Historia de un amor, el dilatado álbum de duetos de Lucho Gatica (85) que se estrena hoy, no sólo es la coronación de la mayor trayectoria impulsada por un cantante chileno; también es, con bastante probabilidad, el último gran testimonio de una figura que aún batalla por lucir el brillo vocal y artístico de antaño, pese al natural desgaste de sus capacidades.
Ese carácter, acompañado de un notable reparto de estrellas, cruza los 11 temas de un disco donde destaca la producción de su sobrino, Humberto Gatica, con un cuidado trabajo en arreglos y matices. "Es una suerte de premio a mi carrera y un logro inmenso juntar a todos estos nombres", resume el bolerista.
Historia de un amor: La primera mitad del trabajo es, por lejos, su mejor parte. El título abre con una versión que apela al bolero tradicional, con una guitarra limpia que se funde con la voz sugerente de Laura Pausini, la que luego da pie a la interpretación del chileno. Aunque es evidente que ya no alcanza los tonos expresivos de sus mejores días, su esfuerzo por despuntar categoría aún es admirable. El contrapunto entre ambas voces, llenas de diferencias, también resulta un acierto.
No me platiques: Beto Cuevas en su mejor forma: al borde del susurro afectado, lejos de las aventuras electropop de su vida solista y bajo la delicadeza de una balada que cuadra perfecto con la actual voz de Gatica. El piano que recorre la canción hace el resto.
Bésame mucho: La voz de chileno alcanza su mejor momento y -al igual que con Pausini- ofrece un agradable contraste con el estilo agudo y nasal de Nelly Furtado, sumado a su tropezado español. Sobre el final, la composición se desvanece en un saxo.
Quizás, quizás, quizás: Michael Bublé no tenía idea quién era Gatica. Pero su estrecho trabajo con su sobrino Humberto le permitió llegar al proyecto. El resultado es el mejor dueto del disco: preciso en acoplar las voces, con el canadiense haciendo gala de toda su intensidad como crooner, mientras el rancagüino, a ritmo de mambo y bajo cuerdas que aportan calidez, recupera ese talento para interpretar con una pizca de sensualidad y emoción, recurso que lo hizo inmortal. Debería ser single obligado.
El reloj: De una pequeña joya a una decepción. Con una participación que también se explica por su vínculo con Humberto Gatica, el trío vocal Il Volo arroja un timbre sobreafectado y una versión sin mucha química. Gran parte de los artistas grabaron a distancia, sin mirar a los ojos del chileno. Pero aquí la falta de afinidad es patente.
La Barca: La producción retoma su nivel inicial. Acorde a su estatus de figura más contemporánea, Luis Fonsi rompe el molde de Historia... y aporta la versión más pop, con texturas más actuales. Su voz simple, sin mayor pirotecnia, se acomoda con fluidez al intérprete local.
Somos: Pepe Aguilar, ilustre de la ranchera, aporta su tono apacible para una balada que no supera la media del álbum.
Perfidia: Con un inicio ranchero, desemboca en una melodía que tiene a Lucero imponiendo su estilo, sobre todo cuando el cierre se fusiona con su voz fresca, la que repite "te busco donde sea/ y no te puedo hallar".
Sabor a mí: Aunque su garganta nuevamente se esfuerza al máximo, la presencia de Miguel Bosé, más dado al registro coqueto y sugerente, asoma como un remanso y equilibra el resultado final.
Sin ti: Otra versión fortalecida con violines y que cuenta con la voz elástica de Olga Tañón.
Contigo en la distancia: Curioso: el primer gran éxito en la carrera de Gatica es otra versión sin gran potencial. Junto a Ricardo Montaner, el chileno articula una creación floja y con arreglos empaquetados.