"Creo que no hay que tomar con dramatismo los cambios ministeriales", dice el ex presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), Andrés Santa Cruz, ante la salida de Interior de Jorge Burgos y la llegada de Mario Fernández, la noticia política de la semana. Más preocupado está por el tono del debate y las descalificaciones que pueden llevar a una "fractura social", advierte.

¿Qué le pareció la decisión de explorar la vía constitucional para la reforma laboral?

El camino no es la reforma constitucional, menos aún cuando el gobierno está en el proceso de estudiar qué Constitución debiera regirnos. Para una cosa coyuntural,  es completamente equivocado. La reforma laboral como está planteada es arcaica; del siglo XIX. Una reforma que responde a otras lógicas de relación al interior de las empresas: se tiende a suponer que hay relaciones de conflicto y lo que hay es colaboración.

Pero había consenso en que se requería una reforma...

Lo lógico era tener una agenda laboral para enfrentar los desafíos: el desempleo en los jóvenes y en las mujeres, y sobre eso no se hizo nada. Soy partidario de los sindicatos y cualquier traba que haya en su formación -si es que hubiera- debiese eliminarse y cualquier práctica antisindical debería sancionarse en forma drástica. Es una reforma que rasca donde no pica.

Entonces ¿la vía constitucional es peor que el veto que se planteó?

El veto es un enfoque desde la revancha, porque lo que plantea es dejar afuera la adaptabilidad laboral que el mismo Ejecutivo propuso y en la que está todo el mundo de acuerdo, y es hacia dónde van los países y las relaciones laborales. Pero como al sector que presentó el requerimiento ante el TC este punto le parecía muy importante, el gobierno dijo 'no voy a dártelo' y actuó desde la venganza. Eso le hace muy mal al país y es una pésima señal, se reafirma una estrategia confrontacional de un sector del gobierno.

Pero el gobierno dijo desde el inicio que la adaptabilidad iba de la mano de la titularidad sindical para emparejar la cancha...

La adaptabilidad le conviene a los trabajadores, a la empresa, así funciona el mundo moderno. Actuar desde la venganza y la revancha le está haciendo mal a Chile.

¿Qué es lo que en su opinión habría que haber hecho en la reforma laboral, tras el fallo del TC?

Acatar el fallo del TC y promulgar la ley sin haber hecho ningún veto. Ese era el camino democrático, atenerse a las normas.

Pero ¿le ve viabilidad al cambio constitucional?

Sería una pésima señal que nos preocupemos de consagrar los derechos de unos pocos que son los sindicatos, en la Constitución. Lo que tiene que estar consagrado son los derechos de todos los trabajadores.

Fractura social

Usted decía que el veto era actuar desde la revancha ¿qué sería la decisión de ir por un cambio constitucional?

Es persistir en un camino equivocado. Lo grave que está pasando en el país es que estamos tensionando la relación social. Las crisis políticas y económicas son importantes, pero cuando comienza a deteriorarse la convivencia social, y cuando estamos avanzando por la vía de la descalificación, de la violencia, se avanza hacia un camino que lleva a una fractura social; eso sería gravísimo para Chile.

¿Y usted cree que hacia allá está empujando el gobierno?

Todos hemos contribuido, pero la principal responsabilidad recae en la coalición gobernante. Puedo discrepar políticamente y tener ideas distintas a otros, pero eso no amerita la descalificación.

Esa tensión social ¿dónde la ve?

Cuando alguien propone algo se hace un cuestionamiento no a la política, sino a la persona, a su calidad moral. Lamentablemente esto se inició con el término de la "retroexcavadora". Luego, en la reforma educacional se denostaba el lucro, cuando el lucro bien ganado es totalmente legítimo.  También vemos tensión y violencia en los encapuchados en la calle, donde el orden ha sido sobrepasado. Y para qué decir lo que sucede en La Araucanía, donde continúan los ataques y no pasa nada...  Hoy hay una forma de convivencia que consiste en tratar al otro como enemigo. Y esa forma está haciendo agua. Empresarios, trabajadores, medios de comunicación, políticos, todos, nos necesitamos.

¿Por qué dice que el principal responsable es la Nueva Mayoría?

Porque mucho de su discurso parte por decir que todo lo que se ha hecho es malo, que hay que demoler, no aceptarles más a los explotadores, sinvergüenzas. Y no piensan que éstos están repartidos bien parejito en toda la sociedad.

¿Pero no le parece que con tantos casos de colusión, abusos, cohecho y financiamiento irregular, los empresarios también han contribuido a este ambiente?

