Un dibujo de un Alejandro Jodorowsky desnudo, flaco, de pelo blanco largo y una barba lisa, abre la exposición PascALEjandro, alquimia andrógina que el artista chileno inauguró junto a su cuarta esposa, y "único amor", Pascale Montandon, en París. En la pintura, ella está embarazada. Reconocemos su melena morena y los rasgos vietnamitas de esta mujer a quien conoció leyéndole el tarot en el mismo café donde lo hace cada miércoles hace más de 30 años: "La conocí hace 12 años, yo tengo 43 más que ella. Sabíamos que no podíamos tener hijos, así que decidimos dar a luz a un pintor, al que llamamos PascALEjandro".
Con aquel nombre ambos exponen en la parisina Galeria de Azzedine Alaïa hasta el 11 de junio, por invitación del diseñador de moda franco-tunesino del mismo nombre que abrió un espacio de arte donde expone a los creadores que admira.
La muestra está llena de color, con muchos cuadros pertenecientes a colecciones particulares, en los que Alejandro pone el dibujo y Pascale los matices. Pierrots en lucha, amantes místicos, la maternidad, la vida y la muerte están presentes en estas obras en que se reconocen sobre todo las constantes presentes en el Jodorowsky director de cine: "En el primer cuadro estamos Pascale y yo yendo hacia el vacío, y yo le digo que vamos a gestar a un pintor. Y en el cuadro final somos acróbatas de circo que estamos sobre una cuerda floja en equilibrio, podemos caer en cualquier momento a un precipicio y ella va guiando. Yo estoy viejo sobre sus hombros, y sobre los míos hay una calavera, que es la muerte. Somos tres y nos estamos riendo porque es una fiesta, y hay que vivirla mientras se vive, sin pensar en cuánto dura".
Pascale ha participado poniendo el color en las dos últimas películas del psicomago, La danza de la realidad (2013) y Poesía sin fin (2016), las dos primeras entregas de su trilogía autobiográfica: "Pascale participa en mis películas, pero hace los trajes, que son formidables, y yo dirijo. Con las nuevas técnicas del cine digital, el color es neutro, tú lo das después con la luz. Así que los colores y las luces las hace PascALEjandro".
Este hijo artístico le ayudó también a sobreponerse de su última película, que le dejó muy averiado físicamente: durante la filmación se cayó y luego le diagnosticaron asma. "La película casi me mató", reconoce. "No podía respirar. Y los doctores me dieron ventolina y antibióticos, y más mal me puse. Estuve así cuatro meses hasta que encontré al buen médico con algo que dicen que es placebo, la homeopatía. Pero si funciona es porque tiene un rol médico, y en un mes y medio se me pasó. Durante estos últimos cuatro meses preparé la exposición feliz y cuando dibujaba se me pasaban todos los síntomas".
Ahora está recuperado y aunque dice que no le gusta la vejez ni la idea de la muerte, sabe que no puede hacer nada por cambiar el curso de la vida: "Pero he descubierto que nunca he estado mejor, no me cambiaría por ninguna edad, porque las cosas se contrapesan. ¿Puedes tener relaciones sexuales? Sí, puedes, a tu manera. Es un mito que la sexualidad se acaba, es un mito que la creatividad se acaba, cada vez vas progresando y vas madurando, te vas haciendo más sabio con la edad. Ahora las personas que tienen miedo a la vejez, envejecen mal, y las personas que no han vivido su vida se vuelven niños, y les da Parkinson o Alzheimer porque viven muy tensos, viven en combates internos y cuando no logran lo que quieren, tienen que olvidar el pasado".
Eso a él no le ha pasado; al contrario, con 88 años trabaja intensamente. Uno de sus proyectos es la película Los hijos del topo, secuela de su filme El topo, que llegará al cine en versión animada a partir del cómic ilustrado por el mexicano José Ladrönn. Con Jeremiah, "el mejor autor de cómic de hoy", trabaja en Los caballeros de Heliópolis, "una aventura sobre la alquimia y Francia".
Tercera entrega
Con Adán, su hijo más joven, rodará la tercera parte de su trilogía autobiográfica el próximo año. Con el título El viaje esencial narrará sus aventuras en París y México, entre los 50 y 60, en una nueva y cómplice aventura con sus hijos: "Yo vi todo lo que mi padre no me dio y decidí dárselo a mis hijos. Me convertí en un buen padre. Y me propuse desarrollarles la libertad y la creatividad. Ellos son libres de hacer y pensar lo que quieran y todos son artistas. Pero si hubieran sido futbolistas, los aceptaría. Hasta mi nieto de 10 meses, el hijo de Adán, está tocando piano y tambor. Y mi nieta Alma Jodorowsky, actriz, es una IT girl (jóvenes del mundo de la moda). Claro que está en el arte industrial, y eso a mí no me interesa", se ríe.
Para hacer su nueva película, el director criado en Tocopilla volverá a apelar a la solidaridad de su público para financiar la obra. "Voy a hacerlo como de costumbre, porque la industria está en mi contra. El cine industrial no quiere que se hable de arte, de bueno o malo, sino que de gusta o no gusta. Pero al cine arte le importa que la obra sea bella", defiende. Y aunque tiene un público cautivo, sabe que es limitado: "Yo no puedo financiar mis películas con eso. Yo no gano nada, no puedo hacerme rico con las películas, yo pierdo. Hago las películas para perder dinero. Claro que ya perdí el mío, así que ahora hago perder dinero a los otros".
Aunque el realizador está contento con la respuesta del público chileno a sus películas, se sintió "no reconocido" cuando en 2014 fue nominada para representar al país en los Oscar la película Matar a un hombre, de Alejandro Fernández, en lugar de La danza de la realidad. "Yo tenía el 95% de críticas positivas en el sitio Rotten Tomatoes, así que Chile perdió la oportunidad de tener un Oscar. No importó la calidad artística, protegieron a sus amigos".
Pese a ello, dice que Chile le encanta como México y Francia, aunque se sienta siempre ajeno y más bien un "ciudadano del planeta perteneciente al género humano": "De Chile me fui realizado, había hecho un teatro de mímica, tenía amigos poetas formidables como Nicanor Parra y Enrique Lihn, conocía muchos artistas e incluso a Lafourcade lo quise mucho. Pero partí para desarrollarme afuera. Me fui antes de Salvador Allende y volví después de Pinochet, 40 años más tarde, así que no viví el drama chileno. Cuando voy, soy como un extranjero porque no viví los 40 años esenciales del sufrimiento de unos y la terquedad de otros de continuar amando a Pinochet y sintiendo que es un héroe. Como lo que está pasando en Venezuela, medio país lo ataca y medio país lo defiende manu militaris, pensando que las armas y la ferocidad van a solucionar todo. Y se equivocan".