Michael Bloomberg dejará la alcaldía de Nueva York el próximo martes, tras doce años que han transformado profundamente la ciudad, que ahora es más rica, segura y global, aunque también sufre fuertes desigualdades económicas.

Bloomberg, un multimillonario independiente, ha llevado una gestión tecnócrata alejada del partidismo político, y en la que ha lanzado transformaciones capitales pero ha generado también críticas y acusaciones de autócrata y elitista.

Michael Bloomberg llegó a la alcaldía a comienzos de 2002 y su primera tarea fue recuperar el ánimo y la confianza de los neoyorquinos tras el mazazo de los atentados del 11-S, así como lanzar la reconstrucción del extremo sur de Manhattan.

Bloomberg recuperó y diversificó la economía de la ciudad potenciando el turismo, el sector audiovisual y la llegada de empresas de alta tecnología, de forma que ahora Nueva York es una de las ciudades tecnológicas punteras del país.

Un punto clave ha sido la recalificación de casi un 40% del suelo de la ciudad: mientras se han protegido barrios enteros de carácter residencial, zonas industriales decrépitas o en desuso se han recuperado con enormes proyectos de viviendas y oficinas.


Chelsea, una zona plenamente recuperada y ya muy cara, y Hudson Yards, en incipiente proceso de desarrollo, son dos ejemplos de este proceso de reurbanización en Manhattan, que también se ha  extendido a los demás barrios.

Bloomberg "transformó la economía" de la ciudad, resume a Efe Jeanne Zaino, politóloga de New York University (NYU), quien afirma que el alcalde "deja la ciudad mucho mejor de como la encontró".

La criminalidad ha caído, sobre todo tiroteos y homicidios, de forma que 2013 ha sido el segundo año consecutivo con menor número de esos delitos. En la era Bloomberg se han cometido 9.285 asesinatos menos que en los doce años anteriores.

Gracias a la mejora de la seguridad y a la eficaz promoción de la "marca Nueva York", la ciudad batirá en 2013 el récord del año pasado en la llegada de turistas (54,3 millones) y del dinero que dejan (US$58.700 millones ).

Tras los sucesivos capítulos sombríos de las décadas anteriores (crisis fiscal, decadencia urbana, drogas, delincuencia, terrorismo), la ciudad ha reforzado su posición como capital mundial de las finanzas, el arte, la moda y las tendencias culturales.
 
El número de personas sin techo está en cifras récord y los albergues municipales acogen cada día a más de 50.000 personas (Nueva York es la única ciudad del país donde aumenta su número), además de otros miles más que duermen en la calle.

Buena parte de la riqueza generada por la recalificación del suelo ha ido a promotores y constructores, y además el precio de la vivienda ha subido mucho, por lo que cada vez más barrios populares se transforman con la llegada de residentes de mayor poder adquisitivo que desplazan a las familias más modestas.
 
El mejor ejemplo, aunque no el único, es la zona oeste de Brooklyn, un nombre que en los últimos años se ha convertido en el símbolo de lo más "cool" de la ciudad y una marca global, aunque también a costa de que esa parte del barrio sea ya casi inabordable para rentas medias.

"Lamentablemente, no ha habido un aumento de la construcción de vivienda accesible para los pobres", señala a Efe Carlos Vargas, un politólogo de CUNY, quien añade que la clase media también tiene problemas "para mantenerse" en la ciudad. Por ejemplo, casi un tercio de quienes viven de alquiler gastan más de la mitad de sus ingresos en vivienda, según un estudio de NYU.

A pesar de todo, la ciudad ha ganado unos 250.000 habitantes en la era Bloomberg.

El alcalde también promovió activamente la defensa del medio ambiente: aumentó la superficie de los parques (se creó el famoso High Line), promovió los carriles-bici, lanzó el programa de bicis de alquiler y los transbordadores por el Hudson y el East River, en un intento de abrir una ciudad separada del agua en muchas zonas por fábricas y autopistas.

Bloomberg forzó el marco legal para poder presentarse a un tercer mandato, algo que junto con su práctica de tratar de imponer algunas políticas "desde arriba" le granjeó fama de autócrata sin disposición para el diálogo.

Al final, un balance con más claros que oscuros para una figura pública muy inusual.