Hay una guerra en Cannes y, como todos los conflictos bélicos, las razones parecen pueriles y mezquinas. ¿Qué es mejor, ver una película en pantalla grande o en un LCD y en el dormitorio del matrimonio? ¿Acceder en el Netflix local a la película de Jacques Audiard ganadora de la Palma de Oro en 2015 que nunca llegó a Chile (disponible ahora), o contentarse con el blockbuster de la semana en un multicine? La respuesta más sensata pareciera ser "todas las anteriores" y dejar que la libertad de elección permita disfrutar en cama o sentado en la butaca. Desde ayer, sin embargo, el director Pedro Almodóvar, presidente del jurado de Cannes 2017, se declaró un partidario ferviente de llegar a la pantalla grande a través de todas las formas de lucha. Su compañero en la grilla de jueces, Will Smith, respondió con su afabilidad irresistible desde el otro lado del campo de batalla: para él, Netflix es la opción democrática del presente y del futuro.
El impasse comenzó hace un mes cuando el delegado general del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, anunció que las películas The Meyerowitz stories de Noah Baumbach y Okja de Bong Joon Ho, estarían en la competencia de la Selección Oficial. No son filmes cualquiera: ambos son trabajos de realizadores con una mirada muy personal, pero los dos son producidos por Netflix, que las estrenará próximamente. La inclusión de dos largometrajes que nunca pasarán por las salas de cine comerciales dentro de un festival consagrado a la pantalla grande gatilló la furia de los exhibidores en Francia, donde las películas llegan a la TV sólo después de 36 meses en cartelera.
Ayer, Almodóvar le bajó tácitamente el pulgar a las dos producciones de Netflix al defender a las salas como irreemplazable medio de exhibición. ¿Qué posibilidades tienen ahora The Meyerowitz stories y Okja de ganar la Palma de Oro? ¿Valdrá más su calidad como obras o su pertenencia al conglomerado mediático? "Sería una paradoja que eventualmente la película ganadora de la Palma de Oro de este festival no se pudiera ver en salas… Creo firmemente que la primera vez que uno ve una película, la pantalla respectiva no debería ser más pequeña que nuestros muebles, que una silla o un sofá", afirmó el realizador de Volver, leyendo una declaración en la conferencia de prensa, rodeado de los otros jurados, entre ellos Jessica Chastain y el director italiano Paolo Sorrentino.
Luego, fundamentó aún más: "Mientras siga viviendo siempre defenderé lo que muchos jóvenes ya no conocen: la capacidad de hipnosis de una pantalla grande y la sensación de sentirnos diminutos y humildes frente a ella".
Smith, el hombre de Netflix
No pasaron demasiados minutos desde que habló el cineasta manchego hasta que Will Smith entregó su muy diferente perspectiva al respecto. Nadie se lo preguntó y fue un acto que luce como el mejor espaldarazo a Netflix de parte de una estrella. "Tengo hijos de 18, 16 y 14 años en la casa. Van al cine dos veces a la semana y al mismo tiempo ven Netflix. Hay muy pocos roces entre lo que ven en salas y lo que les ofrece la plataforma. En mi casa, al menos, el cine y Netflix conviven perfectamente. Para mi familia, Netflix es sólo un gran beneficio y les permite a los chicos ver películas que de otra forma no habrían tenido la oportunidad de apreciar. Les otorga una gran conexión con el mundo, con un territorio de artistas independientes que quizás sólo se pueden ver en una sala de cine ubicada a 10 mil kilómetros", dijo.
En medio de esta disputa queda Thierry Frémaux, el delegado del Cannes que quiso hacer un guiño al nuevo actor del cine mundial (es decir a Netflix, que además producirá la nueva cinta de gángsteres de Scorsese) y terminó algo trasquilado. Ayer, intentando poner paños frío, disparó aún más la fiebre y a estas alturas nadie sabe por qué hay dos películas en competencia de la plataforma si hasta el presidente del jurado no es aliado de la compañía. "Netflix decidió mostrar sus películas en Internet, por lo que los teatros franceses protestaron. Es lo correcto, ya que el cine es el primero de todos los teatros", dijo Frémaux a Reuters.
La querella entre Cannes y Netflix tiene un curioso perfume de batalla cultural. O de disputas entre una empresa agresiva y una institución tradicional. Desde lejos, parece que Cannes juega al clásico rol del soberbio artista europeo enemigo de los hombres de negocios, pero desde cerca se comprende que el festival busca proteger sus intereses y los del sistema de exhibición en Francia, el país donde la gente va más al cine en el mundo.
Más allá de las defensas gremiales, el debate conduce siempre a un mismo destino: la libertad fílmica sólo parece asegurada por compañías que, como Netflix, tienen las arcas holgadas. El realizador coreano Bong Joon Ho aseguró esta semana que sólo esta plataforma le dio la seguridad para hacer su nuevo filme fantástico. Además, se sabe que la posibilidad de que Scorsese hiciera una cinta de mafiosos con Robert De Niro tras el fracaso comercial de Silencio era nula hasta hace unos meses. Fue Netflix la empresa que puso el cheque en blanco para que rodara The Irishman a partir de agosto. Probablemente la verán los hijos de muchas familias en su televisor doméstico, como la de Will Smith, pero no irá a la sagrada pantalla grande cuyo último profeta es Pedro Almodóvar.