Colo Colo llegaba al Monumental con la obligación de revertir la caída por 3-2 frente a Iberia, en Concepción. Después de esa presentación, Guede, literalmente, pateó el tablero. Cambió a gran parte del equipo. Introdujo siete cambios para la revancha frente a la escuadra de Luis Landeros. Y, sin embargo, contra todo pronóstico, no pudo revertir la llave de octavos de final de la Copa Chile. Al Cacique lo eliminó un equipo de Primera B. Los azulgranas, con todos los méritos que les pertenecen, se impusieron por 0-2. Aún así, la responsabilidad es de los albos, incapaces de imponer su presunta jerarquía ante una escuadra indiscutiblemente inferior.
Las sombras vuelven a situarse sobre Pablo Guede. La victoria en el Superclásico sobre Universidad de Chile había soslayado la molestia de los hinchas (y de parte de la dirigencia) por el nivel futbolístico del equipo de Macul. Los reproches ya habían resurgido a mediados de semana, con el revés en el sur, una caída que irritó también al entrenador, quien recurrió a lo mejor que tenía disponible para intentar avanzar en el torneo en que defiende la corona. Sólo los seleccionados Jorge Valdivia y Esteban Paredes, vitales para el funcionamiento albo, se cuentan entre las ausencias que pueden ser esgrimidas como excusa. Del resto, jugaron todos. Y no fueron capaces. Increíblemente.
Incluso, el Cacique repitió fatalidades que el triunfo sobre la U eclipsó. Como los imperdonables errores defensivos. El gol iberiano, de hecho, pareció calcado del que le marcó Universidad de Concepción antes del Superclásico. Desde un saque lateral, la defensa popular quedó mal parada. Mauro Aguirre aprovechó la licencia y habilitó a Braulio Baeza para que, frente al arco, batiera a Orión.
Lo que vino después fue predecible. Y válido como estrategia: Iberia se replegó. Aún así, en los 30', pudo aumentar la ventaja, de no mediar la exigida tapada de Orión (balonazo al vertical izquierdo incluido) al cabezazo de Aguilera.
Los albos avanzaron en el campo, lo que no se tradujo en profundidad. Inexplicablemente, Rivero, llamado a ser la referencia ofensiva del equipo de Guede cuando no está Paredes, parece temerle a la responsabilidad de definir y prefiere cederla, como cuando acompaña al Tanque.
En el comienzo del segundo tiempo, Guede llama al olvidado Fierro para buscar un remezón. También ingresa el juvenil Benjamín Berríos. La idea es abrir el campo. Valdés se va a la izquierda, pero los albos chocan con el muro que, con pleno derecho, les impone Landeros, quien siempre ganó a Colo Colo, dos veces en el Monumental. Y tocan y tocan, pero no penetran. No hay duelos. No hay sorpresa. Cuando lo hacen, surge Jiménez, como ante un disparo de Orellana.
Los sureños también asustan. En los 64', Orión vuelve a salvar su arco. Y, dos minutos después, Baeza corona la mejor tarde de su carrera y marca el 0-2. La llave está cerrada. El Monumental enmudece. Sólo las pifias y los insultos para el entrenador anfitrión interrumpen el duelo. Colo Colo pierde el espíritu del Superclásico y Guede vuelve a ver fantasmas.