró.
Rosetta, que orbita desde hace tres meses al cometa, ha llegado a bajar en algún momento hasta una distancia de 10 kilómetros y con sus instrumentos ya ha comenzado a producir datos científicos sobre el cometa, la composición de los gases y la distribución de las masas.
"El satélite Rosetta va a acompañar al cometa hasta el final del año que viene y durante ese tiempo obtendremos el 80 % de los datos científicos y el módulo de aterrizaje Philae cubrirá el 20 % restante", añadió Miró.
Si hay un problema con el módulo Philae en el aterrizaje, "el valor de la misión está garantizado y ya hemos conseguido resultados que hasta ahora no se habían conseguido", consideró Miró.
El satélite Rosetta continuará la misión hasta final del año que viene y acompañará al cometa cuando se acerca al Sol para observar cómo se deshace su hielo y cómo se desarrolla la cola del cometa.
Si Philae, que lleva diez instrumentos, sobrevive al aterrizaje, tendrá que cargar la segunda batería, conectará todos los sistemas, tomará más imágenes del cometa -ya hace fotos durante el descenso- y realizará experimentos en las próximas semanas, entre ellos pequeños agujeros de 20 centímetros en la superficie para analizar los materiales del subsuelo, la atmósfera del cometa y la composición del cometa.