Aunque muchos creen lo contrario, el matrimonio entre artistas y mercado del arte es imposible de disolver. Es así desde que Miguel Angel pintara el cielo de la Capilla Sixtina para el Vaticano y Diego Velásquez se volviera el pintor oficial de la corte del rey Felipe IV en España. Hasta hoy, para un artista entrar al mercado significa lidiar con el poder de distintos agentes, entre galeristas, críticos, coleccionistas y museos, que de una u otra forma validarán su trabajo y le darán el impulso necesario para seguir creando.

Con los años, esta red interconectada que intenta equilibrar valor artístico y valor económico se ha vuelto más compleja, sobre todo desde que la obra de arte es considerada un bien de lujo y un objeto de inversión.

Claro que, a diferencia de lo que sucede en las grandes capitales del arte -Nueva York, Londres y Beijing-, Santiago posee un mercado pequeño, que empezó a desarrollarse recién a mediados de los años 50 cuando Carmen Waugh abrió la primera galería de arte del país.

Desde entonces, el entramado del arte local se complejizó, sobre todo en la última década, con la aparición de más galerías, el floreciente rol de curadores, la nueva figura del artdealer y el tímido mercado de subastas local. También, en 2009, se abrió la Feria Chaco, el primer evento comercial de arte contemporáneo que reúne a todos estos actores y que entre el 3 y 5 de octubre próximo realizará su sexta edición, con 38 galerías locales e internacionales en la Estación Mapocho. El eje central de las charlas del evento será justamente el funcionamiento del mercado local. "La feria es un eslabón más de la cadena productiva del arte. En estos años, hemos profesionalizado la escena y destruido mitos, sobre todo hemos transparentado el tema de los precios. Ese era uno de los grandes tabúes", dice Irene Abujatum, una de las directoras de la Feria Chaco.

PIEZAS DE MERCADO

Para entender el mercado del arte chileno se debe conocer el camino lógico que sigue un artista cuando decide participar de el. Claro que la gran mayoría de los egresados de las 15 escuelas de arte que existen en Chile terminan dedicando gran parte de su tiempo a la docencia en universidades, colegios o talleres propios y no al aspecto 100% comercial de su obra.

En cualquier caso, lo primero es asociarse a una galería, que se ocupará de difundir su trabajo, con exposiciones, llevándolo a ferias y bienales y acercándolo a coleccionistas privados. En Chile las mejores galerías son las que tienen más contacto internacional y que pueden llevar a sus artistas al extranjero, entre ellas, Galería Isabel Aninat, Afa, Die Ecke y AMS Marlborough. Por su trabajo, las salas suelen llevarse el 40% de la venta de las obras. También, será importante que museos y otras instituciones públicas adquieran sus piezas. En ese intercambio, es clave lo que se haya dicho de él en revistas especializadas o que curadores de prestigio los hayan invitado a exposiciones colectivas. De estas prácticas depende la legitimización de un trabajo artístico y su alza en el mercado.

Un ejemplo es la fotógrafa Paz Errázuriz, quien ha visto su obra revalorizada luego de que el curador cubano Gerardo Mosquera la eligiera como figura central de PhotoEspaña 2012. Este año, la artista hizo su primera muestra en EE.UU., en la U. de Berkeley, y su serie de La Manzana de Adán de los años 80 fue adquirida por la Tate Gallery de Londres. El resultado es que sus fotos en el mercado alcanzan los US$ 60 mil.

Antes de eso, la pregunta inicial es: ¿cómo se valora una obra de arte? Según Bridget Brown, artdealer londinense invitada a Feria Chaco, los precios varían según la carrera del artista. "Al principio priman los aspectos técnicos, el costo de los materiales, el tamaño de la obra, las horas de trabajo. Un buen galerista garantizará que los precios suban gradualmente y que estén al alcance de los museos. No siempre es deseable que los precios de un artista se disparen, porque eso invita a la especulación del mercado, y cuando bajan abruptamente puede significar la destrucción de una carrera", dice Brown, quien aclara que el artdealer "no desarrolla la carrera de los artistas, opera más bien con los coleccionisas buscando obras y usando sus conocimientos específicos en ciertos períodos del arte".

