A los tres años su madre le leía cuentos de hadas. La pequeña Amélie Nothomb gozaba particularmente con un clásico de Charles Perrault escrito en el siglo 17, donde había un secreto que conseguía aterrarla. Se trataba de Barba Azul, la historia de un aristócrata que asesina a cada una de sus esposas por desobedecer la orden de no entrar en la habitación prohibida.
Desde esa primera aventura literaria han pasado décadas y esta escritora belga se ha convertido en una máquina de hacer novelas de éxito. Su debut literario fue en 1993 con Higiene del asesino. Su narrativa ha alternado entre novelas autobiográficas como de ficción y ha sido reconocida con numerosos premios internacionales. Paralelamente, Nothomb ha cultivado cuidadosamente su personaje, con una estética elegante que fascina a los góticos. Le divierte decir frases chocantes como "la Inquisición ha sido un progreso. Antes a las brujas se las quemaba y punto. A partir de la Inquisición hay un juicio". O explicar que desde hace 20 años escribe en ayunas, todo los días, desde las cuatro de la mañana hasta las ocho. Y a mano. No puede con la tecnología. Máquina de escribir incluida.
Ha venido a Barcelona a presentar la reciente edición al español de Barba Azul, una novela publicada hace dos años en Francia. "A los 13 años volví a leer los cuentos de Perrault, pero leyéndolos yo misma, y recuperé evidentemente Barba Azul, mi cuento preferido. Pero me encontré con que Perrault era muy injusto. De hecho, la versión me pareció escandalosa, porque mostraba a hombres abyectos, vulgares y a mujeres absolutamente idiotas".
Con el paso de los años decidió reescribir la historia. "Sigo considerando que Barba Azul tiene razón, pero creo que la pena capital es quizás demasiado definitiva. Lo ideal hubiese sido que repudiara a sus mujeres en vez de matarlas".
Su intención nunca fue suavizar el relato, pero sí cambiar por completo la condición de los personajes. "Ser justa", según sus palabras. "El se había inspirado en Enrique VIII de Inglaterra, que era evidentemente un personaje vulgar y monstruoso. Entonces, lo opuesto tenía que ser un personaje español", explica. Según cuenta, existe una tendencia muy típica en la tradición literaria francófona, de buscar en la literatura española a los héroes excesivos.
"Y frente a este hombre, quería una mujer potente, que pudiera plantarle cara y pensé que una belga sería perfecta. Por lo que escogí a una súper yo, una súper Amélie Nothomb que es Saturnina", dice. El Barba Azul de Amélie Nothomb es Emilio Nibal y Mílcar, un noble español que vive recluido en un palacio parisino, rodeado de lujos y excentricidades, como leer obsesivamente actas de la Inquisición mientras bebe el mejor champagne francés. Conoce a la hermosa y brillante Saturnina tras publicar un aviso en el diario para arrendar una pieza por un precio ridículo. Las ocho coinquilinas anteriores han desaparecido misteriosamente tras vulnerar la orden de no ingresar a una habitación prohibida.
Sobre su método de trabajo dice: "Escribo cuatro manuscritos al año y escojo sólo uno para publicar. Me obsesiona la cifra cuatro y no entiendo el por qué", explica.
¿Por qué no publica todos sus manuscritos?
Escribir y publicar no es lo mismo. Para mí escribir es una necesidad vital, absoluta. No puedo vivir sin escribir. En cambio publicar significa ganar dinero, contactar con gente. Para mí son dos actos completamente distintos. Al escribir soy absolutamente incapaz de pensar que aquello se publicará. Llevo 20 años escribiendo y publicando una novela al año y es un ritmo que me va bien.
¿Qué piensa de los autores cuyos inéditos son publicados tras su muerte?
Me parece un crimen no respetar la voluntad expresa de un escritor. Es un tema que hay que respetar y me preocupa. Personalmente no quiero que sean destruidos, lo que complica las cosas.
¿Cómo ha evolucionado su escritura en todo este tiempo?
Estoy en plena búsqueda. Pienso que voy progresando porque si comparo el material que escribí hace 20 años como Higiene del asesino con Barba Azul, creo que hay más ligereza y flexibilidad. Llevo ya 77 manuscritos. Y puesto que espero vivir muchos años más bebiendo champagne, seguiré progresando y en algún momento quizás pueda producir esta pepita de oro.