Que es un artista inclasificable. Que revolucionó la escultura. Que buscó crear una obra que respondiera preguntas tan importantes para la práctica artística como los significados y mecanismos de la representación. Mucho se puede decir de Giacometti, pero sólo ahora llega a Sudamérica una retrospectiva de una de las mayores figuras del arte reciente.
Después de pasar por la Pinacoteca do Estado de Sao Paulo y por el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, la muestra Alberto Giacometti: colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París llega a la Fundación Proa, en Buenos Aires, con las principales obras del escultor suizo.
En total, son 146 obras creadas entre 1910 y 1960, además de tres piezas pertenecientes a colecciones privadas de la Argentina y una pieza del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. El conjunto contempla pinturas, esculturas, dibujos, grabados y objetos de arte decorativo.
En total, la muestra ya lleva cerca de 30 mil visitantes hasta el momento. Permanece hasta el miércoles 9 y aborda los temas principales del artista: desde su temprana producción en el taller de su padre, su formación ligada a Cézanne, la influencia del cubismo, el descubrimiento del arte africano en los años 20, la marca duradera del pensamiento mágico y del surrealismo, la invención de una nueva representación del ser humano, hasta sus monumentales obras en las calles de Nueva York.
Giacometti nació en Borgonovo, en la Suiza italiana, en 1901. El escultor siempre vivió en el mundo de las artes, estudiando en Ginebra, Roma y Francia. En su fase parisiense, entró en contacto con el trabajo de pintores dadaístas, cubistas y surrealistas, que tuvieron un papel fundamental en el inicio de su carrera. En la década del 30, Giacometti adhirió al movimiento surrealista, produciendo obras como El palacio a las 4 a.m. (1932) y Manos sustentando el vacío (1934).
Giacometti dedicó gran parte de su vida al estudio de la figura humana y firma la escultura más cara del mundo hoy en día. Hecha en bronce en 1960, El hombre que marcha fue subastada por 103,4 millones de dólares en el año 2010.
Así, se trata de una línea de tiempo que permite apreciar las diversas disciplinas con las que Giacometti experimenta a lo largo de su carrera, hasta lograr esa marca definitiva que dejó en el arte del siglo XX, revolucionando los preceptos de la práctica escultórica.
La búsqueda intelectual de Giacometti lo aproximó a los mayores pensadores de su época: André Breton, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Jean Genet, evocados en la exposición. En palabras de la curadora de la exhibición y directora de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, Veronique Wiesinger, Giacometti "se ocupa de las cuestiones más importantes de lo que significa ser humano, lo maravilloso y lo complejo".
Desde 1925 hasta 1965, su producción corrió a la par de los grandes movimientos de la modernidad: el cubismo, el surrealismo, la abstracción y el regreso a la figuración, siempre con independencia.
Wiesinger, quien lleva más de 10 años en contacto con la obra de Giacometti, destaca que "era un artista que siempre cuestionó lo que vio y lo que sabía del mundo y de las personas que veía, con el objeto de representar su visión". Y agrega: "Es una actitud muy desafiante. El arte como una pregunta más que como una respuesta".
Cada sala de la exposición está construida en torno a los aspectos más destacados de la producción del artista suizo y sus obras maestras. Aunque resulta difícil elegir alguna obra en particular, Wiesinger señala que por nada del mundo habría que perderse la oportunidad de ver La bola suspendida, La nariz, La jaula, La mujer de Venecia, las figuras para el Chase Manhattan Plaza y El hombre que marcha.