En Chile, pintores como Samy Benmayor, Bororo y Gonzalo Cienfuegos han mantenido desde los años 80 una carrera exitosa, con un nicho constante de compradores y sus pinturas no bajan de los US$ 10 mil. Ahora, también existe una camada de jóvenes artistas que junto con posicionarse dentro de Chile, se han asociado a galerías en el extranjero. Como Alejandra Prieto, quien realiza objetos con carbón y quien transa sus obras entre los US$ 5 mil y US$ 30 mil, o los pintores sub 30 José Pedro Godoy y Guillermo Lorca, que ya venden sus obras de gran formato hasta por US$ 40 mil dólares. Ambos son representados por la artdealer local Yael Rosenblut. "Me interesa el coleccionismo emergente que está surgiendo en Chile y que está más abierto a las nuevas tendencias", dice.

Si hablamos de artistas consagrados, el lugar para sus obras encuentra un nicho seguro en el mercado secundario. Entre los chilenos que lideran los remates de las casas como Christie's y Sotheby's está Roberto Matta, con el récord de US$ 5 millones por su obra La revolución de los contrarios, vendida en Christie's en 2012, o Claudio Bravo con La Anunciación, vendida en US$ 1,27 millones, en 2008. El valor de sus obras ha subido tras su muerte. Entre los artistas vivos mejor cotizados afuera están Alfredo Jaar e Iván Navarro, ambos superando los US$ 60 mil en subastas.

A estas alturas, los elementos que entran en juego suman procedencia de la pieza, estado de  conservación y rareza (si ha sido poco transada en el mercado). En Chile las subastas exclusivas de arte son escasas, tres o cuatro al año, al igual que sus organizadores, como el martillero Domingo Eyzaguirre o el anticuario Jorge Carroza,

La martillera más destacada es, por lejos, Denise Ratinoff, representante de Christie's para Chile, Perú y Ecuador y quien realiza la mayoría de las subastas que se hacen en el país. "Hacemos un gran esfuerzo junto a galerías, museos, feria, Consejo de la Cultura, para consolidar una imagen país y demostrar que tenemos un mercado interno digno, profesional y transparente", dice Ratinoff, quien advierte sobre una de las falencias del sistema local. "En Chile la ley exige pagar el 32% de impuestos para ingresar cualquier obra de arte al país, razón por la cual el patrimonio de nuestros coleccionistas queda afuera. Hay que mejorar esa ley".

El panorama, eso sí, se repite en toda Latinoamérica con casos aún más extremos. "En Brasil las tasas de impuestos por ingreso de obras se elevan al 50%", señala Vivian Pfeiffer, directora de Ventas Privadas para América de la Casa Christie's e invitada a Feria Chaco. "El coleccionista chileno que compra afuera está bien asesorado y no sólo se arriesga por el arte chileno, también compra arte de otras latitudes. Chile tiene un mercado muy auspicioso y ya están tomando fuerza nuevos nombres como Patrick Hamilton o Voluspa Jarpa", dice.

Lo cierto es que el mercado local no es nada si no se alimenta del internacional: mal que mal, que la obra despierte interés fuera del país es el último paso de un artista que ha seguido el camino comercial. Como Ricardo Maffei, un pintor que cultiva un estilo realista similar al de Claudio Bravo y que es representado por la galería Marlborough en Nueva York, quien ha visto su obra transitar, en los últimos años, de los US$ 6 mil a los US$ 20 mil. Para él, claro, el objetivo va más allá de las cifras. "Los  galeristas y coleccionistas mantienen el mercado, pero finalmente será la historia del arte la que dará su veredicto y responderá si el precio alcanzado coincide con el valor artístico. Si somos unos genios o un invento pasajero", resume.