Fue un trabajo artesanal, dicen desde el Departamento de Cultura y Comunicaciones de la Biblioteca Nacional. Cuando en mayo pasado se anunció la creación de un sello editorial autónomo, la tarea era clara: debían contactar a una decena de poetas para que donaran uno de sus poemas con los respectivos manuscritos. En la reciente Feria del Libro de Santiago, en la Estación Mapocho, vio la luz Poemas de Chile, la antología que reúne a 85 poetas locales. "No fue sencillo, el mundo de la poesía no es común y corriente", dice Daniela Correa, gestora del proyecto. "Con el comité -integrado por Ana Tironi, Alvaro Bisama, Oscar Contardo y Thomas Harris, entre otros- quisimos que el primer tomo mostrara el país y las múltiples voces que lo conforman. Fue inevitable concluir que seguimos siendo un país de poetas", señala.
La selección inicial contempló a 89 autores, incluidos los que residen en regiones y el extranjero. Cuatro de ellos, sin embargo, desistieron. "Algunos no usaban teléfono ni correo electrónico, así que fuimos a golpearles la puerta", cuenta. Los primeros en aceptar fueron los Premios Nacionales Oscar Hahn, Raúl Zurita y Armando Uribe. Tanto el primero como el segundo llegaron hasta el frontis de Alameda con el manuscrito bajo el brazo. Uribe (81), en cambio, afectado de salud por esos días, pidió que alguien retirara el manuscrito en su edificio, frente al Parque Forestal. Fue quien puso uno de los 15 inéditos del libro. "Apenas lo leímos, nos dimos cuenta de la libertad que les habíamos dado", afirma Correa, "todos los poetas hablan desde su historia, instalando temas que van desde la vida misma hasta el asesinato de Daniel Zamudio. Cada cual cargó con sus propias urgencias". Lo hizo, por ejemplo, Graciela Huinao (58), de origen mapuche huilliche, quien eligió La voz de mi padre (Walinto, 2001) escrito tanto en mapudungún como en español: "En lenguaje indómito/ Nacen mis versos/ De la prolongada noche del exterminio".
El poeta librero Sergio Parra no solo donó el suyo, además ayudó a llegar hasta los que permanecían inubicables, como Claudio Bertoni. Pero hubo otros casos: fallecida el 3 de noviembre, Cecilia Casanova (92) pasaba sus últimos días en su casa en Santiago. "Nos costó dar con ella, pero Cristóbal Joannon la conocía y fue a verla. Había elegido un poema largo y hubo que pedirle que escribiera otro", cuenta Daniela Correa. Casanova dejó su huella póstuma en el libro.
En tanto, la poeta residente en Nueva York, Cecilia Vicuña, eligió Manera en que descubrí las 2 clases de muerte (1967), lanzado al mar en dictadura. "Lo reescribió, nos lo envió por correo y se extravió, así que lo digitalizamos", agrega.
Con el visto bueno de Nicanor Parra, el más longevo de la selección, partió a imprenta en octubre. Volvió al mes, multiplicado en 8 mil ejemplares y fue distribuido gratuitamente en todo el país. Hoy, mientras se resuelve su traducción al inglés, apoyado por el British Council, y su salida al extranjero, coordinada por la Dirac -a México, Portugal, Italia, Argentina, España, Holanda y Francia- será lanzado el lunes en Puerto Varas y luego, en febrero, en la Feria del Libro de La Serena. Y anuncian nuevos títulos: a principios de 2015, se relanzará Defensa de la tierra, de Luis Oyarzún; el facsimilar La epopeya de las comidas y bebidas de Chile, de Pablo de Rokha, y una colección epistolar de Gabriela Mistral por los 70 años del Premio Nobel de la poeta.