Mi abuelo Juan Manuel llegó desde España y fundó hace 58 años, en pleno centro de San Bernardo, la Gran Tienda El Sol, que aún ofrece ropa de caballeros, artículos de deporte y regalos, y pensé: '¿cómo puedo dejar que su historia se pierda a futuro?'". Esa fue la inspiración para que la gestora cultural María José Guallar (32) creara, en enero, la guía virtual sobre comercio de barrio "Boliches con historia", donde almacena hasta hoy los relatos de una veintena de locales esparcidos por la capital, especialmente en las comunas de Santiago Centro, Ñuñoa y San Bernardo, y cuyo número va en aumento.

"Boliche para mí es una tienda de productos a pequeña escala, con al menos dos décadas de vida, atendida por sus dueños. Son como historiadores locales, que han visto los cambios en la ciudad", señala Guallar.

Este mes tiene seis locales más que agregar, con la intención de reunir la cantidad suficiente para publicar un libro. "El motor de este proyecto es reconocer al comercio de barrio como un patrimonio que forma parte de nuestra identidad colectiva y del paisaje de Santiago", señala.

Para ello, recorre las calles y conversa con los locatarios de pequeñas tiendas, como la Casa Marcos, en Diagonal Cervantes -de artículos de ballet, de los años 40-; la Industria Nacional de Calcetines -abierta hace 53 años por inmigrantes palestinos en Mac-Iver- o la Rotisería Ben Hur, que lleva más de siete décadas en Miguel Claro. "Pero uno de mis favoritos es el Bazar Astra (ver imagen), ubicado en la calle Rosas. Su dueño, Miguel Hiza, tiene artículos de oficina, palillos para tejer, dados, humitas, peinetas pantera, colonia inglesa, hisopos y banderas de todo el mundo", cuenta.

Guallar tenía catastradas algunas tiendas en 2010 y cuando inició oficialmente su proyecto web se dio cuenta de que algunas ya habían desaparecido. "El mes pasado cerró, por ejemplo, la Farmacia Babel, ubicada en la esquina de Brown Norte con Simón Bolívar. Su dueño, Hugo Berríos (80), enfermó y así termina una historia iniciada en 1948".

Por eso decidió incluir la sección "In memoriam". "Es una suerte de homenaje para este tipo de comercio que está desapareciendo junto con su particular sello. Muchos cierran por la complejidad de competir con grandes tiendas y por la construcción de edificios en altura en esos terrenos, y también porque muchos dueños son mayores, no tienen a quién 'heredar' su oficio y no tienen salud o fuerzas para continuar", señala.

Otros locales con la misma suerte han sido la Carnicería Santa Rosa, de Fernando Ramírez, que cerró tras 52 años en el barrio Italia, o la de Manuel Rodríguez, un ex futbolista que trabajó desde los 17 años en su carnicería del barrio Brasil preparando sus propias prietas y arrollados, o la Ferretería Las Lilas, abierta en 1960, en las cercanías de la Plaza Loreto Cousiño y que hoy fue reemplazada por una cadena de tiendas de conveniencia.

Para el presidente del Colegio de Arquitectos, Sebastián Gray, "en muchas ciudades del mundo el plan regulador prohíbe grandes centros comerciales dentro de la trama urbana, justamente para preservar y estimular la existencia de comercio a escala de barrio, fundamental para la interacción social de las comunidades locales y para la calidad del espacio público. Un ejemplo notable es el de Nueva York, donde la norma no permite centros comerciales en barrios residenciales".