Se fue al centro en metro. Bajó en la estación Universidad de Chile y caminó hasta calle Bandera. Era el invierno de 1980; el cine Metro estrenaba Gigoló americano de Paul Schrader. La película con Richard Gere tenía calificación para mayores de 21. Alberto Fuguet aún no salía del colegio, pero no se afeitó en días, se marcó ojeras y compró una entrada. Salió perturbado de la función. "Ya no podía negarlo: Gere me fascinó", recuerda. La película confirmó sus emociones de adolescente: "Puta: me gustaban los hombres; ¿ahora qué iba a hacer?".
La escena fue real y forma parte de VHS, el nuevo libro de Alberto Fuguet y su primer relato abiertamente autobiográfico. A cara descubierta. Sin ficción.
Publicado por Literatura Mondadori, el libro es una memoria sobre los años 80 y su formación como cinéfilo y escritor, así como el despertar de su identidad sexual. Antes de Sobredosis y Mala onda, sus primeros libros.
"Ha llegado el momento de contar la historia", escribe. "El pasado como una narración, como una historia". El pasado, también, como un viaje a un país extraño: el Chile de los 80. Entre los militares, la Guerra Fría, la onda disco y los cines de barrio.
En VHS hay muchas películas, buenas y malas, adolescentes y adultas, que lo identificaron y le abrieron el horizonte en un país en blanco y negro. Desde el cine de Brian de Palma y Ford Coppola, sobre todo La ley de la calle, hasta Woody Allen, John Hughes y Michael Winner. Y hay también el paso de la adolescencia a la juventud, con inseguridades, amistades, enamoramientos y sexo.
A diferencia de No ficción y Sudor, sus dos últimas novelas, en VHS el protagonista y narrador es Fuguet. "Acá la apuesta es hacer un libro que intrigue pero sin recurrir a la ficción. La ficción, se supone, seduce más, tiene sus trucos pero acá, claro, el personaje principal soy yo. Este libro sale un poco de las memorias donde lo único que importan son triunfos y anécdotas.
Como las políticas. VHS es una respuestas a esas memorias-sin-memoria. Al recordar también hay que recordar con ira, con risa, con el pene, con el corazón, con todo", dice. "Si resulta, capaz que haga otro libro de memorias. De memorias más amplias. Creo que lo que me llevó a escribirlas fue no querer inventar; zafarme de la coraza de la ficción".
Toda tu obra tiene una base autobiográfica.
Sin duda. En eso no dudo ni deseo desviarme: todos mis libros salen de mí o de mis recuerdos o de mi círculo o de cosas que he visto. Por suerte. Yo todo lo uso. Desde el día uno. Envidio entre comillas a aquellos autores que pueden escribir sobre aquello que le es lejano o no les importa. Tienden a ser los que son respetados, traducidos y ganan premios. Yo soy más de la escuela de la calle y del recuerdo. Mala onda es ultra autobiográfica incluso en las partes en que no lo es. Supongo que soy autobiográfico incluso cuando invento. Dime con lo que sueñas o deseas y te diré quién eres. VHS es biografía dura.
VHS podría parecer un gemelo de Las películas de mi vida. Pero más bien es su hermano mayor, no?
Me gusta esa idea. Yo lo llamo Las verdaderas películas de mi vida. No es que en ese libro las cintas que citaba no fueron importantes para mí pero Beltrán era un personaje, no era yo. Las películas de mi vida fue escrita a propósito con un filtro infantil, ingenuo, tierno. VHS es más sangre, semen, saliva, sudor también y cinefilia. Con Las películas... capté que la ficción no me dejaba usar mis propias películas o vida y que debía inventar. Siempre me dije: qué pena que no pude ingresar al libro mi época de cinéfilo compulsivo, con cintas más B o trash o de terror y hablar de la época de la formación en la Escuela de Periodismo. Beltrán, el narrador de esa novela, es más ingenuo y es hetero, además. Un poco reprimido, incluso. Y ese libro llega hasta que cumple 18 años y sale del colegio. Creo que las películas de la vida de todos son aquellas que uno ve y te afectan entre los 18 hasta los 22. Las otras te formatean el disco duro pero las que uno elige en la época universitaria son claves. Acá están. VHS es acerca de un joven lleno de impulsos y deseos y curiosidades que necesita saciar en el cine porque, recordemos, no había internet ni menos PornHub.
