Llueve sobre Santiago en la madrugada y un grupo de hombres llega a la casa de Tomás Moro con inusual apuro. Es demasiado temprano y entre ellos se preguntan si corresponderá despertar al presidente Salvador Allende. El primer mandatario casi no ha dormido tras una reunión maratónica, pero también ha dejado órdenes de que se le avise ante el menor asomo de movimiento de tropas. Entran los efectivos de la Guardia Presidencial (Gap) a su habitación, pero Allende ya está despierto. "¿Qué pasa?", pregunta, sentado en la cama, con el nudo de la corbata a medio hacer. "Tenemos información de que se ha producido un alzamiento en la Marina. Avanzan sobre Santiago", responde Jano Barrientos, miembro del Gap.
En esta escena, ubicada en el exacto inicio de Allende en su laberinto, se define el clima que tendrá la película durante la hora y media restante. Es una narración acelerada, poblada de diálogos y que quiere ser un thriller sobre las últimas siete horas de vida de Salvador Allende. Es el tiempo que separa su salida de la residencia de Tomás Moro y su muerte en La Moneda. En ese lapso tiene sus últimas conversaciones con su asesor Augusto Olivares (que luego se suicidará), con sus ministros Fernando Flores y Daniel Vergara. También se despide de su hija Beatriz y, con particular dolor, de Miria Contreras, secretaria personal, conocida como La Payita.
La película de Miguel Littin tuvo el miércoles su primera exhibición en el país, en el Teatro Caupolicán. Una semana después de mostrarse en Venezuela (país que aportó actores, producción y escenarios), la película contó con la presencia de varios invitados oficiales, entre ellos el ministro del Interior Rodrigo Peñailillo y la ministra de Cultura Claudia Barattini. También asistieron algunos ex funcionarios y cercanos a la Unidad Popular, como el ex ministro Sergio Bitar y Osvaldo Puccio, hijo de Osvaldo Puccio Giesen, secretario de Allende.
El largometraje de Littin, que se estrena comercialmente en marzo, es protagonizado entre otros por Daniel Muñoz como Allende, Aline Kuppenheim en el rol de La Payita y Horacio Videla en el papel de Augusto Olivares. Mientras La Payita es el colchón afectivo del ex presidente, Olivares opera como su principal consejero. Con él, Allende juega su última partida de ajedrez antes de que los bombardeos comiencen a arreciar. Con él también recuerda las viejas campañas, en particular la del 58, cuando estuvo a punto de ganar y la candidatura del cura de Catapilco le quitó los votos necesarios. Son los momentos más reflexivos dentro de una cinta en que la mayoría de las escenas tiene la banda sonora del disparo y el ruido de metralla.
También se cuela la emoción en los encuentros entre Allende y La Payita, a quien le canta al oído algunos versos de Tu nombre me sabe a hierbaa, canción de Joan Manuel Serrat que el ex presidente tararea desde aquella fría madrugada, la última de su vida.