EL PASADO sábado, con ocasión de la muerte de Fidel Castro -quien detentó el poder dictatorialmente por casi cincuenta años- la secretaria ejecutiva de la Cepal emitió una declaración oficial, expresando sus condolencias al pueblo cubano, reivindicando la "lucha de Fidel Castro por mantener la igualdad y el bienestar integral de sus ciudadanos a la cabeza de sus prioridades". Además, afirmó que Castro "lideró un ejercicio de voluntad popular que cristalizó en una Cuba que se erige como evidencia de que es posible abordar los desafíos de presente y futuro".
Estas declaraciones del organismo en voz de su secretaria ejecutiva llamaron poderosamente la atención, ya que no se limitaron a la expresión de condolencias, sino que fueron abiertamente militantes, lo que resulta contradictorio con un organismo dependiente de Naciones Unidas, que debería conservar una sobriedad elemental en su trato hacia los países, y especialmente con la figura de gobernantes. La indisimulada adhesión a la persona de Castro y su gobierno resulta una provocación, pues se trata de una dictadura comunista que ha sido reiteradamente condenada por su violación a los derechos humanos, y que ha promovido un modelo socioeconómico que ha devenido en pobreza y privaciones para su población, lo que resulta un abierto contrasentido proviniendo de una entidad como la Cepal, que supuestamente se encarga de promover el desarrollo económico de los países.
La Cepal se fundó para coordinar y reforzar las relaciones económicas de los países y con el tiempo se sumó el objetivo de abogar también por el desarrollo social de la región. Por esto, es inaceptable que un organismo de estas características realice declaraciones contrarias al espíritu democrático de América Latina y el estándar de derechos humanos que rige hoy a nivel internacional, lo que amerita una pronta rectificación de parte de la Cepal, porque de lo contrario su propia misión y credibilidad son las que quedan en entredicho.