Un lugar sin chispa, repleto de esculturas y pinturas de siglos pasados, más parecido a un mausoleo que a un museo, es la imagen que siempre ha querido evitar la pinacoteca nacional. Fue por eso que en 2002, el Museo de Bellas Artes decidió dar un paso atrevido y abrir un sala de arte en el mall Plaza Vespucio, ubicado en la comuna de La Florida. No era la primera vez. "En 1996 debutamos con una sala en la galería Imperio en Santiago Centro y luego en 1998 estuvimos por un tiempo en el Apumanque. El museo siempre ha querido salirse del estereotipo de que el arte es sólo para la élite y entregar un arte para todos", dice Patricio Zárate, curador de la sala bautizada como Museo sin Muros.

En tiempo en que el mall se ha convertido en el paseo favorito de la familia chilena, no es descabellada la idea de buscar allí la base de nuevos públicos. Es lo que pensó la galerista Isabel Aninat, quien desde 2006 posee, además de su tradicional espacio en calle Espoz de Vitacura, una sede en el mall Parque Arauco, dirigida por su hija Javiera García-Huidobro. "El arte todavía es intimidante para muchas personas. El mall es un espacio más abierto, amigable, sin prejuicios", dice García-Huidobro.

A estas dos experiencias, se suma la galería Abierta inaugurada en marzo pasado en el mall Costanera Center, dirigida por la arquitecta Nicole Andreu. Es, hasta ahora, el espacio más llamativo: con una gran vitrina que da hacia la pasarela de entrada del centro comercial. "El flujo de personas del mall es insuperable. Unas 100 mil personas lo recorren a diario y de ellas, por lo menos un 20% entra a la galería", cuenta Andreu. Lo mismo sucede en el Museo sin Muros, que según Zárate recibe unas 3.500 personas al mes: "Está por sobre cualquier galería de arte tradicional", agrega.

Jóvenes y consagrados

La idea de llevar arte al mall ha sido puesta en práctica en otras partes del mundo. En el 2000 la National Gallery de Londres complementó una exposición del dibujante Quentin Blake, con algunas de sus obras exhibidas en el Bluewater Shopping Centre. A su vez, en 2008 el Aventura Mall de Miami Beach destinó recursos para la creación de una colección de arte que es presentada en la fachada principal, pasillos y patio central. La idea la repitió la cadena de diseño Ikea en 2010, invitando a artistas a exponer sus obras en sus tiendas de Moscú y Londres. La tendencia también despegó con fuerza en Asia: en 2009, Hong Kong abrió el K11, un centro comercial dedicado por completo al arte.

Aunque el objetivo de formar nuevas audiencias se repite en cada experiencia, las estrategias curatoriales difieren. En el caso local, el curador Patricio Zárate del Museo sin Muros cuenta que la idea central fue trasladar una sala del museo del Parque Forestal a La Florida. "Queremos darle la misma dignidad a este espacio, sin renunciar a nada. Hay sí una mayor libertad. Acá podemos invitar a artistas más jóvenes, apostar por recién egresados. En cambio, el museo es la cumbre de los consagrados", comenta.

Por estos días, en el Museo sin Muros exhiben tres fotógrafas emergentes: Paloma Palominos (27), Bárbara Oettinger (32) y Cecilia Avendaño (33). Además, desde 2004 el museo tiene una sala en el mall Plaza Trébol de Concepción, con las mismas líneas curatoriales.

La galería Isabel Aninat del Parque Arauco tiene como foco a los artistas jóvenes y los de larga trayectoria como Nemesio Antúnez, Gracia Barrios o Samy Benmayor, pero sólo con obra gráfica. El fin no es únicamente expositivo sino también comercial. "Se trata de hacer un primer acercamiento al coleccionismo. Es formar la idea de que el arte puede ser accesible, por eso acá encuentras obras desde los $ 40.000 a los $ 500.000, y se puede pagar con tarjeta de crédito, algo no común en las galerías convencionales", dice García-Huidobro.

En el caso del Museo sin Muros y la galería Abierta el interés no es vender. De hecho, la sala del Costanera Center es un verdadero laboratorio artístico. Con la idea de atraer al público de paso, la curadora Nicole Andreu ha puesto el énfasis en las intervenciones con materiales desechables. "No queremos que la gente se sienta obligada a ver arte. La idea es que sea un acercamiento natural. El objeto cotidiano es un buen nexo. Las personas pueden ver la caja de leche al desayuno y más tarde verla convertida en arte", dice Andreu.

Fue el caso de Javiera Ovalle (32), quien unió varias cajas de tetrapack hasta darles la forma de olas o Maria Feuereisen (27), quien armó un dragón gigante con botellas de plástico.

Por estos días se puede ver la obra del colectivo artístico 12-na que exhibe máscaras gigantes hechas con ropa reciclada. "Al principio es natural el prejuicio de parte de los artistas por exhibir en un mall, pero luego se dan cuenta de la oportunidad que es llegar a tanta gente. Para ellos es un ejercicio de experimentación y para el público es un escape, un rincón para pensar en algo más allá del consumo", concluye Andreu.