Las 500 Millas de Indianápolis 2017 quedarán ligadas a la Fórmula Uno como nunca. Primero por la presencia de Fernando Alonso, que decidió, junto con McLaren, olvidarse de Mónaco (pág. 12) e ir a probar suerte a Estados Unidos. Y por Takuma Sato, el ganador, el primer japonés en vencer en esta legendaria carrera, de 101 ediciones, y que tuvo su otro gran logro en este mismo circuito, cuando se convirtió en el primer piloto de su país en hacer un podio en la F1: fue en el Gran Premio de Estados Unidos 2004.
Pero fue el español el protagonista de las dos semanas que dura la fiesta de las 500 Millas. El primer día que se subió al auto, dos millones de personas, en todo el mundo, siguieron su rodar vía internet.
Causó simpatías al siempre tratar de decir que no venía a poner el pie encima, sino a aprender, aunque Lewis Hamilton, desde Europa, fue menos educado y dudó abiertamente de la calidad que se necesita para pilotar en la Indy, al saber que Alonso había logrado el quinto mejor tiempo en las clasificaciones.
En la carrera misma, Alonso fue protagonista también. Fue líder de la carrera en buena parte de las 200 vueltas, aunque eso en los óvalos, significa poco.
Importa más lo que se haga en la última parte de la carrera y ahí el ovetense estaba acelerando, tras las conocidas banderas amarillas y rojas, peleaba por meterse dentro de los cinco mejores, pero a 21 giros del final, el motor simplemente explotó. Seguramente la causa de abandono más común en la serie.
"Vine aquí a ponerme retos. Sé que puedo ser tan rápido como cualquiera en la Fórmula Uno, pero no sabía si podría serlo también en la Indy Car. Quería experimentar esa sensación", declaró el español.
"Lideré la carrera. Fue genial. Vi el número 29 en lo más alto de la clasificación y pensé: 'Espero que hayan sacado una foto de ese momento, porque la quiero en casa'", reconoció el hispano, quien felicitó a Sato, su compañero de equipo.
Sobre el motor roto, afirmó que "escuché el ruido y me llamó la atención. Luego ya vi el humo. Es una pena porque merecíamos haber acabado la carrera al menos. Quién sabe en qué posición habríamos terminado".
El propulsor dañado fue un Honda, misma marca que motoriza a McLaren en la F1, aunque esta vez no hubo recriminaciones de parte del piloto al team ni a la marca japonesa.
Alonso se despidió de los periodistas tomando leche de una caja, una tradición reservada para los vencedores. "Sé que no gané, pero me encanta la leche. Nos vemos en Austin", dijo, entre aplausos.
Al final, el accidente del giro 55, cuando Scott Dixon voló y salvó la vida sólo gracias a las medidas de seguridad de los autos (en ese momento lideraba Alonso), y el choque múltiple a poco del final se quedaron con buena parte de los recuerdos de los estadounidenses. Y el triunfo de Sato.
De Alonso se acordarán cuando la F1 corra en Estados Unidos, en octubre. O tal vez ni eso.