Si bien Sergio Jadue abandonó Chile el 17 de noviembre, la ANFP, a la que había decorado a su antojo con un ascensor incluido, había empezado a irse semanas antes. Aunque técnicamente seguía siendo el presidente de la entidad, lo concreto es que se había desligado de sus responsabilidades. En su oficina, a la que en los mejores tiempos llegaba a primera hora y de la que partía muy tarde, ya casi no era posible encontrarlo. De hecho, antes de partir a Estados Unidos definitivamente, había viajado misteriosamente a Brasil. Ni su círculo más cercano sabía de su paradero.
La rutina de su familia también había experimentado cambios. Sus hijos ya no asistían al Colegio Árabe. Según cercanos al dirigente, habían comenzado a recibir cuestionamientos por las acusaciones que pesaban sobre el dirigente. Al Club Palestino, donde asistían regularmente, el clan ya tampoco iba.
En el proceso, que se inició con el escándalo FIFA dado a conocer en mayo en un congreso en Zúrich, también hubo cambios de casa. Desde Huechuraba, a un departamento en Vitacura. Antes de viajar, varias cosas quedaron en la parcela que había adquirido en La Cruz, cerca de La Calera. Allí, se despidió de sus más intimos.
Su relación con el directorio que encabezó ya estaba fracturada. Algunos miembros de su mesa, como Jaime Baeza, Cristián Varela y Jorge Fistonic, habían comenzado a cuestionar los préstamos irregulares que habían recibido algunos clubes, cuyo monto superaban el millón de dólares establecido como límite. La Calera, Deportes Concepción, Ñublense y La Serena, que tenían representación en el directorio o en el entorno más cercano al timonel, habían sido, curiosamente, los más favorecidos por las regalías. Everton, a través del Comité Organizador de la Copa América, había recibido $ 700 millones para la construcción de su nuevo complejo deportivo.
Jadue, prácticamente, no estuvo en la ANFP en el último mes. Sin embargo, su recuerdo permaneció por mucho tiempo. En Quilín, tras su salida, las visitas de Inspección de Trabajo y la PDI se hicieron constantes. Eso sí, el directorio de Arturo Salah se ha encargado de sacar cada rastro de su existencia.