Los curas perdidos cantan. El canto es fuente de goce y un escape para estas ovejas descarriadas, recluidas en una casa aislada para evitar el martillo del juez. Porque estos curas son hombres y, para peor, son delincuentes que escapan de sus responsabilidades y se evitan a sí mismos. Huyen de un pasado no resuelto.
La hermana Mónica canta con ellos. Ella está a cargo de la casa, los cuida y los quiere sin hacer juicios, no porque esté cercana a la santidad, sino porque se reconoce en ellos.
Antonia Zegers (1972) interpreta en El club, la nueva película de Pablo Larraín, a esta monja que también busca la redención por cosas que prefiere mantener en secreto. Ella, que termina siendo un preso más en esta cárcel de puertas abiertas, evita barrer su mugre y prefiere poner una alfombra encima para que no se descubra. La hermana Mónica también está perdida.
"Cuidar fervorosamente a cinco hombres es una manera muy eficiente de mantenerse al margen de su historia, de sus recuerdos", explica Zegers al teléfono. "Por eso ella tiene un apego y un amor muy fervoroso por esta casa y por esta labor, que al final es el amor a evadirse a sí misma", agrega. En El club, sin embargo, esa anestésica tranquilidad de la evasión tiene los días contados.
El próximo lunes se estrena en el Festival de Cine de Berlín la historia de aquella casa y el cura recién llegado que, atormentado por los gritos acusadores de un hombre que lo persigue, se mata de un disparo. Un investigador es enviado por la Iglesia, pero la duda es si llega a buscar la verdad o quiere enterrar todo el asunto.
"Fue una película hecha en mucho menos tiempo (que las anteriores de Larraín), así que las expectativas eran distintas, estaban muy centradas en el hecho de hacerla", cuenta Zegers. "Que haya quedado en Berlín es alucinante, porque fue un trabajo medio experimental, hecho con poco tiempo y con métodos no conocidos por el equipo".
FE Y AZAR
Para que se alivianara la carga de esa experimentación, Pablo Larraín convocó a gente con la que ya había colaborado en sus anteriores filmes: Alfredo Castro, Roberto Farías y la misma Zegers. De esa forma, trabajar con un guión en constante desarrollo se hizo menos pesado. La actriz explica que, por el modo de trabajo, tuvo que estar siempre alerta: "No ibas calculando todo, preparado para hacer la escena de tu vida. Al contrario, llegabas al set en pelota y dispuesto a hacer lo que hubiera que hacer".
¿Cómo son los religiosos de El club?
Son personajes muy siniestros, son cinco hombres que tienen pecados que podrían ser juzgados por la justicia ordinaria y están arrancados, son prófugos. La religión es la salvación (para ellos) porque es la posibilidad de estar fondeado, entonces más te vale amar a Dios en esas condiciones porque sino tendrías que estar declarando en un tribunal. Es muy torcida su relación con Dios, aunque el gesto de rezar y cantar crea una relación colectiva, les genera goce.
Los temas a los que alude la película son bien contingentes: el caso Karadima...
No se relaciona con lo de Karadima. Ni siquiera se relaciona con nuestro contexto nacional porque no es una historia de pedófilos. Hay un pedófilo, pero los otros curas cometieron otros delitos. La película se inspira en lo que hemos ido decubriendo ahora que se está abriendo la espinilla de la Iglesia. Agarra hechos que podemos identificar, pero lo interesante es que se mete a observar esta estructura que es la Iglesia, que tiene mucho poder. Incluso el poder de saltarse a la justicia y generar estas casas casi oficiales, medias fondeadas, pero que están: en Alemania, en España hay miles.
¿Qué diferencia hay entre grabar con Larraín y Matías Bize, con quien usted trabajó en su última cinta, La memoria del agua?
Son muy distintos, pero los dos comparten el amor por el trabajo con los actores. Con Matías he trabajado desde Sábado (2003) y con él, como es más embalado con el teatro, hay mucho ensayo.
¿Espera ganar en Berlín?
Una persona me decía que Birdman era muy buena y que se iba a ganar todos los Oscar. Yo le dije: se los puede ganar todos a menos que llegue otra película y le gane (se ríe). Lo que te quiero responder es que ganar tiene algo de azaroso. Obviamente es lo que todos queremos, pero se escapa del control de todo el mundo. Es una pinche competencia y es rico ir, jugar, querer ganar y ver qué pasa.