La propuesta llegó por carta. Apareció en el buzón de la casa de Paul Auster, en Brooklyn, Nueva York. Desde el otro lado del mundo, Adelaida, Australia, J. M. Coetzee le planteaba a su amigo hacer algo: "Vivimos tan lejos que quizás podríamos hacer un proyecto juntos", le decía el Nobel sudafricano al autor de La invención de la soledad. Cruzaron ideas hasta seguir en lo que ya estaban: cartas. Sin restricción de temas, como si vivieran en la misma ciudad y cenaran todas las semanas, se escribieron durante tres años hasta que en 2012 publicaron el libro Aquí y ahora. El proyecto volvió a acortar distancias: a miles de kilómetros de sus casas, ayer Auster y Coetzee le pusieron voz a ese volumen acá en Santiago.
Invitados por el seminario La Ciudad y las Palabras, del doctorado de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Católica, con apoyo de La Tercera, los escritores se presentaron ante más de 500 personas en el campus Lo Contador. Una multitud de fanáticos que hacía semanas habían agotado las invitaciones: más que por Coetzee, que ya ha estado en el ciclo dos veces, el furor era por Auster. Célebre en el mundo, ayer bastó que el autor de La trilogía de Nueva York apareciera para que estallaran los aplausos.
Después de ser presentado por Fernando Pérez, quien resaltó que el encuentro ocurría durante la celebración del Día del Libro, fue Auster quien tomó la palabra. Coetzee, fiel a su famosa reserva, saludó apenas con la cabeza. El neoyorquino anunció que la cita tendría como centro el libro Aquí y ahora: "Lo escribimos para mantenernos en contacto. Es conversación de sobremesa, que a veces puede ser muy seria", dijo. "Leeremos pasajes del libro", anunció.
El autor de La música del azar comenzó con un episodio muy austeriano: una carta de 2008 donde recuerda su paso como jurado del Festival de Cannes en 1997. En una fiesta donde estaban desde Tim Burton a Pedro Almodóvar y de Scorsese a David Lynch, le presentan a a un personaje que no es de su agrado: Charlton Heston, miembro de la Asociación Nacional del Rifle. Fue un encuentro breve y, pese a sus recelos, cordial. Días después, terminado el festival, Auster viajó a la Feria del Libro de Chicago y entre los pasillos se topó nuevamente con Heston . A la semana siguiente, a la entrada de un hotel en Nueva York, ve salir a un señor mayor, alto y algo encorvado. No es una ilusión: es Charlton Heston. "¿Cómo debo interpretar esto, John? ¿Te ha pasado algo parecido, o es sólo a mí?".
Coetzee dejó la pregunta en el aire y recordó un curioso episodio: un juego de ajedrez que sostuvo con un ingeniero alemán en un barco rumbo a Estados Unidos. "Nuestra partida empezó a medianoche. Al amanecer seguíamos encorvados a ambos lados del tablero". Al llegar a Nueva York hicieron tablas. Coetzee visitaba la ciudad por primera vez, pero no podía dejar de pensar obsesivamente en la partida de ajedrez. Pensaba: no debí aceptar el empate, podría haber ganado. Aunque no lo expresaba, estaba furioso. "El recuerdo de experimentar aquella espantosa exultación, hace ya casi medio siglo, me ha inmunizado siempre contra el deseo de ser el ganador, de derrotar a algún oponente a cualquier precio... No he vuelto a jugar ajedrez", dijo Coetzee, que traía consigo un ejemplar en inglés de La pieza oscura de Enrique Lihn.
Mientras ocasionalmente se veían celulares fotografiando a los escritores, dos hombres maduros de traje oscuro, resonaban pequeñas confesiones literarias: mientras Auster cuenta que sabe exactamente cómo son los espacios ficticios de sus libros, Coetzee se avergüenza de no tener idea de la niñez de sus personajes.
Son dos de los escritores más respetados y admirados de nuestro tiempo. Premio Nobel uno y candidato al mismo galardón el otro, van y vienen por una variedad de temas: el significado de los nombres, la competencia, citas a Kafka, Nabokov y Borges, etc.
Con público de todo el rango de edades, Auster y Coetzee atrajeron también a escritores como Antonio Skarmeta, Rafael Gumucio, Carla Guelfenbein, además de al ex ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke, y el actor Francisco Reyes, entre otros. Todos se reían con las historias de Auster. Todos respetaban a Auster. Todos traían consigo uno o dos libros para que sus autores, al final, se los dedicaran: la firmas, de hecho, duraron más de 40 minutos.
A Buenos Aires
Horas antes del encuentro, Auster compartió con algunos académicos de la UC. Cercano y amable, habló de su "aburrida" rutina de escritura y de cómo había adoptado a Nueva York -"la ciudad más compleja del mundo"- como un personaje de su obra. Sin embargo, precisó que quiere algo más que retratarla: "No soy un novelista sociológico. Muchos de los escritores dan un retrato de su tiempo. Yo tiendo a no hacerlo. Me interesan más los retratos sicológicos o filosóficos".
Desde el domingo en Santiago, Auster llegó a Chile junto a su esposa, Siri Husdvedt. Autora de novelas como Todo cuanto amé, ella también estuvo en La Ciudad y las Palabras el martes. En nuestro país, Auster y Husdvedt hicieron algo de turismo y vieron a viejos amigos. Recorrieron Santiago y acompañados por Coetzee, visitaron la librería Metales Pesados del barrio Bellas Artes. Ahí el dueño, Sergio Parra, les regaló un volumen de la antología de poesía De Parra a nuestros días. Además, cenaron con Antonio Skarmeta, quien estuvo en las dos conferencias. Ayer, Coetzee visitó el Museo de la Memoria.
"Fue un encuentro interesante entre dos escritores distintos. Al parecer Auster es más parte de los vivos", dijo el escritor Rafael Gumucio.
Entre la fila que esperaba sus firmas estaba el ex ministro Cruz-Coke. "Fue una performance encantadora, divertida y sin pretensiones. Coetzee tiene un humor filoso y Auster es mucho más espontáneo", comentó.
Tras el encuentro, Paul Auster y JM Coetzee fueron a cenar. Hoy viajan a Argentina, como invitados estelares a la Feria del Libro de Buenos Aires, que cumple 40 años. Allá, los escritores reeditarán su diálogo y repasarán nuevamente Aquí y ahora, el libro de su amistad que los trajo a Santiago.