Dentro de la preclara cabeza de Vidal (Santiago, 22 de mayo de 1987), conviven muchos Arturos. El niño humilde que aprendió a patear una pelota de fútbol en las polvorientas canchas de El Huasco, una marginal población de la comuna de San Joaquín; el joven que tras debutar en Colo Colo se lanzó con 20 años a la conquista de Europa; y el adulto que hoy pasea por las canchas del Viejo Continente su característico mohicano, probablemente en recuerdo de su larga lucha. Una lucha que el centrocampista del Bayern Múnich (29) relata aquí con todo lujo de detalles, es decir, hablando con todas sus voces, en esta extensa entrevista realizada por Javier Cáceres, colaborador de La Tercera, para la revista The Magazine Bundesliga, que distribuye a partir de hoy internacionalmente entre sus clientes (salvo en Alemania), y cuya publicación comparte generosamente con este diario. Éstos son los recuerdos de vida y fútbol de Arturo Vidal, el hijo de Jacqueline, el mejor embajador del fútbol chileno en el extranjero, el jugador del momento en el país germano.
¿Sabe que está poniendo a muchos padres en una situación difícil?
No, ¿por qué?
Porque hay muchos chicos en el jardín infantil que ya tienen o quieren tener su mismo corte de pelo.
¿De verdad? Es gracioso.
¿Es consciente de que es un modelo a seguir para muchos chicos?
Para ser honesto, no me doy mucha cuenta de eso, al menos en el sentido de que eso no me hace sentir importante. Es difícil asimilar que haya personas a las que les gusta cómo eres, cómo juegas, cómo te comportas. No es fácil dimensionarlo. Pero al mismo tiempo es como un sueño, porque yo sé lo difícil que es ganarse el afecto de la gente. No sólo en Chile, sino en todo el mundo.
¿Qué viene a su cabeza cuando piensa en su propia infancia?
Mi madre. Ella es lo primero que viene a mi mente. Cómo luchó, cómo se dedicó solamente a nosotros, todo el esfuerzo que tuvo que hacer para darnos algo sin tener nada. El frío que tuvimos que soportar, el hambre... Esas cosas son las primeras que vienen a mi cabeza. Y es por eso que mis pensamientos siempre están con mi familia y con mis amigos más cercanos.
Frío, hambre y adversidades... Parecen recuerdos dolorosos.
Sí, lo son. Pero también me dan mucha fortaleza para enfrentarme al mundo y luchar. Sé que ya no puede ser peor de lo que era entonces.
¿En qué momento se dio cuenta de que el fútbol no era solamente un juego, sino que podía ser sinónimo de supervivencia?
Yo creo que cuando tenía 13 ó 14 años. Ahí fue cuando me dije a mí mismo: "Tengo que convertirme en futbolista, da igual cómo". Fue un día que mi madre volvió a casa completamente rendida. Y yo pensé: "Esto no puede volver a pasar". Y decidí hacer tres, cuatro, diez veces más esfuerzo que cualquiera en cada entrenamiento para llegar al profesionalismo.
Y lo logró. ¿Recuerda el día que fue citado por primera vez al plantel adulto de Colo Colo, en 2006?
Claro. Pero es difícil describirlo con palabras. Fue demasiado emocionante. Mi madre me abrazó y lloró. Uno sueña con ese tipo de momentos, pero el 90 por ciento de los chicos no llegan a tener esa oportunidad en la vida.
Su estadía en Colo Colo no duró mucho. Jonas Boldt, entonces veedor y ahora director deportivo del Bayer Leverkusen, le vio jugar y presionó a sus jefes para que lo ficharan. ¿Por qué eligió Alemania en 2007?
Había sido campeón tres veces con Colo Colo y sabía que tenía que salir afuera. Me sentía preparado. Soy una persona que ama los grandes desafíos y a la que le gusta fijarse metas complicadas. ¿Podía hacer algo mejor que marcharme al país donde estaban los mejores jugadores del mundo? Tenía ganas de dar ese paso y cuando Rudi Völler vino a Santiago, inmediatamente sentí que era mi momento.
Su debut en la Bundesliga, sin embargo, no fue demasiado bien. ¿Tenía dudas?
Me acuerdo que fue contra el Hamburgo. Tuve que jugar de lateral por la izquierda, una posición poco familiar para mí. No fue un partido precisamente cómodo. Cometí un penal y perdimos el partido. Pero poco después pude volver a jugar en mi posición habitual y ya me mantuve casi siempre en la oncena.
¿Qué importancia tuvo Jupp Heynckes en su carrera? Era su entrenador cuando se convirtió en una gran estrella de la Bundesliga.
Desde el principio tuvimos una gran sintonía. Es un entrenador que te dice todo a la cara y que realmente sabe todo sobre fútbol. Había un respeto evidente por todas las cosas que él había logrado. Es un gran campeón. Pero él es, sobre todo, una gran persona a la que le estoy muy agradecido por todo hasta el día de hoy. Me ayudó a adaptarme a Alemania, porque él sabía, por su experiencia propia cuando había estado en España, lo que se siente cuando te vas fuera por motivos de trabajo y lo que extrañas tu país.
¿Qué era lo que más extrañaba?