"Yo soy de la generación en que el cine era casi toda la educación sentimental que había", escribes. ¿El cine perdió ese poder?
Creo que sí. Los chicos están sumidos en algo cercano: la cultura popular-digital. Y ahí salen la galería de estímulos y personajes y artistas que los protegen y potencian. La tele, Netflix, el cable, el streaming, esa es la conexión al mundo. Yo aún soy de la era la ventana al mundo, la única puerta para escapar del que te tocó, el sitio erótico indisputable y la universidad a la que no me tocó asistir. Hoy el cine es parte de un todo inmenso donde lo establecido se fusiona con lo amateur, lo raro de nicho con lo ultra masivo. El cine perdió su hegemonía aunque sigue siendo capaz de provocar mucho.
Citas a Bolaño en 2666, cuando dice que el cine dejó de ser sagrado y que las salas ya no son templos de soledad. ¿Los multicines rompieron la magia?
Obvio. Aunque igual uno puede encontrar cosas increíbles en las multisalas. Los festivales de cine se realizan en multisalas. Pero esas salas tenían algo. Había, por un lado, glamour, como con el Gran Palace y el Rex, digamos, pero también tenían algo sórdido: las salas de cine de barrio, las que luego eran medio porno, las de nicho. Y estaban esos cines vacíos. El Oriente lo odiaba lleno pero vi tantas solo. Lo mismo el cine Las Lilas. Hoy se ha vuelto a un nuevo tipo de magia creo con la posibilidad que el cine sea como la literatura: ambulante. Puedo ver algo donde quiero: metro, bus, avión, playa, cocina, cama, hasta en la tina. Eso es raro. Y puedo ver cine en grande o en aparatos minúsculos. Tuve suerte de ver cintas indignas en sitios que fueron no sólo dignos sino grandiosos, sagrados, impresionantes.
La portada del libro es Abismo con Jacqueline Bisset. En este caso la historia de la película es menos importante de lo que te provocó…
Es que VHS es más acerca de cintas malas que uno quiere. El amor por la basura. Mira con cariño el cine comercial, a veces digno, otras veces indigno, que sin embargo tenía elementos capaz de taladrar tu cerebro más allá de lo malo de la trama. Además, uno era vulnerable. Creo que los adolescentes de esa época lo eran más. Veamos Abismo, de 1977. Una mierda. Peter Yates hizo cosas mejores. Es una suerte de explotación del tema: miedo-en-el-mar. De hecho está basada en la novela mala del autor de Tiburón, Peter Benchley. ¿Qué tenía de bueno? Desde luego Jacqueline Bisset y el sexo y como ella inventó la polera mojada. Uno no veía poleras mojadas o pezones en la tele. Abismo tenía a Nick Nolte que fue mino durante unos años. Y Donna Summers sonando y música de Moroder. Y las Bahamas en pantalla grande. Uno iba al cine por los trozos a veces, no por el todo. Uno quiere momentos de cine, no toda una película. ¿Es Abismo una de las películas de mi vida? No. Es basura que ya no funciona. Pero tiene elementos de gran cine. Sin duda. Lo mismo La laguna azul. Una estupidez sin nombre pero en su momento, a mi edad, fue una explosión... Pésima película pero a la vez un momento clave de la historia de la sexualidad.
