Hace más de 37 años y en el garaje de la casa de sus padres, Steve Jobs y Stephen Wozniak dieron inicio a Apple. Desde sus primeros pasos, la firma de la manzana mordida fue sinónimo de innovación. Con el lanzamiento de su primer producto, la computadora Apple I vendieron 200 unidades en un período de 10 meses a un precio de US$ 666,66, el primer paso para una empresa que llegaría a ser la firma de mayor valor de la historia.

De la mano de Steve Jobs, Apple apuntó a un modelo que rescataba la estética y las prestaciones de sus productos. Privilegió, sobre todo, el posicionamiento de marca y la diferenciación de sus productos, demostrando un enorme talento para generar necesidades entre sus clientes. En 2007 Jobs presentó el iPhone, una nueva forma de consumir telefonía móvil y en 2011 lanzó el MacBook Air, el computador más delgado del planeta, seguido del exitoso iPad. "La gente no sabe lo que quiere hasta que se lo enseñas", aseguraba entonces.

Durante su administración el precio promedio de la acción rondó los US$ 400, pese a ello, jamás repartió utilidades, obviando la importante acumulación de utilidades.

El 5 de octubre de 2011 falleció Jobs, a los 56 años, víctima de un cáncer de páncreas. La reacción del mercado fue inesperada: los inversionistas vieron en la ausencia de Jobs una administración más abierta a los cambios estructurales y los operadores de Wall Street, que la firma podría repartir utilidades y saldar la gran deuda que tenía con sus accionistas.

Casi un año después, el 19 de septiembre de 2012, Apple alcanzaba su mayor valorización bursátil en Wall Street -y con ello de la historia- al encumbrarse a los US$ 658 mil millones; la empresa aprovechaba los nuevos modelos de iPad y iPhone que contaban con la firma de Jobs. Eso, más el apetito de los accionistas ante un eventual reparto de utilidades, impulsó a la acción hasta los US$ 702, un récord para la tecnológica, comparado con los US$ 417 de hoy, cifra que es 40% menos que su valor histórico.

Sin Jobs el avance sería limitado y la conducción de Tim Cook, nuevo CEO de Apple, se concentraría en rentabilizar lo existente más que en potenciar la innovación, adelantaron en su momento operadores de Wall Street.

EL FIN DEL LEGADO

Desde que Cook tomó el mando de la compañía no se ha lanzado ningún producto disruptivo y se descuidó a la competencia, permitiendo que Samsung lograra un espacio en el mercado y se posicionara como un competidor directo, en un segmento en el que Apple había sido en gran medida el único participante.

La construcción de marca que había propiciado Jobs englobaba una fuerte responsabilidad social, situación que sufrió un giro cuando en julio del año pasado Apple anunció su retiro del sistema de clasificación ambiental Epeat, argumentando que sus propias normas eran más exigentes. A tanto llegó la molestia de la comunidad de usuarios, que poco tiempo después se retractó.

Incluso en términos publicitarios el cambio fue evidente. El recordado apodo de genius que recibían los vendedores de Apple fue borrado por una publicidad de la propia empresa, en la cual estos genius asesoraban a un usuario de manera tan básica que dio a entender que los fans de la manzana mordida no eran tan listos. La propagando duró un fin de semana.

Si bien estos errores no afectaban al producto final, presionaron más a la compañía en su dura batalla legal por patentes contra Samsung. Apple había perdido credibilidad y ya no aglutinaba el favoritismo de los consumidores.

En abril anunció que emitiría bonos por US$ 17.000 millones, por primera vez en 17 años, la mayor emisión de deuda de una empresa no financiera en la historia de Wall Street. Esto, para financiar los US$ 100.000 millones que repartirá a sus accionistas en 2015.

Este cúmulo de situaciones propició que la empresa pasara de valer US$ 658.000 millones tras la muerte de Jobs a US$ 417.420 millones al cierre de ayer.