El 17 de diciembre, la Democracia Cristiana tuvo la debacle electoral más profunda que se pueda recordar en las últimas décadas. Tanto así que el partido perdió la senatorial en Valparaíso, incluso cuando competían dos figuras históricas de la colectividad: el senador Ignacio Walker y el diputado Aldo Cornejo. "Esta derrota electoral no es la única que he tenido en mi vida, aunque esta en particular duele, cómo no", dice el ex alcalde, quien agrega que hubo "una suerte de sanción de la gente con la DC".

¿Coincide en que es la crisis más profunda de la DC?

No sé si será la más profunda, pero creo que es una crisis que es bastante severa, porque no son las típicas crisis que afloran de una derrota electoral. Esta es una crisis en la que se ha afectado el sustrato humano que todo partido debe tener, particularmente el nuestro que es de inspiración cristiana. Se ha instalado una crisis en las relaciones interpersonales que se refleja en el lenguaje, en las descalificaciones, en las faltas de respeto sistemáticas a través de las redes sociales entre algunos camaradas y en la que la discrepancia -muchas veces legítima- se descalifica, se sanciona y se persigue por todos lados. Cuando eso ocurre en un partido y se expresa con tanta profundidad como ahora, sin duda afecta la viabilidad de ponerse de acuerdo en un proyecto político común de futuro.

¿Cómo llega la DC a este punto?

No es de ahora, desde hace ya mucho tiempo que la DC perdió algo que siempre nos caracterizó, que era que conversábamos mucho, incluso cuando existían posiciones aparentemente irreconciliables. Hoy, en cambio, hemos perdido la capacidad de poder entendernos entre nosotros, de definir cuál es el rol de la DC. Y digámoslo con claridad, porque también se fue produciendo dentro del rol del partido una disputa a nivel bastante desnudo por el poder. Por tanto, el ocupar un determinado cargo o cupo fue primando por sobre la discusión de fondo.

¿A quiénes se refiere?

La DC fue gobierno con Aylwin, con Frei, con Lagos, con Bachelet. Y se fue produciendo un cierto acostumbramiento de muchos democratacristianos, me incluyo, por un afán de aferrarse al poder, de ejercer una influencia que terminó afectando el ADN de la DC. Y empezamos a medirnos por el número de cargos, de ministros, de subsecretarios y de parlamentarios, y nos fuimos olvidando de que la Democracia Cristiana nace en la política en Chile para cumplir un rol de otra naturaleza, de cambios, de mayor justicia y de mayor democracia. Esa preocupación central fue quedando relegada a una controversia cuyo eje central era el poder, y que se reflejó luego en la conformación de grupos internos que complicaron nuestra convivencia interna, postergando las definiciones de fondo.

¿Usted asume alguna responsabilidad?

No tengo ninguna duda de que tengo parte de responsabilidad en esto. Nos faltó buena voluntad para dialogar más, para conversar más, generar más acuerdo. No me sitúo al margen de esta responsabilidad. A lo mejor en algún momento no fui lo suficientemente fraterno con algún camarada, pero me duele, como creo que a muchos, la situación que el partido está viviendo.

¿Hay espacio para superar este quiebre?

Creo que este tipo de crisis pueden ser crisis terminales, que puede terminar en que la DC sea completamente irrelevante o desaparezca, o puede ser como alguien dijo por ahí: una crisis de crecimiento. Ahora, esa crisis de crecimiento solo se puede resolver con mucho diálogo y conversación. Entonces, cuando veo que aquí pareciera ser que lo más trascendente hoy es la elección de la nueva directiva, tengo la impresión de que se requiere una cuestión previa, que es que tenemos que ser capaces de volver a entendernos y a mirarnos sin desconfianzas entre nosotros.

Algunos promueven una mesa de consenso…

En principio, no soy contrario a que haya competencia electoral en una situación como esta. Yo preferiría que al interior de la DC se produjera un gran acuerdo, pero los acuerdos, sobre todo en este minuto, tienen que ser fruto de un diálogo franco y sereno, que por ahora no lo veo.

¿Participará de alguna lista?

No, en nada. Soy un militante de partido que postuló a un cargo parlamentario y perdí, y por tanto no he logrado aún en mi vida política perder el pudor.

Hoy suenan opciones como Alberto Undurraga, Fuad Chahín y Yasna Provoste, entre otros. ¿Con quién de ellos se siente más afín?

Creo que muchas personas tienen condiciones. Pero pienso que el próximo presidente de la DC debiera ser parlamentario, porque se da una situación política bien particular. La DC está llamada a jugar un rol en la oposición al gobierno del presidente Piñera, y esa oposición se da en el Congreso. No son buenas las experiencias que hemos visto en algunos partidos de aquellos presidentes que no tienen cierta sintonía con las mayorías parlamentarias. Por tanto, la construcción de un acuerdo debe pasar precisamente por ese dato.

¿Qué expectativas tiene de la próxima junta nacional?

Si todos los que van a la junta no van con espíritu de unidad, de entendimiento, de restablecimiento de confianza, de diálogo, de voluntad de concordar, soy pesimista del resultado de la junta y va a ser un trámite con consecuencias desastrosas.

¿Qué le parece un posible acuerdo con Chile Vamos para la presidencia de la mesa de la Cámara?

Respecto al acuerdo en la Cámara, hay algunos que han tratado de darle una connotación casi trágica, dramática y política. Y yo creo que la mesa de la Cámara tiene que ver desde luego con un acuerdo de administración. No es un acuerdo político en el sentido riguroso y estricto de la palabra.