Ascanio Cavallo no recuerda si fue en 1977 o 1978, pero de su memoria no se han borrado las palabras que su mamá le dijo al aparecer de sorpresa en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, donde él estudiaba: "Yo tuve una familia antes", le dijo, y rompió en un llanto tan incontenible que jamás pudo superar: ni ese día ni nunca el periodista volvió a tocar el tema con su madre. Sólo 35 años después, cuando ella recién había muerto, se atrevió a enfrentar ese secreto. Y supo que tenía que contarlo.

Analista político y crítico de cine, coautor de libros como La historia oculta del régimen militar y La historia oculta de la transición, Cavallo también es uno de lo más agudos investigadores de las bambalinas del poder. Un aliento similar fue el que originalmente lo impulsó a escribir de su madre: Cavallo quería relatar la "rarísima" ruta de adhesiones políticas de su mamá -Ibáñez del Campo, Alessandri, Frei y Pinochet- como espejo de la participación de las mujeres en el Chile del siglo XX. "Después todo se enredó", dice.

Pasó que pocos meses después de la muerte de su madre, en 2011, Cavallo se atrevió a saber de esa "otra familia" que su mamá le insinuó a fines de los 70. Se contactó con Rocío, una mujer que hacía años quería hablar con él sobre el tema. Resultó que era su sobrina. Ella le contó: la Toya, su mamá, había tenido un esposo y dos hijos en Angol, a inicios de los 40, pero dejó todo para venirse a Santiago. Perdió a los niños en tribunales; el menor tenía menos de 10 años. Luego inició otra vida. Cavallo cuenta la historia de ese descubrimiento en su nuevo libro, Historia de mi madre muerta.

Sin sentimentalismos ni aflojar la veta política, el periodista escribe desde la perplejidad. Despeja secretos, pero abre otras dudas. Una de las más inquietantes es por qué su madre, siendo pinochetista, fue detenida a inicios de 1974 y pasó alrededor de un mes en el centro Tejas Verdes. "No lo entiendo", dice. "La única explicación, que se la dio ella, fue que gente comunista del barrio la había acusado como venganza. También es absurda. Yo creo que fue pura incompetencia de la Dina", agrega, y deja en el aire el otro misterio: liberada, su madre siguió apoyando fervorosamente a Pinochet.

¿Cómo era la relación que tenía con su mamá? ¿Ella era muy misteriosa?


Teníamos una buena relación, Eramos amigos. Y era misteriosa sólo hasta cierto punto, porque algo me contó de su familia anterior. Me abrió una ventana. Lo que yo creo es que si ella hubiese podido no me habría contado nunca.

¿Por qué nunca intentó que su mamá le contará todo sobre esa otra familia?

Porque esto es como cuando tienes una persona cercana, querida, que sabes que tiene un tema que le duele tanto que no lo puedes tocar. Sería un abuso hacerlo. Esto era exactamente así, me sentía totalmente desarmado. Sabía que si hablábamos de esto se iba a poner a llorar como loca. Pero tampoco tenía una gran curiosidad.

En el libro usa la palabra "devastado" para definir el efecto que le provocó saber la verdad.

La palabra es un poco fuerte, pero quería decir que sentí que me había me fragmentado: había muchas voces hablando dentro de mí. Estaba sosteniendo una discusión conmigo mismo muy complicada. Necesitaba saber más y por eso me junté dos veces con la familia de mi madre en Angol. También quedé con la sensación de que tenía que contarlo o escribirlo.

¿Su mamá huyó de Angol?

Sin duda. Huyó de lo que puede haber sido ese pueblo, cinco casas, seis familias. Calles de tierra, yuntas de bueyes… Desolador. Huyó pésimo, pero no cabe ninguna duda de que esa era una motivación. Puede que haya otra, más oscura: yo tengo sospechas sobre una posible violencia de su primer marido. Pero claro, ella tenía una sed de vivir cosas más nuevas, más modernas, la que tiene una mujer de veintitantos años.

Por esa ansia de modernidad y su activismo político, ¿cree que por su madre pasó la historia del Chile del siglo XX?

Probablemente pasó por todos, pero para ella pasó en doble sentido. Por su ligazón con la política, primero. Y parece ser que empezó a vivir cuando las mujeres recién empezaban a vivir de verdad en Chile: entran al mundo del trabajo, empiezan a votar. Si ella era una joven rebelde, muchas lo empezaron a ser en su tiempo.

¿La juzgó muy duramente ?

Inicialmente, sí. Es que yo no sabía que ella había perdido judicialmente a estos hijos; yo suponía que los había dejado. No es exactamente lo mismo, pero tampoco es exactamente lo contrario. Seguro que eran niños cuando los dejó. Y esa idea, que aunque nunca se lo planteé a mi mamá, íntimamente fue un tema para mí.

¿El libro le permitió resolver ese tema y reconciliarse con ella?


En lo que estrictamente se refiere a la culpabilización, sí. Encontré que no había en ellos (la familia en Angol) ningún sentimiento de reproche que yo había supuesto que tenían. Eso atenuaba el cuadro. Ahora, tampoco puedo decir que se haya producido un acto de perdón: yo había perdonado a mi madre al morir.