Considerado como el principal promotor del juicio político que llevó a la destitución de Dilma Rousseff y conocido como el Frank Underwood brasileño, en alusión al maquiavélico personaje de la serie House of Cards, el ex presidente de la Cámara de Diputados de Brasil, Eduardo Cunha, recibió hoy un duro golpe de la justicia al ser condenado en primera instancia a 15 años y cuatro meses de prisión por corrupción, lavado de dinero y evasión de divisas.

La sentencia fue dictada por el juez de primera instancia Sergio Moro, a cargo de la investigación "Lava Jato" que destapó un gigantesco esquema de sobornos centrado en la estatal Petrobras. Se trata de la primera condena contra Cunha, quien se encuentra preso preventivamente desde el 19 de octubre pasado por su implicación en la trama corrupta. El diario Folha de Sao Paulo recordó que el político también es reo en otras dos acciones y es investigado en al menos otras cinco causas.

El magistrado de Curitiba aceptó la denuncia presentada por la Fiscalía y encontró a Cunha culpable de los delitos de corrupción pasiva, al considerar probado que recibió sobornos en un contrato de Petrobras para la explotación de petróleo en Benin (Africa), en 2011. De acuerdo con la sentencia de Moro, el ex presidente de la Cámara Baja recibió US$ 1,5 millones de sobornos para facilitar la firma del contrato, pero recalcó que el perjuicio para las arcas de la estatal fue mucho mayor. Según el juez, las consecuencias del contrato "generaron un prejuicio estimado a Petrobras de cerca de US$ 77,5 millones".

Para Moro, la culpabilidad de Cunha es "elevada" por el cargo que ejercía. "La responsabilidad de un parlamentario es enorme y, por consiguiente, también su culpabilidad en la práctica de los crímenes. No puede haber ofensa más grave de quien traiciona el mandato parlamentario y la sagrada confianza que el pueblo deposita en él para obtener beneficio propio", precisó.

El abogado de Cunha, Marlus Arns, informó que va a apelar a la condena impuesta por Moro ante los jueces de segunda instancia, informó Folha de Sao Paulo.

Cunha, un ultraconservador de 58 años vinculado a una iglesia evangélica, llegó a ser uno de los políticos más influyentes de Brasil, pero también uno de los más criticados de la escena política local.

De profesión economista, Cunha presidió la Cámara de Diputados entre febrero de 2015 y julio de 2016. En el ejercicio de ese cargo, aceptó a trámite el pedido para iniciar el impeachment contra Rousseff, reelegida en 2014 para un segundo mandato, por acusaciones de manipular las cifras del presupuesto.

Miembro de las filas del PMDB, el partido del entonces Vicepresidente Michel Temer, Cunha votó a favor de iniciar el proceso de destitución de Rousseff en abril del año pasado, una decisión que más tarde fue confirmada por el Senado. Así, Temer asumió de manera interina la Presidencia de Brasil el 12 de mayo pasado, y luego de manera oficial el 31 de agosto, tras la salida de Dilma.

Pero Cunha, asfixiado por acusaciones de corrupción y abandonado por sus aliados, tenía los días contados. Acogiendo una solicitud del fiscal general de la República, Rodrigo Janot, el juez del Tribunal Supremo Federal, Teori Zavascki, apartó al diputado de su cargo el 5 de mayo, una semana antes de la suspensión de Rousseff. El máximo tribunal lo acusó entonces de obstruir las investigaciones que lo involucraban en el escándalo de corrupción de Petrobras.

Ya en el ocaso de su poder y en una conferencia de prensa durante la cual lloró, Cunha presentó el 7 de julio su renuncia como jefe de la Cámara Baja. Asegurando ser víctima de una persecución política, Cunha dijo que su gestión "jamás será olvidada". "La historia hará justicia al coraje que tuvo la Cámara de Diputados bajo mi conducción, de abrir el proceso de impeachment que terminó con el alejamiento de la Presidenta, sacando al país del caos", señaló, antes de retirarse sin aceptar preguntas.