El día a día. Mi mujer y mis niños están aquí, pero mi familia es muy grande. Somos una familia muy unida. Por eso uno tiene que luchar cuando está afuera.
¿Le gustaba Heynckes porque siempre le decía lo que pensaba?
Él me abrió los ojos en la cancha y me dio consejos sobre cómo marcar mejor a los oponentes. Teníamos mucha comunicación y me decía siempre que mi técnica era mi fortaleza y que le gustaba mucho cuando la usaba en la recuperación. Él quiso llevarme al Bayern, pero al final no se materializó.
Se marchó entonces al Juventus y se convirtió en el jugador que guió a Chile a la consecución de su primer torneo continental. Daba la sensación de que había una especie de complejo de inferioridad porque no se había podido ganar nada antes. ¿Desapareció ese complejo?
¡Eso espero! Ojalá que las futuras generaciones de jugadores chilenos puedan crecer con la mentalidad de superar nuestros éxitos. No comparándose con nosotros, sino empleando nuestra misma mentalidad, la de salir a pelear, la de ser capaces de luchar de igual a igual con equipos como Argentina o Alemania.
También suele decir que Chile es el mejor equipo del mundo. ¿Es un reflejo de esa nueva mentalidad?
Sí, es lo que ha cambiado. Pero nuestro éxito también tuvo que ver con el hecho de que coincidieron los mejores jugadores en la historia de Chile en un mismo equipo. Vino todo junto. Un grupo de jugadores de los 80 y dos grandes entrenadores: Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi, que hicieron que todo funcionara.
En 2015, llegó al Bayern Múnich convertido en campeón de la Copa América. ¿Por qué decidió volver a Alemania?
Porque el Bayern es el mejor equipo del mundo. No lo dudé ni un instante. Yo quería seguir creciendo. Y lo he conseguido. Principalmente porque los títulos perdidos eran una espina que tenía clavada cuando dejé el Leverkusen. Soy una persona muy ambiciosa. Siempre quiero más.
Su primer entrenador en Múnich fue Pep Guardiola. Se dice que no pidió su fichaje, pero que se quedó impresionado con su actitud después del primer entrenamiento. ¿Cambió su forma de jugar?
Cada entrenador te pide cosas diferentes. De él aprendí muchos conceptos. Mejoré técnicamente y posicionalmente. Con él mi juego era un poco más profundo que en la Juventus, lo que me ayudó muchísimo. Él es un DT trabajólico. Cuando se marchó nuestra relación era muy cercana.
Y ahora su DT es Carlo Ancelotti.
Él tiene una personalidad totalmente diferente, pero yo me siento muy cómodo con Carlo. Sabe mucho y ha ganado muchísimos títulos. Me recuerda mucho a Heynckes. Es una persona directa, que no esconde nada y que lo ha ganado todo. Es el mejor entrenador del mundo en este momento.
Su imagen es, en apariencia, terrorífica, pero uno sólo escucha buenas cosas sobre su persona. ¿Cómo es eso?
Mi personalidad dentro de la cancha es totalmente diferente a como es fuera de ella. Soy una persona feliz y me llevo bien con todo el mundo. Pero en la cancha me transformo, porque tengo que defender a mi equipo, mis colores.
¿Hasta qué punto diría que representa al futbolista chileno?
Es difícil decir hasta qué punto. Me parezco a muchos jugadores, pero lo que me distingue es mi mentalidad. Yo trato a todos con un gran respeto, pero tengo mucha confianza en mis capacidades.
A menudo se refiere a usted mismo como un guerrero. ¿Es realmente el fútbol una guerra?
En el sentido de que son dos equipos los que se enfrentan y el más fuerte el que gana, sí. Y sí, soy un guerrero. Incluso mi madre me llama así.
¿Cree que su aspecto le ayuda en la cancha, por el respeto que infunde?
Sí, puede ser. Pero lo más importante es mi forma de jugar. Todo el mundo sabe que nunca dejaré de luchar, que voy a dar siempre el cien por cien por recuperar una pelota.
Suena agotador. ¿Qué hace para relajarse?
Pasar tiempo con mi familia y con mis hijos. Pero cada vez que me paro en una cancha de juego, tengo que defender mi camiseta. Quiero que mis hijos recuerden que su padre fue alguien que lo dejaba todo en la cancha, que nunca se daba por vencido. Quiero que mis hijos sean como yo, ganadores.
¿Tuvo ídolos?
Futbolistas no. Me gustaron muchos jugadores, claro, y traté de aprender todo lo que pude de ellos; cómo recuperar balones, cómo golpear la pelota. Porque en el fútbol tú aprendes por imitación y yo adopté muchas cosas de ellos. Pero mi único ídolo es mi madre.
Chile está muy lejos de Alemania. ¿Con qué frecuencia puede ver a su madre?
Al menos una vez al año. A veces viene y está tres meses, pero ella tiene una pareja ahora y está muy bien. Eso me hace feliz. Quiero que ella disfrute la vida.
¿Es eso más valioso que todos los éxitos deportivos que ha logrado en su carrera?
Sin duda. Eso es lo mejor que me ha dado la vida. Ver a mi madre feliz, ver a mis hijos crecer contentos y saber que no van a tener que pasar nunca por lo que yo pasé.