No fue una sino tres veces las que Pisagua -localidad ubicada en la comuna de Huara, en la región de Tarapacá- fue utilizada como campo de concentración. A fines de los años 40, durante el gobierno de Gabriel González Videla, fueron enviados allí miembros del Partido Comunista, el que había sido proclamado ilegal en el país. Reabrió bajo el mandato de Carlos Ibáñez del Campo, para recluir a diferentes tipos de presos políticos. Y, finalmente en 1973, tras el Golpe de Estado, se construyó un nuevo campo de prisioneros que duró hasta octubre de 1974.
Desolada y con la estampa de ser una verdadera ciudad fantasma, Pisagua se mantiene hoy como un pequeño poblado de pescadores y recolectores de huiro, quienes justamente utilizan los antiguos campos de ejercicio militar y de la ex-cárcel para amontonar sus algas. Esta faceta cotidiana es recogida hoy por la artista Catalina González (1979) y contrastada con su oscuro pasado militar en la exposición Continuum, que se inaugura este jueves en la galería Patricia Ready.
Hace cuatro años la artista -ganadora del Premio Bicentenario Arte Joven MAVI- dejó Santiago para instalarse en la I Región, con la idea de buscar nuevos caminos artísticos.
"Quería conocer la experiencia de vivir en territorios intervenidos por la industria", cuenta. "Viví tres años en Alto Hospicio y me sorprendió que, a pesar de ser un lugar tan marginal, formado por completo por viviendas sociales, hubiese una vida cultural tan rica. Aquí viven muchos artistas, intelectuales, como sociólogos e historiadores interesados en el territorio", agrega la artista que antes indagó en la intervención industrial de las refinerías de cobre en Bahía Quinteros, utilizando como material de obra el mismo desperdicio de cobre molido.
Ahora en Continuum echa manos a la fotografía y el video para hacer un paralelo entre el pasado de Pisagua y su presente.
Tras una investigación, la artista descubrió que una serie de marcas geométricas en las laderas de los cerros que ella confundió con geoglifos eran en realidad antiguos trazados usados como blancos por los militares.
González fotografió las marcas usando alto constraste para convertirlas en especies de grabados. Invitó a cuatro ex presas políticas para realizar diferentes acciones al interior de las huellas, que dieron como resultado el video Circunvalaciones; además, hizo un registro de la actual actividad de recolección de huiro que coincidió con imágenes tomadas por el fotógrafo alemán Miguel Herberg de las barracas utilizadas por los presos en 1974.
"El (Herberg) se hizo pasar por miembro de la Cruz Roja y logró filmar y fotografiar a los presos en los mismos lugares donde yo registré a los recolectores de huiro; las fotos son de una similitud increíble", dice González. "Me interesa cómo las memorias se van superponiendo a medida que avanza el tiempo y la relación entre las personas y sus territorios", agrega.
"La mayoría de los pisagüeños originales se fueron después de que todo esto se convirtió en cárcel, y la gente que vive aquí realmente no conoce la historia de este lugar. Los mismos pescadores son un poco nómades, entonces es interesante relevar estos temas que están ocultos, sobre todo para las nuevas generaciones".