La ciudad de Washington, a oscuras, aún duerme. Se escuchan sirenas a lo lejos, también el sonido de un helicóptero. En el parque, que muestra la primera imagen de la segunda temporada de House of cards, comienzan a verse a lo lejos dos figuras oscuras. Son runners. Se acercan trotando a la cámara, toman un respiro, se miran y siguen corriendo: Puede que el epicentro político de Estados Unidos esté en la cama aún, pero Claire y Frank Underwood (Robin Wright, ganadora del Globo de Oro por el papel, y Kevin Spacey), ya están de pie, nunca desprevenidos, nunca descansando.

Luego de transformarse en una de las series más comentadas del 2013, y un éxito en premios y crítica para el sistema de streaming Netflix -que probaba suerte con contenidos originales como este-, House of cards vuelve a estar disponible hoy para los suscriptores del servicio, bajo el mismo sistema del año pasado: de inmediato los 13 episodios en las manos de los espectadores, fomentando el visionado en "maratones". A la crítica se le entregaron los cuatro primeros capítulos en adelantado, y a continuación resumimos lo más vital de la nueva trama. La advertencia queda hecha: si no quiere saber nada, no siga leyendo. Si no puede resistirse -y quién puede con Frank Underwood-, bienvenido; hay un solo giro, sorpresivo, dramático, fundamental e infartante del primer episodio, que por empatía al espectador, no será revelado.

DE VUELTA EN EL CAPITOLIO

La serie retoma donde terminó el año anterior y el primer capítulo no da tregua: cada personaje es una pieza de ajedrez y queda bien establecido hacia dónde, o hacia quién, se dirige su juego. Y ya sabemos quién es el rey: Frank Underwood asume como vicepresidente en una ceremonia privada, lo que hace nacer nuevos conflictos y personajes: aparece una nueva aliada, Jacqueline Sharp (Molly Parker), joven congresista con un pasado militar. Él le pregunta por los misiles que ella hizo detonar en Irak. "Suficientes para dejarme despierta en las noches", contesta. Frank le dice que por eso la buscó, por su "pragmatismo despiadado". Y lo dice como un halago.

Por esa misma razón es que Frank Underwood ama a su mujer, ahora empoderándose en su rol de esposa del vicepresidente. Claire Underwood contrata a un nuevo personaje que será el responsable de manejar la imagen pública de la pareja, sin antes dejar su trabajo anterior bien encargado. Más peinada, espectacular y fría que nunca, dirá: "Estoy dispuesta a hacer que tu hijo se muera y se seque adentro tuyo...pero nadie quiere eso". Y lo dice como oferta laboral. No quiere decir que sea todo triunfo para la Señora Underwood: un encuentro con su pasado remecerá a la pareja.

Las otras historias centrales siguen primero a los periodistas, Zoe (Kate Mara), Lucas (Sebastian Arcelus) y Jeanine (Constance Zimmer) que buscan atrapar a Underwood; ya saben que le escondió al fallecido Peter Russo un encuentro con la ley, pero Zoe sospecha que hay mucho más en juego. Christina (Kristen Connolly), la novia de Russo, aceptó sumarse al equipo Underwood y ahora es una de las asesoras más cercanas al presidente. Doug (Michael Kelly), el asesor de Frank, tiene a Rachel (Rachel Brosnahan), "el último cabo suelto" del caso Russo, escondida. Y en el segundo y tercer capítulo el paso se desacelera y el centro vuelve a la política y al manejo de Washington -parte de por qué la serie es un hit en el Capitolio-, primero con negociaciones con China que pueden ayudar a Underwood a dejar atrás a Tusk, el asesor del presidente, y luego con una magnífica negociación para sacar adelante un reforma de la edad de jubilación, que incluye técnicas muy "underwoodianas" para llegar al quórum de votación.

House of Cards regresa completamente desatada en su intento por impactar, y lo que pierde en elegancia lo gana en entretención. Y aunque en la emoción del primer capítulo uno lo haya olvidado, regresa también el sello de la serie: Underwood, al final del episodio, mira por primera vez directo a la cámara y dice: "¿Pensaron que los había olvidado?".