Hace 77 años, Fred Perry se convertía en el último británico en ganar Wimbledon, un hito que el escocés Andy Murray (2º), tras superar la polaco Jerzy Janowicz (22º) por 6-7 (2), 6-4, 6-4 y 6-3, buscará acabar mañana, cuando se enfrente a Novak Djokovic (1º) en la final.
El nombre del legendario jugador ha asomado durante décadas como un fantasma imposible de alcanzar para los tenistas de la Isla, pero hoy el escocés es el mejor hombre para lograrlo por fin. A su favor tiene haber sido finalista en 2012 y el oro olímpico en Londres en esos mismos pastos.
Frederick John Perry nació el 18 de mayo de 1909, en Stockport, un pueblo de la zona del Gran Manchester. Desde pequeño se interesó por el tenis, deporte que practicaba en las canchas públicas que había cerca de su casa.
No obstante, sus primeros éxitos se produjeron en el tenis de mesa, disciplina de la que se tituló campeón del mundo en 1929.
Después de ello, dio el salto hacia las canchas de tenis, donde logró ocho títulos de Grand Slam, conquistando los cuatro majors.
En el All England celebró tres veces consecutivas (1934, 1935 y 1936) y forjó una leyenda que no ha podido ser superada entre los británicos. De hecho, hasta el año pasado ningún compatriota suyo había podido ganar uno de los cuatro grandes. Sólo Murray logró romper esta "maldición", al quedarse con el Abierto de Estados Unidos.
"Estoy seguro de que (Perry) está sonriendo desde ahí arriba", dijo el escocés, tras quedarse con el título en Flushing Meadows. Luego confesó, entre risas, que "cuando saqué por el partido, pensé en lo importante que era para el tenis británico… y en que ya no tendría que escuchar esa estúpida pregunta de nuevo ('¿serás capaz de ganar un grande?')".
A diferencia de Murray, Perry no siempre contó con la simpatía británica, especialmente la de los elitistas socios del All England, quienes no tomaron bien su decisión de hacerse profesional, tras su tres coronas en Inglaterra.
Por ello, decidió mudarse a Estados Unidos, donde recibió la ciudadanía y defendió a la Fuerza Aérea norteamericana en la Segunda Guerra Mundial. Después del conflicto bélico retomó el tenis, aunque con menor éxito hasta retirarse a los 47 años.
Posteriormente, vendrían los reconocimientos. Desde 1975 es parte del Salón de la Fama del Tenis. Eso sí, su tierra tardaría décadas en homenajearlo: sólo en 1984 fue galardonado con una estatua en Wimbledon, que conmemoró los 50 años desde su primer título ahí. También esa misma temporada sería elegido como uno de los mayores deportistas británicos del siglo XX.
Un visionario
Mientras alternaba el tenis con algunos negocios personales, Perry comenzó un emprendimiento que trascendería en el tiempo: se convertiría en el inventor del cintillo o vincha, a fines de los 40, dando inicio a la marca de ropa que lleva su nombre.
En Wimbledon 1952 estrenó su producto estrella, una camiseta deportiva, que también influyó en la moda general, pues jóvenes no aficionados al tenis la adoptarían como prenda.
Hasta hace un par de temporadas esta marca, cuyo símbolo es una corona de laureles en alusión al antiguo logo de Wimbledon, patrocinaba a Murray.
En tanto, durante su carrera como tenista tuvo múltiples romances con modelos y actrices, como la célebre Marlene Dietrich y la estadounidense Helen Vinson. Finalmente, se casó con Lorraine Walsh, con quien permanecería por más de 40 años, y tendría dos hijos.