No sólo los malos hábitos son recurrentes. Así como a algunos el cigarro se les devuelve como un boomerang, hay cierta ética del trabajo duro que los adictos a su oficio no pueden abandonar. Le pasó a la bailarina italiana Alessandra Ferri (53) hace tres años, cuando decidió reconsiderar su retiro del ballet. Llevaba seis años sin poner un pie en puntillas, pero en el verano del 2013 retornó a lo que mejor sabe hacer. Lo hizo en su propia patria, en el Festival Dei Due Mondi de Spoleto, y con la obra The piano upstairs, que ella misma coreografió. Desde ese momento no ha parado y la próxima semana, por primera vez, estará en Chile.
Ganadora en tres oportunidades del premio Olivier (el más importante en espectáculos teatrales de Gran Bretaña), Alessandra Ferri estará el sábado 19 en el Teatro del Lago de Frutillar con la obra Trio ConcertDance. La propuesta reúne obras de cinco importantes coreógrafos actuales: el canadiense Russell Maliphant, el argentino Demis Volpi, el taiwanés Fang-Yi Sheu, el ruso Alexei Ratmansky y el francés Angelin Preljocaj. Junto al primer bailarín del American Ballet, el argentino Herman Cornejo, y acompañada en el piano por Bruce Levingston, Ferri apela en esta creación a una serie de historias intimistas y delicadas. La pareja Ferri-Cornejo baila acompañada musicalmente por creaciones de Chopin, Ligeti, Scarlatti o Satie, entre otros compositores clásicos.
Considerada la sucesora de la bailarina italiana Carla Fracci (1936), Ferri ha sido una de las mejores intérpretes de Romeo y Julieta, en la coreografía del británico Sir Kenneth MacMillan. Precisamente en junio retornó a la obra en una presentación junto al American Ballet. Es decir, con la misma compañía donde fue la figura por dos décadas tras su paso por el Royal Ballet de Londres entre 1980 y 1985. El Romeo de esta producción fue el argentino Herman Cornejo (1981), algo así como su nueva pareja artística.
¿Cómo es la relación con Herman Cornejo?
Nos llevamos muy bien. Es una relación divertida y especial al mismo tiempo. Somos de generaciones diferentes: él me entrega energía y fuerza y yo le doy mi experiencia. Por supuesto que es diferente al lazo que yo mantenía con Julio Bocca, quien fue el amor artístico de mi vida. Con Julio nos cautivábamos juntos. Bailábamos y desarrollábamos ideas en conjunto en el American Ballet. En fin, es una historia diferente. Como en la vida, cada historia de amor es distinta de la otra.
Ud. se retiró en el año 2007, pero retornó en 2013, ¿por qué?
No estaba feliz conmigo misma. Soy una artista, una bailarina, y no me sentía bien con mi vida sin la danza. Nací con esta vocación y misión. No la podía arrancar de mi vida así. Es lo que me define como persona después de todo.
¿Extrañaba algo en particular?
Extrañaba todo. La danza es mi alma.
¿Es difícil volver tras seis años fuera de las pistas?
Por supuesto que es difícil, pero por otro lado no le tengo miedo al trabajo duro. Cuando creo que no estoy al cien por ciento de mis condiciones, no le tengo temor a seguir ensayando hasta lograr el estado ideal para interpretar una obra.
¿Cómo nació Trio Concert Dance?
La obra nace del deseo de los tres artistas involucrados, Herman, Bruce Levingston y yo, de crear algo que conecte nuestras sensibilidades. Junto a Herman fuimos a un concierto de Bruce Levingston en el Carnegie Hall y ambos sentimos que él tocaba exactamente como bailábamos. Ahí nació todo. Fue maravilloso bailar obras de coreógrafos contemporáneos. Son piezas más bien abstractas, de creadores que yo nunca había interpretado en escena. Trio Concert Dance es una obra muy íntima y pura. Mientras más intercambio hay entre el coreógrafo y el bailarín, más profundidad y emoción se logra en el escenario. Hay menos efectos y más verdad. Me temo, en todo caso, que la mayoría de las obras de nuestro tiempo buscan sólo el efecto. Es un reflejo de nuestra sociedad.
¿Cree que la escena actual de los bailarines conecta emotivamente con el público?
Desafortunadamente no hay muchos. Lo que sí existen son muchos bailarines que hacen pasos rápidos, capaces de muchas habilidades y piruetas. Pero hay menos coreógrafos que sean artísticamente estimulantes en la tradición de, por ejemplo, Kenneth MacMillan, Georges Balanchine, John Cranko o Frederick Ashton.
¿Siente nostalgia por los buenos viejos tiempos?
No, porque tengo esa época dentro de mí y tuve la suerte de conocer a muchos de los grandes coreógrafos de los que hablo. Son parte de mi trayectoria y de mi vida. Los llevo dondequiera que vaya. Hablo de Agnes De Mille, Antony Tudor, Kenneth MacMillan, John Neumeier, Roland Petit, Jerome Robbins. Trabajé con ellos y aprendí mucho de ellos también Por lo mismo, los bailarines de hoy enfrentan un panorama más difícil: no tienen a aquellos grandes nombres a quienes recurrir.