Un día aguantó Sebastián Álvarez Orellana como teniente de las Fuerza Aérea de Chile. Al otro día de la ceremonia renunciaba a años en la institución para ir por otro sueño: volar sin aviones, "sólo con el cuerpo humano", como dice. Eso fue hace cinco años y a pocos extrañó, menos a los que desde pequeño lo conocen como Ardilla, por lo inquieto.

El piloto de guerra y paracaidista es hoy uno de los más destacados exponentes del salto BASE, al punto que este fin de semana fue finalista del Red Bull Aces, la prueba que una vez al año corona a los mejores del wingsuiting.

El chileno, de 31 años, no sólo estuvo entre los 52 inscritos en la prueba en Phoenix, Arizona (uno de dos sudamericanos), sino que pasó rondas hasta clasificar a la final, que disputaban sólo cuatro saltadores; los otros tres eran estadounidenses.

"Logré entrar dentro de los cuatro mejores y eso me tiene feliz. Esta competencia no es nueva, esta es la tercera versión, pero hacen una al año y es esperada por nosotros, es lejos la más espectacular de todas", señala el Ardilla desde Estados Unidos, quien hoy es profesional del salto BASE.

De hecho, salta todos los días. O casi, porque ayer se tomó descanso. "Han sido cuatro días de mucho trabajo. Entreno todos los días para competencias como ésta, ojalá pueda Red Bull hacer más en el año, que pueda ser un circuito anual", comenta.

Claro, porque la competencia es única. En el salto BASE se puede partir de una montaña, borde de precipicio, aviones o helicópteros, pero lo que hace única esta prueba es que los participantes saltan en grupos de cuatro y hacen una carrera por el aire pasando por puertas, como un eslalom de esquí.

Varios chilenos hacen esta disciplina, pero sólo Álvarez compite en eslalom.

Como profesional, asegura que no tiene domicilio, que nunca está mucho tiempo en un mismo lugar y pasa unos cinco meses en Estados Unidos, otros cinco en Europa y trata de pasar las fiestas de fin de año en Chile.

El Red Bull Aces no entrega mayores premios en dinero, entonces, ¿de qué vive? El Ardilla lo explica: "Red Bull, mi auspiciador, me apoya mucho, así como otras marcas. Pero yo trabajo en esto, en paracaidismo, entreno gente, llevo gente como turista, todo lo que se pueda hacer para vivir de esto". Ser soltero, sin  hijos y una polola, italiana, que hace el mismo deporte, ayuda bastante al plan de vida.

"Más que dinero, en este tipo de competencia es el honor de la final lo que premia, llegar lo más lejos posible. Esto es pura pasión", explica el saltador.

Después de Arizona, Álvarez se va a Italia y después regresará a Estados Unidos, pero a Orlando, donde ensayará en un túnel de aire.

Sin miedo

El resumen, Álvarez se lanza de nueve mil pies, navega en el aire hasta pasar debajo de cuatro helicópteros, peleando posiciones con los otros competidores, contra el tiempo, para después abrir un paracaídas y aterrizar... ¿no teme a los accidentes?

Él dice que no: "Nunca me ha pasado nada y el paracaidismo hoy en día es muy seguro, contamos con alta tecnología, por ejemplo, computadores abren los paracaídas si uno no lo hace, si pierde la consciencia o algo. Por eso son tan buenas estas carreras, por su seguridad, una falla así saltando de una montaña sería más grave. Y sobre los roces con otros competidores, hay, pero son lineales".

Los trajes también están haciendo la diferencia, introduciendo cada vez más tecnología para hacerlos más veloces. El del chileno es Squirrel... curiosamente, ardilla en inglés.

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