No es tan extraño que frente a alguna traducción o adaptación de un libro aparezcan términos como "infidelidad" o "traición". Agustín Sánchez Aguilar es filólogo, especialista en el Siglo de Oro, asesor de la editorial Vicens Vives y ha adaptado textos como Pinocho o El Quijote para niños y jóvenes. "Obviamente, toda traducción y toda adaptación distorsiona el original en mayor o menor medida", opina. "Ahora bien, esa distorsión se hace a veces imprescindible si queremos que tenga lugar la comunicación literaria", agrega.
Además es autor de la novela La leyenda del Cid (2007): "No es una adaptación sino una novela, en la que recreé la vida imaginaria del Cid aunando en una narración coherente lo que explican un sinfín de fuentes medievales de origen muy dispar: crónicas, cantares, romances, relatos...".
¿Pueden convivir la exactitud de la filología y la adaptación?
Estoy convencido de que sí, pues en mí coinciden esas dos voluntades que parecen contradictorias. La literatura tiene muchos públicos posibles, y a cada uno hay que ofrecerle lo que necesita: el lector académico reclama textos rigurosamente fijados con los métodos de la filología, y eso es lo que debemos darle, en tanto que el alumno preuniversitario necesita con mucha frecuencia una adaptación que le facilite el acceso a los clásicos. La erudición y la adaptación son, al menos en mi caso, dimensiones distintas de una misma motivación: el deseo de divulgar la literatura que amo.
¿Por qué adaptar?
Una buena adaptación permite que un niño de diez años exclame: "¡Me encanta el Quijote!", algo que resulta ciertamente insólito, ya que los clásicos no suelen ser bien recibidos por los jóvenes. La razón es obvia: obras como la Ilíada o las Metamorfosis de Ovidio fueron escritas con un arsenal retórico con el que los lectores de hoy en día ya no están familiarizados, y es obvio que abundan en expresiones complejas con las que los jóvenes tropiezan. La adaptación facilita la comprensión, que es un requisito indispensable para el disfrute de una obra literaria. Creo que es posible divulgar sin vulgarizar, y ese es el objetivo que yo persigo como adaptador.