Amistades duraderas: cómo nacen y cómo mantenerlas
Los chilenos tienen pocos amigos cercanos. Cuatro, según una encuesta del PNUD. Quizás por eso, lo más común es conservar a los que conocemos en la infancia y adolescencia y mantenerlos hasta la vejez. Acá la explicación de por qué y cómo lo hacemos.
"La niña no puede ir así al colegio". Sin reclamar, María Teresa vuelve a su cama. Tose un poco, por si acaso, y celebra: a los 11 años, hacerse la enferma y faltar a clases es un logro. Y esconder debajo de la cama a la mejor amiga, Carmen Santibáñez, requiere de estrategia.
"Nos pusimos delantales blancos abotonados al costado, como de liceo, y vendimos flores que arrancamos del jardín de mi mamá", explica María Teresa Figari. "Y con la plata, fuimos a una fuente de soda a comer sustancias y tomar Bilz". La historia tiene más de 50 años, y la amistad de estas niñas, 56.
Pocas relaciones duran tanto tiempo y aguantan tantos cambios. Por eso se atesoran. Porque son leales, sin segundas intenciones, con poco interés en juzgar -aunque tengan información suficiente para hacerlo- y porque sirven de ancla en una época de tanta movilidad, dice un estudio de la U. de Purdue, Indiana.
En Chile, las amistades de largo plazo son "bastante frecuentes", según la psiquiatra Magda Vercellino, de la Clínica Dávila. Pero aún así, no somos muy sociables: según la Encuesta de Cohesión Social, de la UE y el PNUD en 2009, los chilenos son quienes menos amigos per cápita tienen en América Latina: apenas cuatro. Brasil tenía el doble. "Quizás no somos tan fiesteros, ni juergueros ni sociables, pero para nosotros cada amigo es más importante", explica Vercellino.
Cualquiera puede forjar relaciones trascendentes. No dependen ni de la personalidad ni de la edad, sino de las experiencias que vivan dos personas juntas. Cuando hay episodios que marcan, la relación persiste. María Teresa lo tiene claro: cuando ella tenía 13 años, Carmen la cuidó durante semanas, mientras sus papás estaban en Europa. María Teresa tenía una grave hemorragia y hasta hoy se acuerda de "su permanente compañía, ánimo, distracción y esperanza".
"Las amistades que perduran son aquellas que comparten experiencias potentes y marcadoras", explica Juan Pablo Westphal, sicólogo infanto juvenil de la Clínica Santa María. "Por lo general, éstas ocurren en la infancia, cuando estamos más predispuestos a comunicarnos desde la emoción".
ENTRE VIÑA Y HOLANDA
Lo que hace que este tipo de amistades sea tan fuerte es simple: se probaron en el tiempo. Pasaron por suficientes peleas, distanciamientos, penurias, alegrías y secretos como para probar que son leales. Que por algo siguen ahí.
Según Magda Vercellino, "la clave es saber cómo mantener las amistades a pesar de que se pierdan los vínculos comunes". Ninguna relación se mantiene en base a la nostalgia. "Hay que agregar nuevas experiencias y nuevos sentidos de identidad para mantener una comunicación fluida y las ganas de interactuar", explica Westphal.
Carmen y María Teresa saben de nuevas experiencias y nuevas coordenadas. Se conocieron en Viña del Mar en tercer año de preparatoria, después María Teresa se fue a un internado en Ovalle, y luego Carmen partió a Antofagasta. Hasta que se enamoró de un marino mercante holandés, Anton Roelofsen, se casó y a los 23 años se fue con él a los Países Bajos.
Magda Vercellino, de la Clínica Dávila, atribuye la solidez del vínculo tras la separación al haber pasado más o menos tiempo juntas antes. Carmen y María Teresa tenían capital de sobra: llevaban años de escaparse a la piscina municipal; reírse durante la misa; fumar cigarros turcos de dudosa procedencia y escuchar a los Platters.
COMPLEMENTO PERFECTO
Para poner a prueba cualquier tipo de relación, hay que tener problemas, pedir ayuda y ver quiénes son los que llegan primero. Para Carmen, esa persona siempre fue y es María Teresa. Y el recuerdo más importante de su amistad lo refleja: "Cuando se murió mi papá, ella estaba al pie del cañón. Se quedaba hasta la madrugada al lado mío. Y cuando se murió mi mamá, ella organizó todo".
Pascuala Donoso, sicóloga de la Clínica Alemana, destaca la lealtad y la intimidad como las principales características de las amistades en edad adulta: "Se privilegia la calidad por sobre la cantidad. El adulto busca apoyo emocional, guía, alivio y compañía, sobre todo en tiempos de crisis".
Perdonar también es necesario. La única vez que Carmen tuvo que hacerlo, fue cuando María Teresa y su hermana dejaron de hablarle siendo niñas. Y aunque le baja el perfil diciendo que "fue una cosa de cabras chicas", su amiga siente que "no lo ha entendido hasta el día de hoy".
"Ella cree que nosotras la dejamos botada por unos chiquillos en el matrimonio de nuestra hermana Anita", explica María Teresa. Su versión es que tenían que compartir con todos sus primos, y que no podían estar toda la noche con Carmen. Pero, según ella, dejaron de hablarle por envidia: "En el matrimonio lo pasé chancho, bailé toda la noche con un primo de ellas. Y como a las tres semanas, dejaron de hablarme. Después se disculparon y nunca más peleamos", explica. Y aunque María Teresa tenga otra versión, Carmen se ríe pensando que esa pelea representa por qué se complementan tan bien: "Yo era mucho más de avanzada que ellas (...). María Teresa es más estricta con ella misma, y yo soy más locateli".
Amistad saludable
Tener amigos va de la mano con una mejor salud. Las universidades de California y Berkeley, en 2006, hicieron un estudio con tres mil mujeres con cáncer de mama, y comprobaron que las que no tenían amigos cercanos tenían cuatro veces más probabilidades de morir que las que tenían 10 o más, aunque no los vieran a menudo. Otro estudio realizado en Suecia, en 2007, demostró que tener una red social de apoyo disminuía el riesgo de ataques cardíacos y enfermedades coronarias.
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