En Madrid le tocó vivir el triunfo de Chile sobre España a Amaro Gómez-Pablos. El periodista de TVN viajó a Europa para reportear la proclamación de Felipe de Borbón, el nuevo rey, y el ambiente mundialero que envolvía a ambos países por el decisivo partido del miércoles en la Copa del Mundo.

La próxima semana, Gómez-Pablos debe volver a Chile para retomar 24 horas central y para enfocarse en el próximo estreno de Luchadores, el docurreality que busca instalar, concientizar e incentivar la donación de órganos. Claudia Conserva e Ignacio Franzani  son los otros dos conductores de este programa, que tendrá 11 capítulos y que debutará los primeros días de julio.

Uno de los casos que le tocó seguir al hombre ancla del Departamento de Prensa de TVN, y que también ha participado en espacios como Frontera azul y 360°, ventana al mundo, fue el de Juan Carlos "Tata" Díaz, el editor del matinal Buenos días a todos, quien en junio del año pasado recibió un trasplante de pulmón. "Nos acercamos mucho con él, porque hubo momentos de quebrantos mutuos. Es muy sincero el apego que se da por el dolor y así es como se cultivan las buenas amistades. Vivimos todo el proceso desde el principio", explica Gómez-Pablos.

También vivió el caso de un niño de seis años que necesitaba un hígado y un riñón…

Sí, un niño anciano, como le digo yo, porque a su corta edad tiene una madurez y una resiliencia que ya quisiera yo. Es muy curioso cuando a mi edad,  46 años, te pones a observar a un niño con plena admiración y se te convierte en un referente de constancia y de alegría.

¿Fue muy difícil la experiencia?

Fue muy difícil participar en Luchadores, porque hay que ponerse en el cuerpo y en el dolor del otro. Otro que a ratos agoniza por la incertidumbre de no saber si llegará el órgano que necesita. Te involucras demasiado, porque la telerrealidad implica eso. Vives el dolor emocional y también el físico.

¿Qué vio de atractivo en Luchadores para querer estar ahí?

Lo vi como un crecimiento personal a partir de una experiencia profesional. Me admiré de lo que me pudo aleccionar un niño de seis años. Y el privilegio de poder compartir un momento tan íntimo. Saber que estás en la frontera entre la vida y la muerte es algo que no se experimenta siempre. Tal vez tengo una cierta empatía con este tipo de casos, porque con tanta guerra, cánceres y muertes prematuras en mi entorno, sé lo que significa.

¿Tenía temor a mostrarse afectado o emocionado en pantalla? 

Nunca he sido parte de esa escuela del periodismo que pretende que uno debe tener cara de póquer, fría y distante. Los periodistas somos seres humanos y no es lo mismo que ser sensacionalista o convertirse en el centro de la noticia. Ante todo, las emociones son esenciales a nuestra naturaleza y pretender lo contrario es iluso.

¿Siente que la gente lo vincula a un rol más estructurado?

La gente me ve en las noticias y cree que yo no tengo emociones, pero en las noticias no voy a estar contándoles mis frustraciones personales y diarias. Eso no viene al caso y sería demasiado autorreferente.  No me siento un periodista emocionalmente robotizado, y nunca lo he sido. Cuando he ido a la guerra, he tratado de relatar desde la perspectiva humana, pero siendo fiel a los hechos y a la noticia dura.

¿Le llaman la atención los programas de corte social? 

Claro. Es en este tipo de programas y de noticias donde se cultivan relaciones. Eso es lo que me ha pasado con incendios recientes y terremotos. Ahí, inevitablemente, se generan lazos que van más allá de lo que se ve en pantalla. Yo, por ejemplo, sigo hablando con la gente de Dichato y Valparaíso.

Tras su separación, ¿cómo vivió el estar expuesto en la prensa de farándula?

Fue muy desagradable, se empecinaron conmigo. Pretendieron que me dirigiera a ellos, cuando es absurdo, porque dijera lo que dijera iba a perder.  Es tal la cantidad de estupideces que dicen, que uno queda atónito. No veo farándula, no me gusta la farándula y no tengo interés alguno en ella.