Argentina: el negocio de alquilar en las "villas miseria"
Lotes y predios invadidos, gente instalada en carpas precarias, intentos de desalojo, incluso violencia: en Argentina, en las últimas semanas se han multiplicado las ocupaciones ilegales de grandes espacios vacantes, sobre todo en la sobrepoblada ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.
La sucesión de tomas se inició con la del parque Indoamericano, en el barrio porteño de Villa Soldati, donde a comienzos de diciembre murieron tres presuntos ocupantes ilegales después de batallas entre vecinos y de una controvertida intervención policial para lograr el desalojo.
En los últimos días hubo otras treinta tomas en distintos puntos del país: desde la catedral de Córdoba a la sede del club deportivo Albariño, en el sur de la capital, que aún continúa ocupado.
Detrás de estas acciones, hay un reclamo generalizado por un bien escaso: la tierra. Y la demanda ha sacado a relucir un negocio informal que se desarrolla en los barrios marginales, aquí llamados "villas miseria": la especulación inmobiliaria.
"Habiendo gente que necesita y no tiene donde ir, hay vecinos que tienen o compran un terreno, o viene alguien de afuera que tiene plata… agarran y hacen una construcción de tres o cuatro pisos y alquilan a precios carísimos", dice a BBC Mundo Nilda Bovadilla, que vive en la villa 31, en pleno centro de Buenos Aires.
HACINADOS
Nilda, hoy desempleada y delegada vecinal, llegó de Paraguay hace 27 años y señala que la crisis habitacional dentro de las villas se ha agravado en los últimos dos años.
En sentido estricto, no se trata de que el territorio escasee: Argentina es el octavo país del mundo por su extensión, pero el número 33 por su población, lo que le otorga una tasa de densidad muy baja. El problema del hacinamiento responde a que el 35% de la población del país, de 40 millones de personas, vive en sólo 1% del territorio, el que conforma la capital y el cinturón urbanizado circundante.
Los 23 asentamientos y villas registrados en la ciudad albergan a más de 230.000 personas. De ellas, 70% son extranjeros de países limítrofes.
La falta de espacio ha disparado allí los precios. Por arrendar un cuarto, con baño y cocina compartidos, se paga hasta $1.200 (US$300), según detallan vecinos a BBC Mundo.
Todo depende de la ubicación, ya que el mercado inmobiliario "villero" se mueve por la misma lógica que el de los barrios acomodados. En la 31 de Retiro, detrás de una carísima zona de oficinas, valen más.
En la villa 1-11-14 de Bajo Flores, en cambio, se consigue por unos $400 (US$100) una habitación, en la que los dueños sólo reciben a mujeres solas o parejas. Por los niños, se paga extra.
Allí vive Norma, quien se niega a dar su apellido por miedo a represalias. Tiene tres hijos y se instaló en la zona hace 15 años, después de haberse empleado como doméstica a tiempo completo en un barrio elegante.
"Los precios se fueron a las nubes. Yo pagaba 300 pesos, ahora me piden 700 y encima la situación está cada vez más peligrosa", dice esta mujer, paraguaya de 36 años.
"BURBUJA" INMOBILIARIA
Las estadísticas le dan la razón: señalan un incremento de entre 98% y 150% (según distintas fuentes) desde 2007, muy por encima de la inflación del país y de los aumentos de los arriendos en los barrios formales. Incluso en "la 11-14", como se llama a la barriada más grande y más violenta, considerada centro de operaciones de redes de narcotráfico.
"El negocio inmobiliario es de los narcos, ellos son los que pueden comprar y construir así para arriba. Nosotros hemos visto que si ellos quieren un terreno, vienen con 'patotas' hasta que el dueño no tiene otra que vender", relata Norma, quien –como otros aquí- no duda de que el segundo negocio principal en las villas, después de las drogas, es el subalquiler de viviendas.
Pero no siempre el cuadro es igual. También los mismos vecinos llevan adelante operaciones inmobiliarias redituables.
"Uno vive acá porque no puede comprar afuera, no tiene garantía ni le dan préstamos. Entonces compramos acá, por ejemplo si el vecino vende un costado de su lote. Los que llegaron primero o les ha ido mejor pueden acumular terrenos y, en lugar de vender, prefieren construir y alquilar", detalla la peruana Aida Tamto, de la villa 31-bis.
A estos centenares de miles de pobres, la búsqueda de una casa habitable los inserta en un círculo vicioso.
Funciona así: las familias de las villas no pueden dar una dirección "estándar" en sus trámites (el trazado interno de estos barrios no tiene calles y números como tal, por caso) o bien el dato de vivir en la villa los hace objeto de discriminación; eso los deja fuera del empleo formal, lo que a su vez les dificulta el acceso a una vivienda en zonas urbanizadas.
Allí encuentra su razón de ser la especulación sobre las propiedades de las barriadas, incluso cuando los precios allí no son precisamente módicos: lo que vale un cuarto en la villa de Retiro, permitiría alquilar –de contar con los respaldos necesarios- un ambiente en otros puntos de la ciudad.
Por eso, hay quienes relacionan las tomas de predios con el negocio inmobiliario mismo. El representante de la asociación civil Los Principitos, Juan Domingo Romero, denunció que quienes ocuparon un terreno ferroviario hace unos días "están vendiendo lotes en 10.000 pesos (US$2.500)", según publicó el diario La Nación.
Sin embargo, no todos creen que este negocio inmobiliario deba ser considerado un problema.
"No podemos pedirle a la gente que vive en una villa que no alquile o no venda, hace lo que el mercado exige con la misma dinámica que en cualquier barrio. Y lo puede hacer porque hay un Estado que no ejerce ningún tipo de control", señaló a BBC Mundo Fernando Ojeda, de la organización Red Hábitat.
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