A más de dos años de la desaparición del guía turístico Kurt Martinson, en San Pedro de Atacama, Annie, su hermana menor, no baja los brazos y sigue buscando pistas para develar la verdad. De carácter amable, pero decidido, quiso reinventar su dolor en acciones concretas para ayudar a quienes viven la pesadilla de tener un familiar desaparecido. A través de la fundación que creó en honor a su hermano, y pese a estar comenzando, ha logrado ayudar a varias familias a encontrar a sus parientes. Quiere ser un puente para entregar colaboración a quienes lo necesitan.
¿Cómo nace esta fundación ?
Primero pensé en un proyecto de ley para que a las personas se les busque de manera igualitaria, que se les tome en cuenta y tengan incluso una ayuda sicológica, porque el trauma es enorme. Pero después nos dimos cuenta de que lo mejor era crear una fundación. Hay familias que llevan 26 años buscando a su hijo y la carpeta de investigación son tres hojas, o sea, nada. Uno queda sorprendido de otros casos en que se demora el actuar.
¿Son deficientes las policías?
Eso lo puedo evaluar desde el relato de las familias. Pero he estado con la SEP (Sección Encargo de Personas) de Carabineros y no tienen la capacidad física para tomar todos los casos, la escasez de investigadores hace que este tipo de causas no se puedan resolver. Ahora, nosotros como fundación, obviamente queremos ser un aporte para ellos, entendemos que son investigaciones de alta complejidad y realmente faltan manos para buscar a las personas.
¿Al final la responsabilidad queda en manos de las familias?
Los familiares son el motor en la búsqueda y si se paralizan nadie va a asumir ese rol. Tenemos un protocolo creado por un sicólogo forense, que se basa en el momento exacto en que desaparece la persona, y los minutos previos, en base a conductas observables y repetición de patrones. Esa información se ordena y entrega un puntaje, que permite dividir la presunta desgracia en cuatro modalidades: natural, accidente, suicidio o participación de terceros. Pero todo eso va a depender de la información que te entregue la familia. Ya hemos encontrado a dos personas desaparecidas de esa forma y estamos trabajando en varios casos más.
¿Cómo reaccionan los familiares?
Para ellos el acompañamiento y la orientación son fundamentales. Lo que hago es entregarles mi experiencia y la de otros casos, eso les ayuda a ver qué más hacer y agotar todos los caminos. En el caso de la señora Rita Sánchez, desaparecida en Chiguayante, conseguimos drones y voluntarios, y se logró que el fiscal extendiera la búsqueda. Lo que hacemos es tratar de empujar el rastreo hasta donde podamos, pero sabiendo que hay limitantes. No queremos dar falsas esperanzas.
¿Cómo maneja las búsquedas para no revivir su experiencia cada vez?
Yo estoy sanándome aún. No puedo decir que en la próxima búsqueda no sienta la frustración de no encontrarlo o de cuestionarme que si no encuentro al mío, ¿cómo voy a encontrar a otro? Pero saber que lo he intentado dos años me ha ayudado. He podido estudiar, aprender de estos temas y sentir que ahora estoy con las personas idóneas para ayudar. Yo ya pasé por esto y no quiero que a otra familia le ocurra.
¿La han contactado los familiares de casos emblemáticos?
Con los de Daniela Trigo, en Calama, no he tenido contacto, pero en el caso de Marcos Roldán (argentino perdido en el Valle de Elqui) leí la carpeta y hay una participación evidente de terceros. Pero ha sido complejo, nos conseguimos un abogado y nunca más nos respondió. Estamos evaluando qué hacer ahora.
¿Existen desaparecidos más urgentes que otros para la justicia?
Depende de qué redes tenga la familias. Hay algunas que conocen a un senador, al intendente o a quien sea y los llaman. Está bien que lo hagan, pero las personas que no tienen redes, que no tienen ningún peso, no tienen opciones. Hay familias que se desfinancian mes a mes buscando y uno se dice por qué no se actúa más rápido desde que se entrega la información.
¿Las cosas serían distintas para su familia de haber contando con una fundación de este tipo?
Yo me imagino que sí. Si el protocolo hubiera existido antes, al día uno y sin dudar hubiésemos puesto la querella por secuestro, y no al día 20 después de la desaparición de Kurt. Si la familia no la presenta, se contacta directo con el fiscal, pero cuesta mucho que él tome en cuenta a los parientes. Pero cuando le pones una querella y un abogado, es distinto, el fiscal lo trata como un igual.
¿El ayudar a otras familias le ha servido para disminuir el trauma de perder a un hermano?
Cuando empecé esta fundación me di cuenta de que hay que estar sano para ayudar. Pensaba que si nos pasó esto a nosotros, cómo no íbamos a ayudar en algo, o al menos intentarlo. Está el valor de lo que uno entrega, pero también de lo que a nosotros nos entregaron. Mucho acompañamiento, muchos recursos y convicción. Cada vez que hablo con una familia, entiendo el dolor por el que pasan, no como mamá, que es mucho más devastador, pero sí como hermana. Pero al menos me ha servido para decir que toda la rabia y toda la pena se van a materializar en algo positivo.