A fines de 2009, el New York Times incluyó el debut de Andrew Bujalski (Funny ha ha, 2002) entre las 10 películas más influyentes de la primera década del nuevo siglo. Granulosa y a ras de tierra, esta cinta sobre mutaciones e incertidumbres juveniles fue el origen del minifenómeno mumblecore: un cine sucio y extrabarato, cuyos personajes parecen balbucear lo que están diciendo. La siguió Mutual appreciation (2005), pieza íntima sobre seres inseguros y entrañables que generó comparaciones con Rohmer y Woody Allen, además de John Cassavetes. Y luego vino Beeswax (2009), otra cinta sobre gente desorientada y sobre la búsqueda de equilibrios y certezas.
Todas las mencionadas fueron estrenadas localmente en Sanfic. Por eso, no extraña que el cuarto largo del realizador y guionista estadounidense aterrice en este certamen tras mostrarse en Sundance y Berlín. Lo distinto es la propuesta: una cinta en blanco y negro en la que renuncia a filmar en 16 mm. para registrar con una cámara de video de 1969 una historia ambientada a principios de los 80: un campeonato de ajedrez entre humanos y computadores. Una cinta como usted no ha visto antes y de la que el fallecido Roger Ebert dijo que era "de nerds, para nerds y acerca de nerds". Aunque eso no diga demasiado.
"Nunca me había metido en el crowdsourcing", dice Bujalski a La Tercera sobre el modelo de colaboración colectiva con el que consiguió los US$ 43.500 requeridos. "Pero es difícil contrariar la economía del crowdsourcing cuando funciona". Y sobre el formato elegido comenta: "Aunque me encantan las películas en 16 mm., nunca he objetado otros formatos. Lo que sí he objetado es que los formatos y las cámaras sean intercambiables. Computer chess fue concebida para filmarse en este lenguaje 'perdido' del video análogo y no puedo imaginármela de otra manera".
¿La ve, a su modo, como una película histórica?
-No había hecho una película de época y fue un tanto abrumador. No tuvimos el presupuesto de Mad men o de Lincoln para "perfeccionar" una imagen del pasado. Pero me consuela la idea de que las películas de época nunca son "acerca" del pasado. Siempre tratan de construir un agujero entre el período descrito y aquél en que se está rodando. Y recé para evocar el espíritu de fines de los 70 y comienzos de los 80 sin que las imperfecciones nos hundieran.
Ha dicho que con Computer chess quiso hacer "una película muy extraña".
Pasé mucho tiempo pensando en modos de ganarme la vida como, por ejemplo, haciendo guiones para Hollywood. O sea, tratando de descubrir cómo complacer a un público masivo y cómo navegar en la política del cine industrial. Y, francamente, aún no exhibo talentos extraordinarios en estos ámbitos, así que mi "refugio" ha sido soñar proyectos que no estén dirigidos en absoluto al mercado masivo. Ahora, no es por sobarme el lomo, pero creo que he tenido éxito en hacer de ésta una película extraña. De un modo perverso, sin embargo, la gente parece "entenderla" mejor que mi película anterior.
¿Cómo se aproxima al humor en sus películas?
En cierto nivel, todas son comedias. Creo que realmente sólo sé mirar la vida como esencialmente cómica. Quizá sea un mecanismo de defensa. Confieso que cuando estoy muy confundido, normalmente me río. No es el sentido del humor de todo el mundo, pero es el mío.
Tras su éxito con la crítica, ¿qué le han ofrecido en Hollywood?
-Indecisión (adaptación de la novela homónima de Ben Kunkel) era un trabajo que nunca llegó a ver la luz. Hace unos años me contrataron para escribir una comedia romántica y me encantaría que algún día se haga… pero quién sabe. Trato de tener un pie dentro de ese mundo, porque debo ganarme la vida. Pero es difícil lograrlo con sólo un pie adentro.