Me inicié en el mundo de los corpóreos con Juan Carlos Olmos, el famoso perrito Lenteja, a principio de los 90. Tenía 15 años. El primer traje que me puse fue Miguel Ángel, de las Tortugas Ninja. Ese día iba como monitor y soñaba con ponerme un corpóreo, pero no me dejaban porque era muy chico. Después hice al conejito de Nesquik en los locales Errol's. Luego trabajé con "El Palta" Meléndez como titiritero haciendo humor político y llegamos al Festival de Viña el 97. Fue una experiencia hermosa.
Eso me llegó en un buen momento, porque venía saliendo de un año trágico en que había nacido mi hijo con una malformación al corazón. Yo era un niño prácticamente (tenía 19 años) y me dijeron que él tenía pocas probabilidades de sobrevivir. Se llama Ariel también porque cuando nació lo trasladaron urgente a la Católica donde habían cardiólogos especialistas. Cuando llegué me hicieron "pasar por caja", firmé todos los pagarés y me preguntaron cómo se llamaba el niño... ¡pero no le teníamos nombre todavía! Respondí: "Chuta, no sé. Igual que yo". Y yo me llamo Ariel Boris Alexis Martínez. Él es igual, pero con el apellido Gálvez de mi señora. Por eso después, cuando inicié mi carrera solo como titiritero y haciendo corpóreos, a la empresa le pusé AMG Producciones, por mi hijo. Era el año 2000.
Hago muñecos de marcas. Cuando me piden fabricar el corpóreo y necesitan hacer lanzamiento del producto, me preguntan si conozco algún actor y respondo que sí: yo. Me gano el doble pituto. Al principio estaba el boom de Barney. En esa época hice mucho ese show porque también hacía su voz. Inventé un servicio de cumpleaños exprés a domicilio que consiste en no mandarme las dos horas y media de cumpleaños completo, sino que voy por media hora, hago una rutina bailable y canto el cumpleaños feliz. Me inspiré en lo que hacen los mariachis.
He interpretado también a Elmo de Plaza Sésamo, a Teletín de la Teletón, a los osos de la Coca-Cola y Nestlé, a Zakumi del Mundial de Sudáfrica, a un ron Mitjans, al corazón-manzana de Elige Vivir Sano y a la vaca Mimun de Colun. Hace poco hice a Carboncito, de la Mina Invierno, en Isla Riesco, y cuando subí la carpeta de fotos a Facebook alguien escribió: "Mina Invierno está engañando a los niños". Ahora sé que la embarré, que debí haber averiguado lo que era antes. Como soy ambientalista me molestó haber hecho este trabajo porque fue contradecirme. Me lo pidieron de nuevo y no quise. ¿Algún deseo pendiente? Nunca hice a Forestín. Es mi gran pendiente porque es el corpóreo más emblemático y todo el mundo lo conoce. Hice un montón de castores, pero nunca a él. Es el sueño de mi carrera.
El año 2008, después de que nació mi hija Agustina, creé al perro Chipitín, mi personaje propio. Le puse así porque cuando niño me decían Chipitín porque me costaba decir "chiquitín". El personaje siempre lo pensé como un niño, un niño galáctico, que venía del planeta Chipitron. Tenía la historia completa. Hoy es un perro porque lo hice de urgencia un jueves en que me encargaron un show para un sábado. Empecé a hacer la cabeza y no era lo que quería, entonces encontré la cabeza de un perro que era para otra cosa. "Es para salvar nomás", pensé. Al final fue un éxito y quedó así para siempre.
Las patadas duelen. En especial las de los chistositos que son adolescentes. He visto corpóreos que les han pegado fuerte, sobre todo a mujeres porque tú no sabes si es hombre o mujer el que está adentro. Una vez vi a un Barney que le estaban pegando unos niños. Me metí y le dije a su papá: "Esto es un trabajo, yo no creo que si usted trabaja en una oficina venga el hijo del jefe a pegarle patadas en su escritorio". Después hablé con el Barney y le aconsejé que tratara de andar siempre con una persona que lo acompañe.
Suelo escuchar como los niños acusan a sus padres. Una vez estaba en un cumpleaños y el niño me llamó para un lado y me dijo: "Barney, Barney, ¿sabes qué?, mi papá le pega a mi mamá". Los niños se abren a revelarte muchas cosas. Otra vez fui a atender un cumpleaños de un niño con síndrome de Down. Su papá me había dicho que le tenía terror a los corpóreos, pero que amaba a Barney. Cuando llegué el rostro del niño cambió y no se separó más de mí, al momento de tomarme la mano yo sentía como tiritaba de emoción. Esa vez no hice el saludo exprés y terminé estando casi dos horas porque no me quería ir. Eso me emocionó bastante y estuve todo el cumpleaños llorando, casi no podía hablar. Eso es lo mágico de los corpóreos.
Quienes quieran contactar a Martínez para eventos benéficos pueden hacerlo en el correo contacto@chipitin.cl.