Muchos lo vieron como un salto al vacío. En febrero de 2007, la ministra Paulina Urrutia anunciaba a la asistente social Alejandra Serrano Madrid (56) como la nueva directora del Centro Cultural La Moneda (CCPLM), espacio inaugurado un año antes y que debía convertirse en el gran legado cultural del gobierno de Ricardo Lagos. El panorama era complejo: la bullada salida de la antigua coordinadora Morgana Rodríguez, sólo días antes de la inauguración de Obras Públicas, exposición de Nicanor Parra que incluyó un intento de censura debido a su serie de presidentes colgados, sumaba además el déficit presupuestario del centro cultural.

Alejandra Serrano llevaba casi 13 años a cargo de Balmaceda 1215, y aunque tenía fuertes contactos políticos, su nombramiento causó sorpresa en el medio cultural. Pasar de un espacio de carácter universitario y social, a uno que aspiraba a recibir grandes exposiciones internacionales, eran palabras mayores. El aterrizaje fue forzoso y la profesional debió hacer frente a quienes veían al centro como un nuevo elefante blanco y a quienes dudaban de sus capacidades.

A una década de su llegada al cargo, el Centro Cultural La Moneda es el museo más visitado del país, con un catálogo de exposiciones que abarca desde una gran retrospectiva de Roberto Matta para su centenario, en 2011, hasta la muestra Antiguo Egipto, que el año pasado rompió todos los récords con 511 mil visitas.

El domingo pasado finalizó Picasso, mano erudita, ojo salvaje que convocó a 352 mil personas en sólo dos meses y medio de exhibición. El último día, las filas -que recorrían el hall del edificio y salían al exterior- sumaron más de 10 mil personas. El 22 de marzo se inaugurará La revolución de las formas: 60 años de arte abstracto en Chile y luego será el turno de la primera gran muestra de Andy Warhol en el país.

¿Cómo logró revertir las dificultades del primer año?

Fue duro, teníamos un déficit de casi $ 300 millones, de mucha crítica pública y de poco logro. En términos expositivos necesitaba marcar un punto de quiebre para partir de cero. En silencio comencé a hacer los contactos para traer una exposición de Frida Khalo, que al final fue compartida con Diego Rivera ( que recibió 168 mi visitas ese año). Tuvo todo el efecto que yo busqué, porque a partir de ese minuto dimos una clara señal del estándar que queríamos darle al centro.

¿Le afectó mucho la crítica?

La crítica es buena cuando es constructiva, pero en ese momento fue despiadada. Lo mismo veo que pasa con el Centro Nacional de Cerrillos. Haber ganado esa infraestructura magnífica para el sector es un tremendo logro y la idea de un lugar donde se combine la exhibición, conservación, la reflexión y la memoria es muy interesante; pero yo no esperaría -porque estamos en Chile y porque a mí me sucedió- que el primer día esté todo funcionando. Nosotros nos demoramos 10 años en tener este lugar funcionando como un trasatlántico, pero esto no era así cuando yo llegué. Hay que darle tiempo a las instituciones para que se desarrollen, hay que ser exigente pero no destructivo.

¿Cuál diría que han sido las claves del éxito en términos de audiencia?

Podría hablar de las diferentes estrategias de asociatividad, de difusión, de producción que hemos adoptado, pero si tuviera que decir la clave es hacer todo siempre pensando en la gente y especialmente en los que siempre han quedado afuera. Eso es lo que ha ordenado la reflexión del centro: pensar en qué hacemos, cómo lo hacemos, cómo acompañamos eso para que se entienda más, para conectar cada vez más al público, para que el público disfrute más y sea más feliz en familia.

¿Qué opina de la gratuidad de los museos de la Dibam para atraer más público?

Creo que no basta con que sea gratuito para que la gente venga, aunque por supuesto que cobrar una entrada que la gente no puede pagar es un barrera, porque desgraciadamente en este país las desigualdades son feroces. Lo que hemos hecho nosotros es tener un sistema mixto: tenemos garantizado el acceso con entrada gratis de 9 a 13 horas todos los días, pero es limitado, porque también me parece importante que el país y el público aprenda a sustentar la cultura pagando un ticket. Creo que es virtuoso que el que pueda pagar lo haga. Ahora la gratuidad, si no está acompañada de educación, de actividades que creen un hábito en el consumo cultural de las personas, el trabajo está hecho a medias. A eso apostamos nosotros.

En estos 10 años, el CCPLM ha traído al país armaduras de Japón; arte brasileño y africano; obras contemporáneas de la colección de Peggy Guggenheim; piezas originales de la India, y los guerreros de Terracota de la Antigua China, que en 2009 se convirtió en la segunda muestra más visitada con 360 mil personas. Por lo mismo Serrano ha estrechado lazos con instituciones de varias partes del mundo y construido de a poco una sólida imagen internacional. En mayo próximo la directora está invitada a un coloquio internacional en Zacatecas, México, donde participarán instituciones como el Metropolitan de Nueva York, el Museo Reina Sofía de Madrid, el Museo del Louvre de París, además de representantes de Colombia, Perú y Brasil. "Es una invitación que me enorgullece y donde la reflexión justamente está puesta en el tema de las audiencias, y cómo hacemos en este siglo para conectar más y mejor con ellas. Hoy participamos de un circuito en el que antes Chile no existía", dice Serrano.

Muchas instituciones culturales chilenas se quejan de la falta de financiamiento ¿Cómo lo han sorteado ustedes?

El Estado nos da un piso que es de cerca de $ 2 mil millones, lo que nos sirve para funcionar, y el año pasado conseguimos 2 mil más, entre apoyos de empresas y recursos generados aquí dentro, haciendo todo tipo de cosas. Creo que el Estado tiene que dar aportes relevantes, pero las instituciones culturales también tienen la obligación de generar resultados, lograr asociatividad con las empresas, buscar cooperación internacional. No esperaría que el Estado resolviera todo.

¿Por cuánto tiempo más se ve en el cargo?

Me veo por un tiempo, pero no por mucho más. Pienso que uno no se puede adueñar de las instituciones, y creo que ésta puede funcionar sin mí. Hay un equipo sólido y eficiente. La persona que llegue recibirá un regalo, pero yo aún no me voy.