LA POLITICA ha dado un paso importante después de la última elección municipal, en que la nota destacada fue una alta abstención. Empiezan a quedar atrás, como eje de las campañas, las "palomas" y pegajosos jingles como principal imán electoral. Hoy, para incentivar a la ciudadanía a participar de los procesos democráticos, se requieren ideas, convicciones y valores claros.
La fuerza de una democracia está en la representatividad de sus elecciones. Estas ya no las resuelven un grupo de votantes indecisos, quienes, por la obligatoriedad del voto, debían asistir a las urnas. Hoy las elecciones serán definidas por ciudadanos comprometidos por un proyecto país que los convoque y por el candidato que mejor los represente.
Tal proyecto debe defender la libertad de cada persona como un valor inalienable. Por ello, por ejemplo, hay que garantizar una educación pública de calidad, pero amparando el derecho de los padres a elegir dónde educar a sus hijos sin limitar su autonomía para optar por un establecimiento municipal o particular subvencionado. De igual forma, cada persona tiene la libertad de amar a quien quiera y el Estado debe darle validez y legitimidad a ese amor, a través del reconocimiento de las uniones civiles para parejas del mismo o distinto sexo.
La democracia representativa y liberal que ha primado en Chile en los últimos 20 años debe evolucionar sin más demora hacia una mayor participación. Un objetivo primordial en esa línea es hacer retroceder el centralismo asfixiante que afecta a nuestra democracia y nuestro aparato productivo, trasladando de una vez por todas desde el nivel central a las regiones o comunas todas las decisiones de políticas públicas que puedan ser resueltas en estos niveles.
Para alcanzar el desarrollo, Chile debe ofrecer a todos verdaderas oportunidades de salir adelante. El emprendimiento privado es el principal motor económico que permite dejar atrás la pobreza y empezar a cerrar la brecha de las desigualdades, pero hay que despejar los escollos burocráticos y legales que lo obstaculizan y crear condiciones de "juego limpio", especialmente hacia las empresas emergentes, los microempresarios y las pymes. Hay que levantar las barreras anticompetitivas y, sobre todo, frenar los abusos hacia los consumidores que se expresan, por ejemplo, en la reprobable e ilegal práctica de cobros y modificaciones unilaterales de sus contratos.
Si ya hemos conseguido una situación de pleno empleo, el paso siguiente debe ser el mejoramiento de las remuneraciones; si ya hemos logrado reducir la pobreza extrema, sin descuidar las políticas que provocan tal efecto, debemos aumentar aquellas que benefician a la clase media.
Chile no sólo debe ser desarrollado: debe también ser un país más justo. El progreso de Chile no debe sólo medirse por el éxito de quienes van adelante, sino por la capacidad para incorporar al progreso a quienes van rezagados o parten en desventaja. Es hora de arremangarse e impulsar una nueva etapa de avance para todos.
Andrés Allamand
Precandidato presidencial RN