Para muchos, eres un escritor que hizo películas. Pero el cine fue anterior: tu primer cuento lo inspiró Brian de Palma…
Claro. Yo quería ser director. Ese era el plan A. Luego ser crítico o guionista. Periodismo era al final y ser escritor no estaba entre mis planes. Es curioso que las cosas se dieron de ese modo. Mi lazo con De Palma fue intenso y totalizador. Otros compañeros tenían de ídolo a Gabo, a Cortázar, a Borges. Yo a De Palma. Y parti imitándolo por escrito. Y a Bukowski cuando lo leí y me dije: ah, se puede escribir así.
¿Volverás a filmar? Has dicho que no. Nunca has filmado cine de género, como aquel con el que te deleitas en VHS...
Ahora haré un medio. Busco apoyo financiero porque yo y el Fondart no congeniamos. Acepto inversores tipo garage. Filmo en diciembre y el protagonista será Santiago Rodríguez. Creo que durará como 30 a 40 min. Es una cinta corta inspirada en VHS y la moral slasher y la estética giallo. Yo vi muchas películas de este tipo (de sicópatas, de asesinos) en los 80s, en una época que ese mundo estaba en la calle y en las casas. Y sin embargo no he filmado así. Mi estética es más europea, capaz, más realista, pero VHS me conectó con el slasher en mí. Entonces pensé: qué pasaría si los 80s de acá se filmaran con la moral y la onda y la estética de las cintas slasher de esa era. Chile era slasher. Se mataba sin razón. La dictadura de Pinochet censuró Missing y cortó Cruising pero dejó pasar Viernes 13 y Halloween y todas las de De Palma. No captaron que esas cintas captan el zeitgeist local. Fue una época donde varias represiones se amontonaban una arriba de otra. Estaba Pinochet desde luego pero el verdadero represor de la líbido gay era la familia, la iglesia, la casa, el colegio. El cine era liberación y era acceso al mundo.
Este es el tercer libro donde hablas de tu sexualidad. Durante mucho tiempo lo eludiste. ¿Qué cambió?
Yo, supongo. Uno cambia, las cosas cambian... Antes lo vivía pero no lo escribía... VHS mira hacia un pasado lejano; mis otros libros eran más acerca del presente de ese momento y quizás me daba pudor.. Creo que este es un libro para mayores de 18 porque, entre otras cosas, me centro en mis años de colegio y universidad y sobre todo el año en que no estudié periodismo. Es, por lo tanto, un libro de un joven y está lleno de hormonas, de dudas, de impulsos y calenturas.
¿Es distinto escribir en primera persona de cosas personales?
Sin duda. Esta es una primera persona full frontal por bautizarlo o designarlo de algún modo. Lleva más al interior el yo que usé en Missing, en Cinépata, en Tránsitos. Me costó encontrar el tono pero el hecho de haber escrito Sudor me ayudó, creo. VHS es un yo más explícito pero más tierno también y más lírico e íntimo. Aquí me siento muy expuesto y me da pudor pero bueno... es complicado escribir desde adentro y tener filtros. La verdad es que ni recuerdo del todo lo que escribí en VHS. Ya lo di por despachado. Lo tengo como bloqueado. No me pasa eso con Sudor, que me da risa y me encanta cuando me dicen que les parece intenso o sexy o calentón o que incluso se tocaron leyendo. Acá ya hablar contigo me hace sudar, en serio. Da cosas, me da plancha. En ficción uno usa cosas de uno pero se esconde, permuta, inventa. Esto es otra cosa. Es primera persona y esa persona soy yo. Quizás en mis últimos libros el tema de lo erótico o de lo amoroso ha aparecido de manera más frontal y como parte clave de la trama pero una cosa es ficción y otra es uno mismo. Acá escribo de mí como adolescente despertando y claro: me afectaba Richard Gere, el chico de La laguna azul, toda cinta donde había tensión entre hombres. Uno a esa edad no mide consecuencias y el libro pedía no ser sutil sino exigió lo que te exige un amigo: contar la firme y contarla con detalles.