Durante la Gran Depresión, la crisis económica más intensa que ha vivido Estados Unidos, la tasa de desempleo había aumentado de 3 a 25% y encontrar empleo era complejo. Excepto si buscabas entre las filas de Al Capone: el criminal más famoso de la historia siempre tenía puestos de trabajo disponibles.
Capone, que nació el 17 de enero de 1899, no era precisamente un buen tipo. Consiguió apoderarse del crimen organizado en Chicago y controlar una de las mayores redes de contrabando en la historia de Estados Unidos, a base de extorsiones y asesinatos contra sus enemigos.
La alta tasa de rotación de sus empleados debido a detenciones, heridas y asesinatos, lo hacía necesitar constantemente de nuevo personal. Y las personas -con tal de llevar comida a la casa- no les importa cometer uno que otro delito.
A lo largo de la historia, criminales como Pablo Escobar, fueron bastante conocidos no solo por su actividad delictiva, sino que también por las obras de caridad que tienen hacia su comunidad.
Pero fue Capone, a través de los comedores sociales que abrió en Chicago, el precursor de la filantropía criminal. En una época donde el estado no daba ayuda social a los más pobres, fue él quien se preocupó de que nadie pasara hambre y alimentó gratuitamente a más de 120.000 personas con platos de sopa caliente, café y rosquillas.
Aunque no lo hacía por mera generosidad, le gustaba pasearse de vez en cuando por sus comedores, para ver como la gente lo aclamaba y le agradecía la ayuda que brindaba. De carácter egocéntrico, Capone siempre hablaba con honestidad de sus actividades ilícitas durante la Ley Seca norteamericana (1920-1933), de las cuales estaba profundamente orgulloso.
Su comportamiento lo convirtió no solo en una figura ampliamente amada por los habitantes de Chicago a quienes ayudaba, sino que también fue quien cambió la imagen que se tiene de los gángsters y jefes de la mafia y los transformó en una especie de anti-héroes.