La cámara se desplaza por una casa antigua y de varios pisos, una residencia que en algún momento albergó momentos de felicidad y que hoy luce oscura, mohosa, húmeda. Se acerca fin de año, pero quien la habita no tiene mayores motivos de festejo. Joaquín es un tipo en silla de ruedas sin más compañía que un perro medio moribundo. Pero un día de lluvia recibe una visita que no espera, la de una joven bailarina con su hija. A partir de ahí todo se altera para este personaje, que hasta ese momento se encuentra sumido en dolores. O como apunta el director de la película, Rodrigo Grande, "un personaje paranoico y oscuro, lleno de culpa, que debe enfrentar a sus propios demonios". Un hombre dañado que, pese a sus impedimentos físicos y emocionales, incluso se las ingeniará para engañar a los malos.

Ese silente personaje queda en manos del reconocido Leonardo Sbaraglia. "Fue todo un túnel rápido", dice entre risas el actor argentino, que como recordando su personaje de Relatos salvajes, responde a las preguntas de La Tercera mientras conduce por las calles de Buenos Aires. "No fue como con otras películas, en las cuales estás cuatro años hablando del proyecto", dice. "Leí el guión, me impactó muchísimo, y al poquito tiempo se empezó a filmar y a los pocos meses se estrenó".

No fue igual para Rodrigo Grande (Cuestión de principios), que trabajó durante varios años en el proyecto, su tercer largometraje, al punto de que mientras se reunía el dinero para hacerlo, llegó a dibujar toda la película. "Todos y cada uno de sus planos", puntualiza.

En esos días fue trascendental el actor Pablo Echarri, que se comprometió como productor y, cediendo el protagónico a Sbaraglia, se quedó con el papel del villano de la historia, el de un tal Galereto, un implacable líder de una banda de ladrones (o boqueteros, en Argentina) que liquida a quien se le cruce en su empresa. Y su empresa implica construir un túnel gigante y perfecto que pasa por debajo de la casa de Joaquín y conduce directo hasta la bóveda de un banco.

Se sumó entonces España a través de una coproducción, lo que trajo la incorporación de Clara Lago, protagonista del mayor éxito de taquilla del cine hispano, Ocho apellidos vascos, y del éxito adolescente Tengo ganas de ti. En su debut en el cine argentino, interpreta a Berta, que llega a remecer la vida de Joaquín. “No está ahí como mero objeto, sino que ella también cuenta su propia historia, tiene un viaje personal y emocional bastante profundo”, explica al teléfono la actriz española.

Al final del túnel se instala en el terreno de las cintas que van elevando el voltaje y basan sus hilos narrativos en un enfrentamiento que amenaza con consumarse en el momento menos esperado.

“Me parece que hay grandes personajes, un gran héroe y un gran villano, y realmente una historia muy bien contada, es como si fuera un Duro de matar en silla de ruedas, es la conformación de un héroe. Y es al mismo tiempo una historia de superación”, explica Sbaraglia sobre lo más medular de la película, que lo obligó a aprender cómo desplazarse en la silla que usa su personaje.

“A mí los desafíos físicos me estimulan, entonces me parecía que había un lugar muy completo desde donde atrapar al personaje, desde donde empezar a contarlo”, añade el actor sobre un proceso que se extendió por un par de meses, previo al inicio del rodaje, y que comprendió visitar a personas que no podían caminar.

La realización misma del filme, demandaría otro tipo de dificultades para el elenco. “Teníamos una sensación de claustrofobia porque rodábamos en una nave inmensa donde se había construido el decorado. Un sitio que parecía que realmente había estado abandonado, muy oscuro, muy frío. Como prácticamente toda la película la rodamos ahí, acabamos todos con una sensación como de ser un poco vampiros o murciélagos”, recuerda Lago sobre el espacio que simulaba la casa, que además implicó la construcción de un túnel que se extendía por 25 metros, situado en Tenerife. Allí, en la cinta, se disponen algunos de los pasajes más tensos de este thriller.

“Tenía que recorrer ese túnel con la fuerza de los brazos, arrastrando el cuerpo como si fuera un renacuajo durante horas y horas, tomas y tomas, entonces al segundo o tercer día realmente estaba molido, porque tenía que llevar con cada brazo 35 o 40 kilos. Si las piernas se hubieran deslizado sobre patines hubiera sido fácil, pero además había un suelo medio arenoso”, cuenta el protagonista.

Exigencias aparte, el actor se muestra orgulloso del resultado. “El director la tenía muy masticada desde hace muchísimos años, y se nota, porque era muy preciso a la hora de señalar cosas. En ese sentido la película anduvo sobre ruedas”, cierra Sbaraglia.