A estas alturas ya es un hecho: el Barrio Cívico de Santiago no será el mismo tras la intervención de Cristián Undurraga (1954). La visión del arquitecto se remonta a 1980, cuando tras recién egresar de la U. Católica e instalar su propia oficina de arquitectura, junto a Anita Devés, ganó el concurso para remodelar la Plaza de la Constitución, explanada norte del Palacio La Moneda, que estaba convertida en estacionamiento de autos. La idea de Undurraga fue de rescate, al mismo tiempo que de innovación: primero, respetando el proyecto iniciado por Karl Brunner en 1930, pero integrando sus propios conceptos de apertura y celebración de la vida urbana. El resultado fue elogiado por las autoridades y la comunidad, lo que le permitió a Undurraga adjudicarse en 1995 el siguiente concurso para remodelar el lado sur: la Plaza de la Ciudadanía, que culminó en 2009, luego que también construyera el centro cultural en el subterráneo de la plaza.
Fueron estos trabajos los que marcaron el compromiso de Undurraga por la vida pública, dejando una huella imborrable en el centro de Santiago, que tocará su cumbre cuando en unos años se materialice la última parte del proyecto que ganó en 2012: la remodelación del eje Bulnes. Como siempre, Undurraga piensa en una ciudad más integrada y hospitalaria, con un diseño que incluye juegos de agua, jardineras circulares, una pérgola que creará sombra y locales comerciales en el primer piso de todos los edificios. “Es reconfortante poder completar este proyecto que iniciamos hace 35 años y que nos ha acompañado toda nuestra carrera. Esa área quedó dejada de lado cuando en la dictadura se construyó el altar de la patria. Nosotros contribuimos a sacarlo para devolverle ese espacio al público”, dice Undurraga por teléfono desde Italia.
Por estos días, el arquitecto trabaja a toda marcha en el pabellón nacional para la Expo Milán 2015. Bajo el lema El amor de Chile, que intenta posicionar al país como una potencia alimentaria, enfatizando la calidad del territorio, su gente y sus productos. Para esos efectos, Undurraga concibió un edificio de estructura abierta y clara, con un entramado en madera y una gran plaza pública donde se instala una larga mesa que servirá como punto de encuentro para los visitantes.
“Para mí, la buena arquitectura es aquella que aporta a la vida urbana y va más allá de sus propios límites”, dice Undurraga a modo de manifiesto.
Lo cierto es que, más allá del Barrio Cívico, en su trayectoria el arquitecto acumula edificios emblemáticos como el Museo de Artes Visuales, el edificio de la Municipalidad de Las Condes y la Capilla del Retiro en los Andes, obra por la que acaba de ser elegido entre los siete finalistas para el Premio Mies Crown Hall Americas, que destaca lo mejor de la arquitectura del continente. Comparte ese privilegio con el chileno Smiljan Radic, quien es finalista por el restaurante Mestizo. No es primera vez que un reconocimiento los une: en 2009, ambos fueron nombrados miembros honorarios del American Institute of Architects de EE.UU. “La arquitectura chilena esta siendo reconocida afuera y dando pasos agigantados hacia una consolidación, pero aún tenemos que saldar una deuda grande con la ciudad. Siento que las nuevas generaciones de arquitectos, que ahora están tirando el carro, tienen un mayor compromiso con los proyectos públicos”.
¿Cuáles son esas deudas que aún están pendientes?
Como ciudad y sociedad la mayor deuda es la segregación social. Es vergonzoso que aún construyamos una ciudad para unos y otra ciudad para otros, como si fuesen grupos antagónicos. El valor de la ciudad es que logra reunir a la gente. Habla muy mal de nosotros que sigamos segregando a los que tienen menos alejándolos de la vida urbana y de los servicios básicos.
Desde la arquitectura, ¿cómo se logra acabar con la segregación en la ciudad?
El drama de la vivienda social es cuando se desplaza a muchos kilómetros del lugar donde la gente tiene sus redes y servicios, eso es un castigo. Fue el mismo Estado el que erradicó las viviendas sociales hacia la periferia y es el Estado el que debería hacer un gasto enorme para solucionar el problema, comprando, por ejemplo, sitios caros en el centro de Santiago y generando un sistema de subsidios especial mucho más grande del que existe, que permita generar sectores pequeños de vivienda social, media y de mejor nivel, todas juntas. En la medida en que se haga balanceadamente, a partir de pequeñas manzanas de la ciudad, puede ser un proyecto exitoso
En ese sentido, Undurraga ha hecho su propio aporte: en el 2000 levantó la Ermita de San Antonio, un conjunto de viviendas sociales en Lo Barnechea y, en 2011, construyó 25 casas para una comunidad mapuche, en Huechuraba, que incluyó elementos de la cultura indígena, como madera de coligue en el revestimiento de las fachadas, petición que los mismos propietarios le hicieron. Ahora está en pleno desarrollo de la remodelación de la Plaza Sotomayor en Valparaíso y el Museo de Arte Contemporáneo en Valdivia. Mientras que en Santiago, ya tiene en un 95% listo el Museo Violeta Parra, y el Centro Cultural Argentino comenzará las obras a inicios de 2015. “Será un foco cultural que conectará Vicuña Mackenna con Lastarria y Bellas Artes”, dice el arquitecto.
¿Qué otro sector de la capital le parece interesante intervenir?
Me preocupa mucho Santiago Poniente y sería interesante desarrollar allí viviendas sociales integradas. Está el Parque Quinta Normal, además de ubicarse a pasos de la Alameda, hay todavía un patrimonio que se puede salvaguardar.