Todos somos responsables y el mundo empresarial debe hacerse cargo de las faltas cometidas por los suyos. No voy a generalizar que los empresarios o que los políticos son sinvergüenzas, porque no lo son. Los empresarios debemos preocuparnos de las cosas malas que hemos hecho y  enmendarlas y se está haciendo un trabajo.

¿Pero lograrán que ese mensaje de 'vamos a corregir' permee?

Cuando se han producido casos, la dirigencia ha salido a manifestar la más absoluta condena. No se tapa, no se ampara, se condena. Y se están promoviendo buenas prácticas y códigos de ética, pero va mucho más allá. Aquí la culpa del leguaje violento es de todos. Cuando partieron con los escándalos de los dineros en la política, algunos pensaron esto sólo afecta a un sector y tengamos claro que gran parte de los políticos de todas las tendencias recurrieron al financiamiento privado por vías que no contemplaba la ley. Pero eso no significa que los que recurrieron sean sinvergüenzas o que los compraron. Ocuparon un camino no adecuado y los empresarios nos prestamos también para eso. No nos olvidemos que los políticos eran los que iban a golpear la puerta de las empresas y no los empresarios los que golpearon la puerta a los políticos.

Cuestión de confianzas

El presidente del BC, Rodrigo Vergara, dijo que hoy la inversión está frenada por la desconfianza. ¿Qué señal concreta esperan del gobierno para recuperarla?

Primero, que cierre la incertidumbre y no deje abierto el tema constitucional durante los dos años que quedan. Si se sigue cuestionando lo que se ha hecho, denostando y descalificando, no se contribuye a las confianzas. Debemos procurar buscar un gran acuerdo nacional respecto de qué país queremos y cómo nos hacemos cargo de las distintas falencias. Cuando el  gobierno asumió y propuso una reforma tributaria el empresariado dijo que había que hacerla para allegar recursos para invertir en calidad de la educación, pero preocupándose de generar el menor impacto en la inversión y el crecimiento. Y mire lo que hicieron: una muy mala reforma, amén de técnicamente desastrosa.

Este acuerdo del que habla, ¿debiera ser una gran agenda pro crecimiento?

Esto responde más que a una agenda de medidas específicas, a un gran acuerdo nacional que debiera decir: no podemos seguir destruyendo nuestras instituciones, destruyendo al sistema político. Necesitamos fortalecer de nuevo la institucionalidad que ha sido, a mi juicio, exitosa. Los avances de Chile han sido fruto de grandes acuerdos, que representan el sentir de gran parte de la población.

¿Ve a alguien del gobierno en sintonía con esa idea?

Confío en que hay bastante gente en el gobierno que tiene ese pensamiento, pero mi percepción es que son sobrepasados por los que están en un discurso rupturista, refundacional e ideológico.

¿Cuál es el riesgo que corre el país si sigue en este camino?

El riesgo es que la situación actual se agudice. Que el crecimiento siga muy bajo, que el desempleo crezca, y lo más importante, si se sigue este camino van a provocar una fractura de la sociedad.

¿Cómo cree que será recordado este gobierno?

Lamentablemente, en vez de pasar a la historia como un gobierno transformador, lo hará como uno que condujo al país a la mediocridad.

¿Se siente sorprendido con lo que ha sido este segundo gobierno de Bachelet?

Completamente sorprendido, porque compartíamos los desafíos. Cuando ella decía que había que preocuparse del tema educacional, lo compartimos. Pero nunca pensamos que cuando hablamos de calidad en la educación, no nos íbamos a preocupar de lo que pasa en el aula, de la educación preescolar, y que en cambio de lo único que nos preocuparíamos es de quién es el propietario de los colegios, y cómo le damos gratuidad a los que gritan.

¿Cree que nos estemos jugando también el salto a ser un país desarrollado?

Con todas estas políticas hemos puesto mucho más lejos en el horizonte la posibilidad de alcanzar el desarrollo y, por tanto, seguir incrementando el bienestar de las personas.

¿Cómo está el ánimo empresarial?

El empresariado está preocupado. Yo reflejo lo que pienso, pero además lo que me toca ver y escuchar. También veo en el empresariado un sentimiento de mea culpa por los errores que hemos cometido. Y hay también una disposición a colaborar y a trabajar con todos para que a Chile le vaya mejor. Para eso nos preocupamos de formar una comisión que vaya en pro de la productividad del país.

Pero es un empresariado que no está invirtiendo...

Hoy es mucho más difícil aprobar proyectos de inversión por la incertidumbre. Se están haciendo muchas menos cosas a la espera que se recupere la confianza y las certezas para invertir.